sábado, 15 de febrero de 2014

ALBERTO LOSSADA SARDI, MI NÁUSEA

Llegó el momento tanto tiempo temido. Mi propio pueblo me asquea, me hace sentir apocado y ha hecho desaparecer el orgullo que sentía por sentirme venezolano. Se ven las estadísticas, se pasa la página y -¡listo!-. pasan los números a ser historia…

Mi cerebro se niega a concebir que, en un país donde ha habido más de 200.000 muertos en los últimos quince años (lo que equivale a un número parecido de dolientes) no exista ni familia ni amigos ni conocidos que han debido organizar la demostración más contundente y más visible de la historia. ¿200.000 muertos y ni UN doliente? No quiero ni pensar que padres, cónyuges, hermanos, hijos se han convertido en cómplices a cambio de un plasma, una nevera, un carro iraní o chino o que han cambiado al fallecido por una noche de juerga con cervezas y/o anís gratis o, peor aún, que convivan en sus respectivos barrios con los delincuentes sin siquiera una amenaza… ¿Y a esto pretenden llamarlo “bravo pueblo”?

¿Cómo es posible para un padre cambiar el cadáver de un hijo por rocalla y abalorios, aunque se llamen “plasma”, “vehículo”, “nevera”, o un hijo cambiar el del padre? Ya ni siquiera hablamos de moral; hablamos de los más elementales sentimientos que deberían acompañar a un ser humano, de aquellos que vemos hasta en meros y elementales
mamíferos- Además, ¿una “sociedad” de y para el pueblo que niega a ese mismo pueblo las medicinas que necesita para las enfermedades más graves y serias? ¿Una dirigencia puesta allí, pareciera, para perjudicar y mostrar un resentimiento inexplicable para con sus pares? ¿Una “dirigencia” más marginal aún que el lumpenproletariat de donde se jacta de ubicar su origen?

Un pueblo que, lejos de exigir el cumplimiento de tanta promesa hecha, se satisface con cualquier mendrugo o limosna que escape de la férrea mano de alguno de los hambreadores del pueblo. ¿O es que se les puede llamar de otra manera a quienes –a fuero de vencedor o patente de corso- han hecho caída y mesa limpia con los bienes del estado? Allí está la lista, tanto de corruptos como de latrocinios. Y nos olvidamos –con esos muertos y las agresiones de la Guardia Nazional y la Policía Nazional- la justificación de Chávez cuando, a raíz del 11 de abril, señalaba que el pueblo había disparado desde Llaguno en “defensa personal ante la agresión de la Policía”

Bastante lo señalamos algunos “escribidores” y nos convertimos en motivo de risas e insultos. Cuéntennos ahora, lamentablemente, ¿quién ríe de último? ¿Dónde está la “defensa” de Capriles a su triunfo? ¿A Aveledo le ha llevado 15 años darse cuenta que el régimen “boycottea” el diálogo? ¿Qué se ha hecho la mayoría de los electos? Ya obtuvieron lo que buscaban, el resto que se fuña… ¿Dónde están los “furibundos denunciantes” de la campaña?

Y es todo inútil: por parte del gobierno, después de confirmar como una tragedia el asesinato de nuestra ex Miss Venezuela y su marido, de mil juramentos de medidas apropiadas, una semana después, a menos de un metro de distancia, disparan a un ex campeón mundial de boxeo, dejándolo por muerto. Por parte del público: ya nada de esto alarma ni causa el más mínimo asombro; nos hemos acostumbrado a ello y a las renovadas promesas del gobierno cada vez que ocurre algo parecido

Como si fuera poco, ni los militares –en un gobierno totalmente mllitarizado- tienen una solución ni la preparación necesaria: 27 miembros de una banda delictiva (secuestradores y asesinos, donde el jefe es miembro de una Misión Paz del gobierno -¡increíble pero cierto!-) mantienen a raya a la Fuerza Armada, o un grupo de motorizados paran un sector grande de la ciudad de Caracas.

Mientras tanto, el principal vocero de la oposición y la Mesa de la Unidad callan, esperando que la corta memoria tropical vaya arrojando niebla sobre los hechos y así esperar las próximas elecciones, único leit-motiv de su existencia…

No creo que apaciguando ni con demostraciones de “caballeros” ante quienes nunca podrán serlo podamos quitarnos la bota que nos pisa. A quienes alegan que “otra vía trae violencia y sangre”, les recordaría que, si hubiera pensado así Bolívar, aún seríamos colonia española (no hay revolución sin muertos) y a quien dice que “hay que poner la otra mejilla”, les diría que por eso estamos como estamos; por ceder en todo, y no recuerdan que antes de ello también hubo un “ayúdate que yo te ayudaré”. Muy caro pagó el Reino Unido el apaciguamiento de Neville Chamberlain; tan caro que debió aparecer un Winston Churchill a ofrecer “sangre, sudor y lágrimas”

Alberto Lossada 
arlossadas@gmail.com

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