Estando
ya a diez días de las elecciones del 8D, procede hacer una recapitulación de lo
que tal fecha significa y de cuánto depende de lo que allí ocurra. O más
exactamente, cuánto depende de lo que nosotros hagamos que ocurra.
Para
empezar por esto último, hay algo que tiene que estar completamente claro. La
única forma en que la fecha del 8D no constituya un triunfo para la oposición
democrática y unida es que los ciudadanos que no están de acuerdo con este
gobierno se abstengan de votar en una proporción mayor a la que lo hagan los
votantes oficialistas. La conclusión es obvia: hay que ir a votar.
Hay mil excusas,
motivos, razonamientos, que cualquiera puede invocar o hacer para no ir a
votar. Todos nos los sabemos de memoria. Pero una vez que todo se ha dicho,
queda en el fondo, como una realidad transparente e indiscutible, que todos y
cada uno de los que se abstuvieron contribuyó a que el oficialismo obtuviera un
triunfo que no corresponde a lo que la mayoría del país piensa, o a que su
derrota fuera menos amplia de lo que hubiera correspondido al verdadero sentir
nacional.
Argumentos
A
lo largo de la campaña, los dirigentes de la oposición, los candidatos de la
Mesa de la Unidad Democrática, Henrique Capriles Radonski, han ofrecido toda
una batería de argumentos para llevar a la gente a votar y para que lo hagan
por esos candidatos. Los argumentos válidos van desde lo más local, a lo más
nacional. Todos ellos ciertos, y todos ellos pertinentes, en grado variable
según las circunstancias de cada municipio. La campaña de los candidatos ha
sido en general excelente y es muy satisfactorio ver que los candidatos de la
oposición democrática son de gran calidad. Lo han mostrado en sus campañas, en
las que han hecho gala de gran estatura y gran sentido de sus propias
circunstancias, a lo hora de mezclar los elementos de la política local con los
de la política nacional.
En
cuanto a lo que está en juego en las elecciones del 8D, ha habido una variedad
de mensajes, que creo se pueden resumir y unificar en algo como lo que sigue.
De ser, como con seguridad serán si vamos a votar masivamente, favorables a la
oposición democrática, se abrirá un nuevo panorama político en el país. Quedará
consagrada una nueva mayoría. Será un veredicto de la ciudadanía en cuanto a
que rechaza el rumbo que el gobierno le quiere imponer al país. Este es un
resultado de importancia fundamental. Será un poderoso mensaje para el país y
para el mundo. No podemos perder la oportunidad de enviárselo y de enviárnoslo.
Tanto más poderoso y genuino será ese veredicto, cuanto que ocurrirá poco
después de las medidas que el gobierno ha tomado para forzar una disminución de
precios de numerosos artículos. Se suponía que tales medidas debían redundar en
un aumento de la popularidad del gobierno, y el que siendo tan efectistas como
lo son no vayan a lograr su objetivo, subraya la solidez del rechazo al rumbo
gubernamental.
Consecuencias
Las
consecuencias exactas de un triunfo opositor dependen de muchos factores, por
lo que no es posible predecirlas con la precisión que muchos quisieran.
Dependen, por ejemplo, de cómo lea el gobierno un resultado adverso. Dependen
de la magnitud del triunfo. De tantas otras cosas. Lo que quedará establecido
es que la legitimidad democrática del proyecto político y económico que el
gobierno proclama habrá quedado destruida. Que quede destruida la del gobierno
mismo dependerá, como acabo de decir, de cómo reaccione éste ante su derrota.
Si se empecina en continuar por un camino al que el país dice no, se agravarán
todas las crisis: la política, la económica, la social, la espiritual, en un
infernal círculo de retroalimentación. Si lee los resultados como todo gobierno
democrático debe hacer, como un mandato de revisión y rectificación, estaremos
en otros escenarios.
No
creo que sea necesario detallar los efectos de un triunfo gubernamental el 8D,
que sólo puede ocurrir si nosotros mismos, con nuestra abstención, lo
producimos. Por ello he escrito este artículo en tiempo futuro y no en
modalidad condicional. "Será", "ocurrirá"; en vez de
"sería", "ocurriría". No se puede aceptar la posibilidad de
que seamos tan ciegos como para no ver que el triunfo del 8D es un imperativo
al que no podemos fallarle y que abrirá las puertas a una nueva situación
política de la que todos los venezolanos, la democracia, el país como un todo,
saldrán fortalecidos.
dburbaneja@gmail.com
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