La
ciudad es el hombre. Consigna que resume toda una filosofía para los gobiernos
de las ciudades. Desafortunadamente, este lema no ha inspirado las gestiones
municipales de los alcaldes que han gobernado los 335 municipios que existen en
el país. Las generalizaciones, no siempre son afortunadas. Por ello, es justo
reconocer que han habido ejemplos de gestión que se aproximan a este concepto
(la alcaldía de Cantaura es uno de ellos) y que la conflictividad política ha
impedido a estos burgomaestres llegar a acuerdos para diseñar una visión
compartida de ciudad.
Ahora
bien ¿qué significa esta consigna? ¿Cómo podríamos visualizarla en materia de
políticas públicas? Sin aspirar agotar el contenido implícito en estas
interrogantes, me voy a permitir desbrozar algunas ideas. Bien, en principio,
implicaría la formulación de una visión y la definición explicita de una
vocación para la ciudad. Sí la ciudad es el hombre, entonces, habría que
diseñar espacios para los peatones (aceras amplias y cómodas que inviten al caminar);
zonas con una alta densidad de áreas verdes (jardines, parques, plazas etc.);
complejos culturales para el esparcimiento espiritual de la población; sistemas
de transporte masivos y amigables para el ciudadano; reconocimiento que los
barrios, lejos de constituir un problema, forman parte de la solución; impedir
que los intereses inmobiliarios sean los que definan la vocación de la ciudad.
En fin, estos sencillos ejemplos, implican la construcción de un nuevo marco
cognitivo que permitiría una nueva apreciación del fenómeno urbano y desechar
los viejos conceptos que inspiraron las políticas públicas municipales del
pasado.
En
este ámbito existen experiencias que han roto los paradigmas tradicionales. Me
voy a permitir aludir algunas de ellas. En el plano de las ideas, por ejemplo,
académicos y activistas han comenzado a advertir sobre los peligros que implica
una sola visión de las cosas. Nuestras vidas, nuestras culturas, están hechas
de muchas historias interrelacionadas. Si solo escuchamos una historia, sobre
el país o las personas, corremos el riego de deformar la comprensión sobre
nuestro entorno. El sacedorte salesiano Alejandro Moreno, por ejemplo, en un
conjunto de artículos publicados en el diario El Nacional, ha razonado sobre
este tema. Ha evidenciado el hiato existente entre el mundo de vida de nuestras
élites y el de los sectores populares. "No se piensa a partir de la manera
de pensar del mismo pueblo sino desde concepciones elaboradas en sistemas de
ideas producidos fuera de él" En el marco de esta asimetría se trazan
políticas públicas que no reconocen “la otredad del otro”. De ahí el concepto
"rancherización" para descalificar ciertas iniciativas del urbanismo
popular.
Distintos
analistas, antropólogos, urbanistas, periodistas han comenzado a construir un
nuevo marco cognitivo que permite apreciar, con nuevos lentes, el surgimiento
de las comunidades extra urbanas. Para esta visión el tema sustantivo no es la
pobreza urbana. Lo medular es reconocer que los barrios constituyen formas legítimas
de desarrollo y, en consecuencia, la "ciudad" debe involucrarse con
estas poblaciones. Estos habitantes son los que están construyendo las ciudades
del futuro. Robert Neuwirth, autor de los libros Shadow Cities y Stealth of
Nations (Ciudades sombra y Naciones furtivas) encuentra que las comunas del
mundo –donde un millardo de personas ahora tiene sus hogares– son centros de
trabajo e innovación intensos.
Citemos
dos ejemplos urbanos cercanos a nosotros. Curitiba y Río Janeiro. Eduardo Paes,
alcalde de esta última ciudad, ha diseñado un plan de cuatro ejes susceptibles,
a su juicio, de ser aplicados en cualquier ciudad: 1) propiciar espacios
abiertos para el encuentro; 2) desarrollar ambientes amigables; 3) integración
y movilidad de los ciudadanos y 4) la comprensión de que los barrios, no
siempre son el problema, y pueden ser parte de la solución. Y, Jaime Lerner,
exalcalde la ciudad de Curitiba, entiende que las urbes constituyen la solución
para la mayoría de los grandes problemas de la nación y la humanidad y
desarrolló políticas que explícitamente reconocen que la ciudad es el hombre.
Una de esas políticas, es la denominada “acupuntura urbana”. Esta práctica hace
hincapié en la importancia de la comunidad a través de pequeñas intervenciones
en el diseño de las ciudades. "Se tratan de intervenciones puntuales que
se pueden realizar rápidamente para liberar la energía y crear un efecto dominó
con resultados enormemente positivos".
Para finalizar me voy a permitir esta reflexión. Las venideras elecciones municipales tienen una importantísima significación de carácter nacional. El pensamiento progresista debería hacer suya la consigna con la cual iniciamos este artículo. Este concepto, la ciudad es el hombre, permitiría enlazar lo nacional con lo local. Esta conexión facilitaría ahondar el sentido plebiscitario que inevitablemente impregnará a estos comicios.
acostnelson@gmail.com
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