Las
recientes elecciones presidenciales de Chile ofrecen la oportunidad para
reflexionar sobre el presente y el futuro de la democracia en esta parte del
Continente. El ejemplo de ese país ha sido admirable.
Al desastre socialistoide
a la cubana que tuvo a Salvador Allende como protagonista, con Fidel Castro
hasta personalmente a su lado, siguió el régimen militar, dirigido por el
general Augusto Pinochet.
Fueron unos cinco primeros años de dictadura férrea.
La necesidad de ordenar la casa llevó a una extrema represión. Imperdonables
excesos han contribuido a que las izquierdas comunistoides del mundo pretendan
santificar el recuerdo de Allende y satanizar a Pinochet.
Luego vinieron cinco
años más de dictadura blanda, con el acento en lo económico para reconstruir el
desastre de los ocho años anteriores.
Chile creció económica y socialmente de manera
extraordinaria, como lo reconoció el mundo entero. Después se inició una etapa
de franca apertura hacia la democracia.
Fueron legalizados los partidos,
libertados lo presos que aún existían y se autorizó el retorno legal de
exilados y asilados.
Mediante consultas populares progresivas se sellaron los
acuerdos con las fuerzas opositoras. En nombre de la Concertación Nacional,
entiéndase oposición, fue elegido frente a la dictadura al jefe del partido
Demócrata Cristiano, Patricio Aylwin, como Presidente de Chile.
La Concertación
gobernó cuatro períodos sucesivos con Eduardo Frei hijo y los socialistas
Ricardo Lagos y Michelle Bachelet hasta que la llamada derecha chilena, siempre
con una enorme votación popular, alcanzó el gobierno con el actual presidente
Sebastián Piñera.
Hago
el recuento para destacar la importancia de la continuidad en lo político,
económico y social en cuanto a la reconstrucción democrática. Con diferencias,
algunas serias, y visiones diferentes desde ideologías distintas, todos han
girado alrededor del centro. Ni demasiado a la izquierda, ni a la derecha. Para
todos los sectores ha sido fundamental el respeto a los principios generales de
la democracia. La libertad es un hecho y la vigencia de los derechos humanos
una realidad. Chile es, quizás, el único país de Latinoamérica con proyección
de país desarrollado.
Sin
triunfar en la primera vuelta del 17 de noviembre pasado, Michelle Bachelet,
candidata de la Concertación, obtuvo una notable ventaja frente a Evelyn
Matthei, candidata de la llamada derecha. Deberían repetirse los resultados en
la segunda ronda, pero nunca se sabe. El 51% de abstención es altamente
preocupante para todos.
Algo está pasando. Sin embargo, debemos destacar que
los programas de ambas candidatas bordean el centro, sin excesos peligrosos
para la estabilidad del sistema.
oalvarezpaz@gmail.com
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