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Pocos recuerdan los momentos
apremiantes que vivió Rafael Caldera en los comienzos de su mandato, cuando
falto de todo piso político no hallaba literalmente de qué palo ahorcarse.
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J.V. MAQUIAVELO RANGEL |
Bajo
esa circunstancia, se celebró una importante reunión en casa del futuro
operador político del régimen que ya se avizoraba, José Vicente Rangel. Entre
los asistentes, desde luego el gran gurú del régimen al acecho, don Luis
Miquilena; el líder de la llamada izquierda democrática, Teodoro Petkoff; el ex
teniente coronel Hugo Chávez, amnistiado con generosa celeridad por el
personaje en discusión; algún empresario por entonces chavista declarado y uno
que otro periodista y un directivo del canal de televisión que hasta entonces
pusiera y depusiera presidentes, de propiedad de un otrora apóstol de nueva
burguesía. El pretexto: una monumental paella encargada por doña Anita Ávalos
de Rangel, a un conocido restorán cercano al domicilio de los gentiles
anfitriones, en La Florida. El tema: qué hacer con el tambaleante anciano
chiripero, aferrado al clavo ardiente del golpismo sobre cuya ola surfeara para
empatarle el partido de presidencias en ejercicio a su ancestral adversario y
mortal enemigo, Carlos Andrés Pérez.
En vísperas del inicio de una
semana que se pronosticaba extremamente noticiosa, se fueron asignando roles
para cada uno de los presentes, todos ellos ya comprometidos para entrevistas
en programas matinales de televisión. El objetivo: resaltar la fragilidad de un
gobierno tambaleante y avanzar posiciones en el tablero político con el
objetivo de avanzar hacia un eventual jaque mate. Sólo Hugo Chávez tuvo la
clarividencia y el ánimo como para asegurar que él no se andaría por las ramas,
y le pediría directamente la renuncia. Cosa que hizo. Él ya comprendía que todo
se conjuraba para entregarle el Poder en bandeja de plata y mientras más celeridad en dar el paso,
menos problemas para él y los suyos. Todos los presentes comprendían en
profundidad la naturaleza de la crisis de gobernabilidad que se vivía y la
necesidad de sacar a Caldera con viento fresco. Sólo uno se excusó de asumir su
papel en los Idus de don Rafael, en lugar de lo cual corrió a echarle el cuento
de lo que se cocinaba en los fogones del golpismo vernáculo. Fue premiado con
un ministerio de lujo – el primero y último de su vida - a cambio de prestarle
una de las muletas, la de la llamada izquierda democrática. La otra se
encontraba presta en la carpintería de Acción Democrática bajo las indicaciones
del caudillo monaguense Alfaro Ucero.
Así fue como don Rafael pudo
culminar su mandato y contribuir a la construcción del puente que nos trajo a
estos lodazales. Que tras catorce años de manguareo se enturbian al extremo de
demandar otros concursos, si bien con parecidas contribuciones. En el centro
del debate los mismos factores, más algunos asomados en estos 14 años de
contubernios, alianzas, acomodos y complicidades. El mismo editor, los mismos
operadores, las mismas tendencias políticas, con la sumatoria de las nuevas
caras de la llamada nueva política.
No cambia la paella, no cambia
el restorán, no cambia la mansión, no cambia la mesa ni los comensales. Pero la
crisis de un decrépito anciano tambaleante que ya reposa el sueño eterno se ha
trastocado en la agonía de un caudillo con tremendos aprestos y el gobierno en auxilio se ha extendido
hasta convertirse en régimen y conmover los cimientos de la República misma.
Vivimos la más grave crisis existencial de la República en su historia
bicentenaria. No bastan las muletas.
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Basta haber presenciado la
alocución presidencial de este sábado por la noche y haber seguido las
intervenciones de los diputados el mediodía del domingo, para concluir
deduciendo la gigantesca hondura y gravedad alcanzados por la crisis que hace
15 años se resolvía con una paella en casa de los Rangel Ávalos, una asistencia
del tosco y ágrafo secretario general de un partido histórico maleado hasta el
tuétano y un nombramiento ministerial para el perdedor nato de la historia
política venezolana. Venezuela soltó amarras y naufraga a la deriva. Gústeles o
no les guste, sépanlo o ignórenlo sus desventurados pasajeros.
En primer lugar: el presidente
se muere. O, si sobrevive, lo hace al precio de una amenaza mortal que lo
incapacita para culminar su período – de hecho vuelve a escaparse al único
lugar del planeta donde lo pueden congelar, cuartear, animar, graficar, zurcir,
tatuar, pegar, inflar, convertir en semblante electrónico y transformarlo en un
títere manejable a control remoto a los fines de sus titiriteros, sedientos y
hambrientos insaciables de los recursos que administra. Hasta podrían
permitirse la broma macabra de ponerle punto final a su existencia un 17 de
diciembre, para lograr el tercer récord venezolano de fechas ilustres para
muertes de caudillos primarios.
En segundo lugar – y esta no es
ninguna mera hipótesis de trabajo – se muere con absoluta seguridad luego de
asumir su mandato el próximo 13 de enero de 2013, si lo asumiera. Pues ayer
noche el propio electo nos expresó sin ningún género de dudas, que mintió
descaradamente jurando que estaba absolutamente sano como para ser electo,
sabiendo él, los hnos. Castro y seguramente el entorno que anoche ponía cara de
circunstancias, que el cáncer se lo estaba devorando, que su gravedad no era ni
es reversible, que se muere o se muere en los próximos meses, que todo lo que
se intente es paliativo y que en buen cristiano, se lo lleva la chingada, que
ya lo jala de sus extremidades inferiores.
En tercer lugar, que burlándose
del país, las instituciones y sus ciudadanos volvió sólo a escenificar una
ceremonia absolutamente humillante, extemporánea, dictatorial e inaceptable en
una democracia moderna, por subdesarrollada que sea, como proceder según las
viejas tradiciones monárquicas a ungir a su sucesor – nada más y nada menos que
con la espada del Libertador, como si del Rey Arturo y su Excalibur se tratara
– deshaciendo el nudo gordiano en que se debaten las dos fuerzas encontradas en
el interior del chavismo: las militares nacionalistas representadas por el por
ahora derrotado Diosdado Cabello y las castro comunistas presididas por los
Castro y el G2, representadas por el ungido, Nicolás Maduro.
En cuarto lugar, que como si de
una tierra arrasada se tratara y no existiera más realidad que la que
representan las sierpes, cocodrilos y tiburones del PSUV y sus aliados
uniformados, puede el representante de los Hnos. Castro decidir lo que sucederá
en Venezuela cuando desaparezca. Dejando atado y bien atado lo que considera su
cuartel de Tierra Firme. Y el país, ¿qué?
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Dada la inmensa gravedad
alcanzada por la crisis con las recientes y tardías revelaciones del presidente
de la República, inútiles conjeturas y juego con cartas marcadas si no proceden
a una inmediata separación del cargo, como de hecho pautan los hábitos de
democracias adultas y consolidadas, no es del caso referirse al talante
intelectual, moral y político de los representantes de la oposición
democrática. Que deberían haber salido al unísono a exigir esa inmediata
separación y el cumplimiento sin demora ni menoscabo de los pasos que pauta la
Constitución para el caso que nos aflige.
Si Chávez no puede culminar su período, lo que es un hecho, que asuma el
mando y culmine el período el vicepresidente de la República. Si no puede
asumir el 13 de enero de 2013 en su calidad de presidente electo, por espuria
que haya sido esa elección dado el ocultamiento de un dato tan trascendental,
que lo asuma el presidente de la Asamblea y convoque a nuevas elecciones
presidenciales en un lapso no mayor a los días expresamente pautados para tal
fin.
La humanidad, en cuyo nombre
suelen cometerse las más atroces tropelías, no tiene absolutamente nada que
buscar en el caso. Quienes comienzan por recurrir a sus principios humanitarios
apostando sus haberes al pronto restablecimiento de la salud presidencial –
como si padeciera de una virosis gástrica - olvidan sus deberes patrióticos y
constitucionales y demuestran carecer de la más elemental estatura intelectual
y política como para cumplir el mandato para el que fueron electos. Poniendo al
desnudo la grave falencia en cultura política, experiencia y grandeza que asola
a quienes tienen la inmensa responsabilidad de enrumbar al país en medio del
naufragio en que nos encontramos.
Vivimos la más grave crisis
existencial de nuestra historia y estamos al borde de despeñarnos en el abismo
del caos, la desintegración y el enfrentamiento. La oposición, lejos de
cabildear buenos propósitos o buscar acomodos de partidos mediante acuerdos
espurios, debe unirse bajo una voluntad férrea, mirar al futuro, asirse a los
principios constitucionales y enfrentar cualquier propósito golpista por parte
de aquellos sectores que tratan al país como a un cuartel y creen ser dueños de
una Nación que le pertenece a 28 millones de venezolanos. Jamás debió aceptarse
que el presidente de Venezuela, electo por millones y millones de venezolanos,
entregue su destino a brazos extranjeros, interesados en la posesión de
nuestras riquezas y el control de nuestras instituciones. Jamás debió
autorizarse su salida sin informes médicos de comprobada seriedad y
cientificidad. Y jamás debió aceptarse que los diputados que representan a la
mayoría nacional se convirtieran en comparsa de fanáticas y fanáticos
seguidores asalariados de una facción del país que detenta el poder sin
respetar la composición real de nuestro país político.
La oposición venezolana debe
asumir su grave responsabilidad ante la historia. De no hacerlo, no tendrá
perdón ni excusa. El futuro le exigirá rendición de cuentas.
sanchezgarciacaracas@gmail.com
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