Los
acuerdos que acaban de ser rubricados entre las grandes potencias e Irán en
torno a los temas atómicos pudieran tener un significado especial para China,
si el compromiso de reducción del arsenal nuclear continúa con pies firmes al
cabo del período de seis meses de prueba que le ha sido concedido. De ser así,
Irán reiniciaría sus exportaciones de crudo a terceros países.
Aunque
en la última década Irán enfrentó sanciones económicas crecientes de parte de
los Estados Unidos por sus acelerados programas de enriquecimiento de uranio
que perseguían la construcción de una bomba atómica, China, como cliente iraní, se encontraba en el lado de las excepciones.
A los bancos chinos no se le aplicaban las penalidades impuestas por el Congreso norteamericano a
quienes sirvieran de conducto para el comercio con el país persa. Intermediar
en transacciones comerciales con el Banco Central de Irán ocasionaba la
prohibición de desarrollar negocios en Estados Unidos, pero China gozaba de un
régimen diferenciado por encontrarse entre la lista de países que habían
sufrido una significativa caída de su aprovisionamiento de crudo.
Tal
excepcionalidad, sin embargo, había llegado a su término en junio de este año
después de haber sido extendida por tres semestres consecutivos. La
administración Obama se había hecho de la vista gorda en la aplicación de las
sanciones a China, de entonces a esta parte, toda vez que con la salida de
Ahmadinejad del poder, el mundo entero se había involucrado en un proceso
negociador con el nuevo gobernante Rohani
y se atisbaba una esperanza de detener, a través de tratativas, la
carrera nuclear emprendida por el díscolo país islámico.
En
Beijing, sin embargo no dormían en paz en la espera de un resultado que le
permitiera retornar a las épocas de alto suministro de crudo iraní y de precios
más favorables para el barril de energía fósil. Hay quienes aseguran que en las
últimas semanas su participación en las
negociaciones de sus iguales ─Estados Unidos, Rusia , Gran Bretaña, Francia y
Alemania─ con los representantes iraníes fueron mucho más activas que en el
pasado, representando ello un cambio notorio en su tradicional posición de no
intervención en asuntos de terceros países, que tanto Hu como Xi han enarbolado
en casos tan emblemáticos para la humanidad
como el de la guerra en Siria.
La
estructura del sector energético chino que se caracteriza por una miríada de
pequeñas refinerías “cafeteras” le había permitido, igualmente, sortear
parcialmente las penalidades del embargo
sustituyendo sus importaciones de crudo iraní por fuel oil de ese país, ya que
este rubro no forma parte de los bienes sujetos a sanciones. Solo en septiembre
de este año, China le compro a Irán 2,75 millones barriles de fuel oil por un
valor de 800 millones de dólares.
Las
autoridades del gigante chino tienen hoy plena conciencia que las excepcionalidades no son lo adecuado
para mantener relaciones sanas con el gigante norteamericano y que, por ello,
es imperativo que Irán se comprometa a frenar sus ansias nucleares y se
involucre seriamente en el cumplimiento de los acuerdos de Ginebra en los seis meses que hay por
delante.
En
este periodo, veremos a los chinos desplegar lo mejor de su diplomacia
internacional y de su poder de convicción con sus vecinos iraníes. Y por si
acaso, como en occidente, prenderán a cada santo una vela.
bdemajo@gmail.com
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