"A
LA REBELIÓN CIVIL LLAMA ACCIÓN DEMOCRÁTICA" por ALBERTO CARNEVALI, CARACAS
24 DE DICIEMBRE DE 1952
NOTA
DE ALFREDO CORONIL HARTMANN
El documento que reproducimos a continuación,
fue la respuesta del mas importante partido político de la época, al fraude
electoral perpetrado por el régimen de Marcos Pérez Jiménez, en el proceso
comicial destinado a elegir la Asamblea Constituyente que debería instalarse en
1953.
La reproducción de este texto fundamental,
que recomiendo guardar para la Historia, se debe a la similitud de
circunstancias y a la diferencia deplorable de las respuestas a estas.
Poseo
una fotocopia del documento original de 1952, durante mis casi 7 años como
Secretario de Asuntos Internacionales y algunos menos como jefe del
Departamento de Capacitación y Doctrina de AD, abogué reiterada e inutilmente
por la re-edición del mismo, pienso que debe ser un obligado texto de estudio
para los dirigentes y militantes de todos los partidos políticos democráticos
así como para los activistas de la "Sociedad Civil". El pensamiento
preclaro del abogado y economista, promesa de gran estadista que perdió
Venezuela, conserva vigencia e impronta. El valor, moral y físico, que lo
caracterizó, es una cualidad indispensable en todo aquel que aspire a dirigir.
Aquí están las raíces de la unidad, del "espíritu del 23 de enero" de
la necesidad de una política nacional, inclusiva, constructiva.
Atentamente
Alfredo Coronil Hartmann
A la Rebelión Civil llama Acción Democrática
Manifiesto suscrito por ALBERTO CARNEVALI,
Secretario General (en la clandestinidad) del Partido
del Pueblo.
CARACAS – VENEZUELA 24
DICIEMBRE 1952
A la Rebelión Civil llama Acción Democrática
La amañada consulta electoral del 30 de
noviembre se tradujo en una rotunda condenación plebiscitaria de la tiranía del
Coronel Pérez Jiménez. No obstante que a nuestro Partido no se le permitió
presentar candidatos, excluyéndose así arbitrariamente a la organización
política que en tres elecciones anteriores había demostrado que representaba
legítimamente a la mayoría popular venezolana; no obstante la exclusión de
algunas fuerzas minoritarias; a pesar de las dificultades interpuestas por la
violencia policial contra los partidos legales de oposición que participaron en
la batalla comicial; y pese a que el gobierno pensó utilizar la institución del
voto obligatorio como un recurso general de coacción contra los electores, el
pueblo resolvió el grave dilema en que se le colocó, votando contra la tiranía
del Coronel Pérez Jiménez. Todos los partidos políticos, todos los sectores
sociales, todos los hombres y mujeres sin partido, los miembros de la nación
entera barrieron en esa contienda las inmorales insignias del FEI, el maltrecho
aparato electoral que la dictadura había fabricado con los ilícitos recursos de
la coacción vejatoria, el soborno y la corrupción política.
Estos votos consignados por el pueblo el 30 de noviembre no buscaron el
triunfo exclusivista de ninguna organización política en particular sino el de
todas las fuerzas políticas con raíces verdaderas en la entraña popular.
Buscaron la recuperación de la soberanía nacional y la reconquista de la
libertad para todos los venezolanos. Buscaron la paz y la armonía de la nación,
criminalmente rotas por el absolutismo. Esos votos condenaron severamente el
salvaje predominio despótico de la camarilla militar del Coronel Pérez Jiménez.
Hablaron el justiciero lenguaje de la protesta contra el terror colectivo, a
favor de los miles de víctimas impotentes del mortal campo de concentración de
Guasina, de las torturas físicas y morales, de la prisión y del exilio, del
desempleo, de la arbitraria cesantía impuesta en el trabajo por la
discriminación política, y del ultraje soez de las bandas policiales que a
diario atropellan los hogares y vejan a las familias en todos los rincones del
país. En esas urnas electorales fue consignada la enardecida indignación
general por el asesinato a sangre fría de nuestro inolvidable dirigente Dr.
Leonardo Ruiz Pineda y de otros abnegados combatientes de la resistencia
popular. A esas urnas fue, en resumen, la limpia voz condenatoria de toda la
nación, que repudia en todos los tonos a la minúscula y engreída camarilla de jefes
militares ambiciosos, empecinados en continuar escarneciendo a la soberanía
popular y envileciendo a la República.
Pero la enfermiza obsesión de mando del Coronel Pérez Jiménez lo ha
arrastrado a desoír jaquetonamente la admonitiva voz de la nación, en un
temerario desafío que habrá de ser decisivo y mortal para la liquidación
implacable del despotismo. Contra la opinión de cerca de dos millones de
personas que representan la plenitud de la conciencia política del país;
ignorando desvergonzadamente que la totalidad de los sectores sociales de la
nación lo desprecian y lo detestan, el Coronel Pérez Jiménez infirió el dos de
diciembre corriente un nuevo e insólito ultraje a la dignidad nacional al
pisotear –con las típicas botas del bárbaro ignorante y vesánico- la ingenua
expresión de la soberanía de todo un pueblo. En un burdo y repulsivo sainete
político que ha sido una vergüenza para todos los venezolanos, los
representantes de las fuerzas armadas nacionales -los personeros de los hombres
encargados de custodiar las armas de la República para la defensa de la
soberanía del pueblo- se prestaron
dócilmente para que se consumara un nuevo atentado nacional contra el propio
pueblo. Contando únicamente y exclusivamente con el pregonado respaldo de las
fuerzas armadas, Pérez Jiménez se colocó con impúdico desenfado los arreos de
dictador exclusivo, declarándose Presidente Provisional al mismo tiempo que
ordenaba –también con el alegado respaldo de las fuerzas armadas- que se
destruyeran las actas electorales de los Estados para borrar toda huella del
resonante triunfo popular, y para designar con actas falsificadas, una asamblea
constituyente ficticia, espuria, integrada exclusivamente por sumisos
pordioseros del servilismo nacional, reclutados por el FEI en las más bajas
esferas de la corrupción política implantada por el propio régimen.
Y
en represalia por haber obtenido los partidos de oposición la casi totalidad de
las curules de la Asamblea Constituyente que fue anulada delictuosamente, la
dictadura movilizó de inmediato su siniestra maquinaria policial contra los
partidos URD y Copey, al mismo tiempo que pelotones de las fuerzas armadas eran
preparadas o movilizadas para contener a las masas populares que en Caracas y
otros lugares del país, especialmente en las zonas petroleras, demostraban su
aireada protesta por la brutal manera como se arrebataba, una vez más, al
pueblo el limpio triunfo de su soberanía. Los locales de Unión Republicana
Democrática –partido que obtuvo la crecida proporción de 67 de los 103
representantes a la Constituyente- fueron saqueados y clausurados por las
gangsterianas bandas de la Seguridad Nacional. Algunos dirigentes nacionales y
decenas de líderes regionales de ambos partidos fueron detenidos junto con
nuevos centenares de militantes de Acción Democrática y de otras organizaciones
populares. Y entretanto, los equipos directivos nacionales de ambos partidos
legales de oposición empezaron a ser sometidos a la grosera presión directa del
Coronel Pérez Jiménez, quien, amenazándolos con represalias del Ejército, ha
pretendido que ambas organizaciones claudiquen ignominiosamente concurriendo
–con las míseras minorías que les asignaron caprichosamente en el fraude
insólito- a la grotesca caricatura de parlamento constituyente que el gobierno
pretende instalar el próximo enero con una indecente y falsa mayoría del FEI. Y
para garantizarse la anulación práctica de Unión Republicana Democrática como
partido de mayoría parlamentaria, le fue asignada en el fraude a esta
organización solamente la ridícula minoría de 29 representantes, y casi todos
sus dirigentes nacionales fueron expulsados violenta y aceleradamente del país,
a las pocas horas de haber caído en una inicua celada policiaca, cuando el
delincuente político, reo de la falsificación de las actas electorales, que
ahora ejerce el Ministerio de Relaciones Interiores, los citó “bajo su palabra
de honor” para que concurrieran a una nueva entrevista relacionada con la
rechazada proposición de complicidad en la farsa parlamentaria que se proyecta.
Igualmente cínica ha sido la maniobra de Pérez Jiménez en los medios
castrenses. Algunos de sus emisarios anunciaron en forma escueta y descarada a
la oficialidad reunida expresamente en los cuarteles, que el gobierno había
perdido las elecciones. Pero agregaron la mentirosa versión de que los partidos
políticos planeaban disolver el ejército y asesinar a las familias de los
oficiales, y que para evitarle este caos a la nación, el Coronel Pérez Jiménez
“se sacrificaba” asumiendo el control absoluto del poder. Otros voceros del
inescrupuloso Coronel, conocedores del franco ambiente de repudio existente en
los cuarteles contra la ola de crímenes políticos del régimen, agregaron
canallescamente una desfigurada explicación sobre el cobarde asesinato de
nuestro inolvidable compañero Dr. Leonardo Ruiz Pineda. Pero no dijeron una
palabra sobre el sadismo criminal con que –desde el día siguiente al del
monstruoso crimen, cuando fuera a reclamar el cadáver de su marido- se ha
mantenido sometida al vejamen de un cruel secuestro en una sórdida celda de la
Cárcel Modelo de Caracas, a su abnegada y afligida esposa, la señora Aurelena
de Ruiz Pineda, ni tampoco informaron por qué ha perseguido la Seguridad
Nacional, con vandálica saña a sus dos inocentes hijitas de cinco y tres años
de edad. Y, no obstante que se habló mendazmente de amenazas contra oficiales y
sus familias, tampoco se explicó por qué fue echado del país en estado
pre-agónico el Teniente Coronel Mario Ricardo Vargas para que en el extranjero
muriera abandonado de todo auxilio del Ministerio de Defensa, ni se dijo por
que se tiene condenada al exilio a inclemente en España a su viuda y a sus
pequeños hijos. Menos aún se dijo una sílaba sobre el repulsivo asesinato del
Teniente Coronel Delgado Chalbaud, ni sobre los constantes vejámenes que los
personeros del régimen han infligido a su viuda para obligarla a guardar
silencio sobre la complicidad de Pérez Jiménez en el crimen o para forzarla a
abandonar el país. Olvidaron asimismo los acusiosos heraldos del déspota
explicar por qué, si este es el salvador de la integridad de las fuerzas
armadas, han echado de sus filas decenas de oficiales y se ha privado a sus
familias de los normales auxilios económicos establecidos en la carrera, y por
qué un importante grupo de mayores, capitanes y tenientes están sometidos a
infamante prisión desde hace más de un año en varias cárceles y penitenciarías
del país, sin que hayan cometido delito alguno ni como oficiales ni como
simples ciudadanos.
En
general, los oficiales no fueron consultados sino “notificados” de este segundo
crimen nacional contra la soberanía popular, como si el ejército fuera un dócil
rebaño de hombres armados, que no tuvieran ni criterio ni sentimientos que
tomar en cuenta. Y en los pocos cuarteles donde se hizo un simulacro de
consulta, los jefes se cuidaron bien de no transmitir “a la superioridad” la
verdadera respuesta de la mayoría de los oficiales, rotundamente contraria al
desconocimiento de la voluntad electoral. Y como la institución armada está
siendo convertida en un bando político personalista, nada se averiguó tampoco
sobre lo que piensa el personal de tropa, que es la mayoría de ese cuerpo. Nada
se indagó sobre lo que sienten esos miles de venezolanos –en su totalidad hombres
del pueblo- que ahora visten provisionalmente uniforme militar pero que
regresarán mañana a sus hogares- a los hogares azotados crónicamente por el
desempleo y el hambre y victimados con harta frecuencia por la Seguridad
Nacional, a reunirse con sus miles de hermanos y demás parientes que el 30 de
noviembre votaron contra la tiranía del jefe del ejército.
Pero los militares venezolanos saben ya hasta la saciedad que su
dignidad de hombres y su decoro de profesionales de las armas han sido
vergonzosamente comprometidos ante la conciencia nacional y ante la opinión
internacional por la desenfrenada y deshonesta ambición de mando y la
insaciable sed de sangre de su jefe principal. Ya a ningún venezolano con
uniforme militar puede quedarle duda alguna de que Pérez Jiménez no está usando
el ejército para defender las instituciones de la República sino como un
agresivo cuerpo de persecución política contra todos los demás venezolanos de
las mas variadas condiciones sociales y de todas las convicciones políticas. Es
difícil que no puedan darse cabal cuenta de que –además de que debe dolerles el
sufrimiento de su propio pueblo- están sufriendo grave mengua en su valor, su
honor y su caballerosidad, señalados como atributos indispensables de los
hombres de armas. Porque escaso o ningún brillo pueden tener tales atributos
cuando la institución armada es arrastrada al deshonor y la desvergüenza, al
obligarla –sin protesta- a proteger la impunidad de los crímenes políticos de
Pérez Jiménez y al dejarse utilizar para atropellar a un pueblo desarmado,
contando exclusivamente con la desigualdad de la fuerza material. También en
los cuarteles está imponiéndose esta terrible verdad: con excepción de los
espias de la Seguridad Nacional y de la Inteligencia Militar y descontando
algunos jefes ambiciosos y corrompidos, todos los sectores de la nación
repudian con la mayor energía la aciaga gestión tiránica del Coronel Pérez
Jiménez. No ha sido por simple casualidad o mero accidente que han estallado
violentos brotes insurreccionales en algunas guarniciones del país, como
ocurrió hace 8nos pocos meses en Boca de Rio y en Maturín. Pérez Jiménez no
obstante que ha hecho hipócrita alarde de la tesis “institucionalista” y del
“apoliticismo” de las fuerzas armadas, ha demostrado en la práctica que sólo lo
mueve un insano exclusivismo personalista y arbitrario y que sólo lo guían sus
intereses políticos antipopulares para
hacer discriminación ante los oficiales a la hora de designarlos en cargos y
posiciones, prefiriendo con frecuencia a los de menores méritos e inadecuada
jerarquía. Y el estado explosivo de los ánimos castrenses es tan evidente, que
el intranquilo e inseguro Coronel se ha visto precisado a ordenar
subrepticiamente la creación de unos cuerpos armados irregulares, bajo el
comando de los espías de la Seguridad Nacional y de la Inteligencia Militar,
para usarlos como tropa de choque contra el ejército. Dos millones de hombres y
mujeres han sido ofendidos groseramente por el obseso dictador al pretender
silenciar de un sablazo el multitudinario grito de libertad de los comicios de
noviembre. Y por vergüenza nacional, por la dignidad de hijos de una Patria que
se ha enorgullecido siempre de la
gallardía y valentía de sus hombres, no nos queda otro camino que declarar un
estado de rebelión permanente contra la dictadura. Será “la rebelión legítima
contra sus opresores”, de que nos hablan los más elevados principios políticos
de todos los tiempos y, sobre todo la que nos enseña el ejemplo glorioso de los
más dignos pueblos del mundo. Y a los militares venezolanos se les presentará
un dilema histórico y decisivo: o ensangrentar las armas que la República les
ha confiado para la defensa de la soberanía asesinando cobardemente a un pueblo
inerme, para defender los crímenes de Pérez Jiménez o sacudirse en cambio la
ignominiosa coyunda del déspota, colocándose valientemente al lado del pueblo,
en la posición que les señalan el decoro y el patriotismo.
La
vasta empresa de la recuperación de la soberanía no corresponde a un solo partido
sino a todos. Y no es deber exclusivo de los partidos sino de todos los hombres
y mujeres de la nación. Porque a todos estás dirigido el reto del absolutismo
al pretender consolidarse instalando una constituyente adulterada y servil,
para que le apruebe el gigantesco despilfarro de los ocho mil millones de
bolívares malbaratados en cuatro años; para que le encubra la siniestra ola de
crímenes políticos, y para que le legalice la proyectada entrega a precio vil
de nuevas concesiones petroleras y del hierro a la insaciable voracidad del
sojuzgador capitalismo extranjero. Contra todos se ensañará ahora el terror
policiaco y de todos los partidos serán los nuevos y numerosos hogares a
quienes afligirá en adelante esta intolerable desgracia nacional.
Todos los venezolanos, y especialmente los dos millones de personas a
quienes se les ha atropellado miserablemente su voluntad comicial, estamos
comprometidos por dignidad en una histórica cruzada nacional: la demolición del
podrido andamiaje de la dictadura perezjimenista y la formación de un gobierno
provisional de equilibrio político. Un gobierno que tenga objetivos bien
definidos:, que restablezca las libertades públicas, que retire el ejército de
su actual plano de indebido predominio político y lo coloque en su función
natural de cuerpo técnico profesional, y, por último, que encauce a la nación
definitivamente hacia el sosegado ejercicio de su soberanía, de modo que el
pueblo pueda elegir libremente a quienes deban dirigir en firme la
transformación democrático-revolucionaria del país hasta lograr plenas y satisfactorias
condiciones de bienestar social y una adecuada independencia económica en el
campo internacional.
Al
lado de los demás partidos, Acción Democrática tiene señalado - por su inflexible trayectoria revolucionaria
y por su capacidad combativa- un papel primordial en esta decisiva cruzada de
la liberación nacional. Y para cumplirlo honrosamente, propiciamos de la manera
más resuelta un permanente estado de rebelión civil, una indesmayable ofensiva
de oposición popular, que mantenga agresivos y encrespados los ánimos de todos
los venezolanos contra la humillación de que somos víctimas para impedir en
todo momento que la dictadura de Pérez Jiménez se estabilice sin resistencia.
Una rebelión de opinión que obligue a las fuerzas armadas –mediante la poderosa
presión de todos- a libertarse también ellas del deshonroso dominio personalista y sanguinario de Pérez
Jiménez, o que logre abrir ancho cauce para el estallido de una vasta e incontenible
insurrección popular, a fin de que sean las honestas manos del pueblo las que
despedacen implacablemente el ya desquiciado aparato inmoral del absolutismo.
Dentro de breves días, las masas populares recibirán indicaciones
precisas sobre la forma contundente de iniciar esta nueva y mas activa y
beligerante etapa de la resistencia civil. Y para garantizar que esta sea la
acción permanente que coordine a todos los sectores populares, de todos los
demócratas del país, estamos acelerando la ejecución de las siguientes medidas.
Estamos implantando con rígida severidad un reajuste organizativo de
nuestro aparato partidista -que tan
victoriosamente ha resistido en estos cuatro años las más tremendas y
sanguinarias embestidas de la represión policial y la mas sañuda represalia
moral y económica contra sus militantes- a fin de que responda con mayor
agilidad, más firme resistencia en su contextura interna y mayor capacidad de
movilización sincronizada de las masas, en esta decisiva batalla contra la dictadura.
Por los canales confidenciales del partido están siendo transmitidas las
instrucciones concretas sobre este plan reorganizativo. Debe responder a la
consigna de que “ningún ciudadano podrá considerarse miembro de Acción
Democrática si no milita activamente en su respectivo grupo político de base”.
Al
mismo tiempo, estamos estableciendo un ágil mecanismo de organización para
movilizar a todos los hombres y mujeres sin partido que se están acercando a
nuestras filas para pedir una activa participación en la lucha por la
liquidación de esta humillante etapa de nuestra historia nacional. Ante ellos,
nuestro partido deberá actuar con gran amplitud de criterio, respetándoles las
propias convicciones ideológicas, pero unificándolos en la lucha común por la
recuperación de la soberanía, con la consigna de que “ningún ciudadano
demócrata, aunque no milite en partido alguno, debe permanecer inactivo en la
presente ofensiva contra la tiranía”.
Luego propiciaremos con todas las demás fuerzas políticas organizadas un
plan de rebelión civil contra la dictadura. Buscaremos en esa coordinación
“acción coincidente” de tipo práctico, conservando cada partido su
independencia ideológica y su autonomía organizativa interna. Esta coordinación
debe responder a la consigna de que “todas las fuerzas políticas están
obligadas a hacer respetar la soberanía nacional con los medios de que
dispongan”.
Finalmente, debemos inciar con audacia una implacable ofensiva de
rebelión civil en todos los campos de la vida nacional. Todos los partidos,
todos los hombres y mujeres, todos los venezolanos dignos debemos desatar una
coordinada y certera acción multitudinaria hasta lograr oponer a la tiranía en
la mortal disyuntiva de reconocer la soberanía nacional o aniquilar
sangrientamente a todo el pueblo venezolano. Actuaremos realistamente. Con
clara conciencia de que nuestro poder no es otro que el gran poder de un pueblo
enardecido porque se le ha vejado y se le ha humillado brutalmente. Actuaremos
sin la menor vacilación. Sabedores de que el pueblo no tiene armas de guerra
porque siempre confió ingenuamente en que las armas de los cuarteles eran para
defenderlo y ahora están siendo utilizadas en su contra. Pero convencidos de
que la gran tragedia política que entristece a la nación por permite plantearse
el dilema simplista de combatir con armas o no combatir. Porque el patriótico
reclamo nacional está concebido en otra forma inexorable: si no combatimos
ahora hasta triunfar, el pueblo será esclavizado ignominiosamente por tiempo
indefinido. El pueblo tiene que defender ahora mismo su libertad a cualquier
precio y con los medios que tenga en sus manos. El pueblo tiene que combatir
con sus propios recursos, los interminable recursos de la acción de masas, que
en nuestro país existen en condiciones invalorables para la conquista del
triunfo. Somos la mayoría de la nación. Somos todo un pueblo. La dictadura está
desasistida de todo respaldo social y de todo apoyo moral. Una indoblegable
decisión de lucha alienta prodigiosamente nuestros corazones. Una fe
desbordante enciende nuestra sangre. Contamos en resumen, con preciosos
factores humanos y morales suficientes paran dotar nuestra capacidad de combate
de un poderío mil veces más fuerte que las mas aceradas corazas del despotismo.
Caracas 24 de diciembre de 1952
Por el Comité Ejecutivo Nacional de ACCION
DEMOCRÁTICA
Alberto Carnevali
( Secretario General)
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Coronil Hartmann
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