lunes, 1 de junio de 2015

CARLOS BLANCO G., AQUÍ Y AHORA MUECAS DEL CAOS

El torbellino se ha instalado. El régimen está asediado no por una conspiración mundial sino por la tempestad que desató. Los que dirigen el Estado juran estar frente a un complot, no entienden que el sistema rompió sus equilibrios y no los encontrará sin un cambio mayor. El país está en transición, aunque no necesariamente hacia la democracia.

Era posible esperar que la alternativa a este régimen fuese la oposición, mediante una transición ordenada que incluyera alianzas con sectores del chavismo. Sin embargo, no es ese objetivo el que se plantea para este momento la corriente dominante opositora.

En 2014 “la salida” buscó el cambio constitucional del régimen bajo diferentes modalidades (Constituyente, renuncia, Congreso Ciudadano) en el marco de una protesta, poderosa y sin dueño, que conmovió el país. Esas propuestas fueron derrotadas. Quien esto escribe acompañó la tesis de “la salida” por la vía de la renuncia porque parecía lo menos costoso para el país, sobre todo si se ve lo que resulta del madurismo prolongado. Quienes compartimos “la salida” cometimos errores, el fundamental fue no evaluar correctamente las fuerzas que podían acompañar esta propuesta; especialmente, no se previó la brutal reacción criminal por parte del gobierno, ni que los otros sectores de la oposición buscarían deslegitimar la idea de “la salida” con la fuerza con que lo hicieron. Y ellos ganaron.

Con la derrota de “la salida” o de la renuncia, caben dos grandes escenarios, la estabilización del régimen y, de lograrse la mayoría en las inciertas elecciones de Asamblea Nacional, su eventual sustitución por referéndum o en 2019. Pero si Maduro no logra estabilidad y la crisis es de tal profundidad e inminencia, como pareciera, con el régimen desbaratado y una oposición que no promueve su reemplazo anticipado, el escenario caótico puede ser “resuelto” por una de tres vías o su combinación: 1. Una “explosión social”, nombre-código de una situación de desobediencia espontánea, muy riesgosa y sin dirección, debido a las penurias provocadas por la escasez, la inseguridad y la inflación; 2. Una transición chavista, dentro del régimen, que propicie la eyección de unos y la llegada de otros, en un mar de intrigas en marcha; y 3. Algún tipo de intervención militar (el propio gobierno insiste en que tales conspiraciones existen) sea suave (“mira mijo, renuncia”); sea fuerte (“apúrate, que el avión está listo para despegar”).

Dos tesis opositoras contrapuestas que, a pesar de todo, convergen en participar en las elecciones parlamentarias.

Carlos Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com

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OSWALDO ÁLVAREZ PAZ, CAMBIO RADICAL URGENTE,

Ser radical es ir a la raíz de los problemas. Sin descuidar las consecuencias hay que ir a las causas. Se necesita de conocimiento, convicción y coraje para emprender las tareas que reclama la necesidad de un cambio radical y urgente. Partimos de un principio respaldado por la historia universal. Los países, como sus habitantes, nunca tocan fondo. Siempre pueden estar un poco peor. Se toca fondo cuando las cosas que se hacen mal empiezan a hacerse correctamente. Entonces el cambio se va haciendo realidad progresivamente.

En Venezuela no hay solución posible mientras el actual régimen se mantenga. Probadamente incompetente, corrompido y corruptor desconoce todo el ordenamiento jurídico y con ello, condena a la nación a una desesperante indefensión frente a los grandes males que la azotan. Hoy no sólo está reducido el espacio para el ejercicio de la libertad. Está en peligro la existencia misma de las personas naturales y jurídicas. A nuestros compatriotas les diremos, una vez más, que si quieren conservar lo mucho o poco que tienen, la vida, la libertad, el derecho a trabajar en paz, la seguridad de la familia, tienen que despertar y rebelarse definitivamente. Sé que la indignación supera al miedo, al justificado temor frente a la represión de la dictadura, pero hay que superar la comodidad y molicie de muchos que estarían obligados a encabezar la rebelión democrática. Muchos vacilantes recelosos esperan de los otros, confiando en que otros resuelvan. Olvidan que esta tarea es de todos los que estamos en la misma escala de valores y principios en que fuimos formados.

Los escándalos recientes relacionados al narcotráfico nacional e internacional, a la corrupción enorme detectada en la FIFA y afiliados en varios continentes, ofrecen justificación más que suficiente para actuar. Se suman al drama de la inseguridad, alto costo de la vida, escasez y deterioro de la planta física de un país en ruinas. Estoy convencido. Es la hora. Para liquidar este régimen no es necesaria mucha gente, ni excesos de valor. Pero la acción debe encabezarla gente digna y justa que, por el solo hecho de estar, le de trascendencia irreversible a la acción.

Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz

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ANTONIO JOSÉ MONAGAS, VENEZUELA, UN PAÍS CON MUCHO DE NADA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Venezuela se transformó en un cuadro de abatidas realidades. O fue desbordada por el tormentoso síndrome de “sálvese quien pueda”.

UN PAÍS CON MUCHO DE NADA

A decir por lo que diariamente vive Venezuela en término de sus realidades políticas, jurídicas, sociales, culturales, morales, administrativas, financieras, económicas y hasta emocionales, no hay duda en afirmar que se encuentra peligrosamente enmarañada. Cualquier consideración que pueda pasearse por algunos de sus ámbitos, tiende a concluir en el infortunio que la acosa. Hay quienes manifiestan que el país se halla desbaratado. O está casi al borde del colapso, de la mengua, de la bancarrota, pues perdió su dirección y su sentido. Basta con leer los titulares de la prensa del día para advertir tan dramática situación.

Las realidades dan cuenta de violencia, inseguridad, abusos, corrupción, chantaje, inflación, especulación, desabastecimiento y protestas a todo dar. Estos son algunos de los tópicos que denotan el clima de exasperación que ha curtido la piel del país en toda su extensión. Los escándalos están a la orden del día. Dicha situación, puede verse como un arrebato del desastre que bien puede compararse con una suerte de apología de la adversidad que viene pesando sobre Venezuela como producto de un proyecto ideológico no sólo obsoleto. También, inconexo con el tiempo y aislado de la democracia, la moral ciudadana y del pensamiento republicano de los cuales habla la Carta Magna.

De nada y para nada, sirvió el discurso político sobre el cual el actual régimen decantó la oferta que animó el apoyo de una buena parte de la población en los comicios de 1998. Desde entonces, Venezuela fue víctima de la política agorera que sembró la fractura de la sociedad para recoger entre sus frutos, el padecimiento de los peores males que la historia política contemporánea venezolana haya revisado y escrito en sus anales de encuentros y desencuentros.

Tenía que tocarse fondo para comprender que la errónea decisión de apostar al militarismo, no sirvió para articular la relación entre las utilidades marginales en manos de una población económica y políticamente excluida, y la acción política en una democracia en deuda. Como si aquella teoría del “caudillo–ejército–pueblo”, del argentino Norberto Ceresole, hubiese sido la solución ipso facto o inmediata a los múltiples problemas que luego se multiplicarían con el devenir de la década de los noventa la cual sólo sirvió para idiotizar el talante político del venezolano, ya agobiado por el populismo dominante.

En medio de tanta penuria, el país pujante de otrora dejó de ser la referencia exaltada por organismos contralores a través de agendas informativas y comparativas, para convertirse en escenario de opresión y desesperanza donde la muerte tiene la última palabra, el terror simboliza su camino, mientras que la iracundia encarna la virulencia. O sea que Venezuela se transformó en un cuadro de abatidas realidades. O fue desbordada por el tormentoso síndrome de “sálvese quien pueda”. La revolución tradujo una gestión de gobierno que “a paso de vencedores”, condujo al país a la atrofia de su economía, su política y de su sociedad.

No obstante la racionalidad del venezolano, utilizada como mecanismo de salvación en medio de la confiscación de su calidad de vida ordenada por el régimen para reducir sus derechos fundamentales, no fungió como un contundente factor de liberación. Se revirtieron valores. La solidaridad, por ejemplo, pasó a un segundo plano. El país vino enturbiándose, al extremo que fue desplazado del mapa emocional de muchos venezolanos por razones animadas por reveses al no lograr conciliar incertidumbre y expectativas. Aunque siempre la idea de libertad no abandonó sus sueños y luchas cotidianas.

Venezuela sigue fuera del curso democrático que pauta su Constitución Nacional. Las contradicciones son una especie de lugar común del cual todos buscan aprovecharse a manera de justificar las razones que asisten su comportamiento. Pero como excusa, no da para todo. Muchos venezolanos, se quedan. Otros, cruzan la raya entre el deber ser y el poder ser. Otros más, se abrogan la fuerza necesaria para superar las brechas políticas. Sin embargo, se atascan al primer obstáculo. De forma tal que no es fácil salir del atolladero al que llevó el régimen al país con el engañoso cuento del socialismo. Ante tales dificultades, las potencialidades de Venezuela lucen hoy inciertas. O peor aún, perdidas. Por vivirse tanto sentimiento contrariado, podría decirse: Venezuela, un país con mucho de nada.

VENTANA DE PAPEL

LAS MIGAJAS DEL DISCURSO GUBERNAMENTAL

Hablar desde la política, no es cualquier cosa. Tampoco, cuando se toma la palabra en nombre de una debida gestión de gobierno. La política es lenguaje. Sin embargo, “tanto da el agua  al cántaro, hasta que se desborda”, tal como dice al aforismo popular. Por esta razón, el discurso del oficialismo, expresado en la voz del presidente de la República, como dice la canción: sal y agua se volvió.

El discurso presidencial dejó de ser creíble. El gobernante no ha querido entender que quien presume de que nunca pierde, se estrella contra el infortunio. En ese caso, el golpe es contra la historia. El discurso de un ministro que se atreve a comparar, ante el problema del aumento salarial, la posición de un médico con la de un barrendero, retrata el exabrupto. Tal semejanza, la empleó para decir que “el barrendero es quien garantiza la salud, mientras que el médico sólo cura la enfermedad”. Según su criterio, esos oficios quedarían equiparados a nivel de salario.

Es indiscutible asentir que la cháchara oficialista se tornó insolentemente desproporcionada. Ahora, la OPSU pretende administrar total y absolutamente los cupos universitarios. Según ello, cualquier estudiante, indistintamente de aquellos cuyas limitaciones, de acuerdo a lo que describe la Constitución Nacional en su artículo 103, son “derivadas de sus aptitudes (…)”, ingresaría sin condición alguna a la educación superior. O sea que cualquiera puede acceder a la universidad, obviándose el problema que recaerá sobre el concepto y aplicación de autonomía universitaria y de excelencia académica. Todo ello, abonado y permitido por un lenguaje presidencial borroso e inexacto. Sus discursos anuncian que va a anunciar. Al final no hace ningún anuncio. Todo queda, o en el tintero, o aleteando cual brizna de paja al viento. O acaso es el lenguaje de la revolución que de tantas vueltas sobre su eje, sale cualquier proposición bruscamente despedida por la tangente. Al parecer, la línea de todo discurso gubernamental se vale de las circunstancias para aprovecharlas en su mayor beneficio. Sin importar sus efectos. Lo que importa, es “pegar primero”. Por aquello de “quien golpea primero, pega dos veces”.

Esto puede comprenderse al explicarse que ante la incertidumbre que padece la población, cualquier expresión soportada sobre enmarañadas argumentaciones lingüísticas, tiende a prestarle poca importancia al discurso. Cualquier discurso elaborado bajo tales cánones incita desconfianza, incredulidad y desaliento. O puede darse el caso de cuando el efecto es sólo emocional. Acá, la exacerbación de la emotividad se convierte en factor que motiva a creer en lo expresado. Pero sin advertir que dichos discursos están cargado de contenidos que incitan una falsa o forzada lealtad. Ello deviene en una perversión dialéctica lo cual explica que la indigencia o estrechez política que sufre el país, estuviese alimentándose de las migajas del discurso gubernamental.

 “Entre tanta cháchara, cualquier intención de arreglo gubernamental sólo queda para ocupar líneas editoriales cuya lectura no convencen a nadie de nada”

AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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LUIS DANIEL ÁLVAREZ V. CRISIS UNIVERSITARIA

En los años de vida Republicana es bastante probable que no se evidenciara momento tan hostil y álgido contra la vida universitaria como el que ahora narramos. Ni siquiera, cuando el Presidente se desempeñó como Vicepresidente habían surgido escenarios de tan marcado ensañamiento; y eso que la academia venezolana, desde los albores de la independencia, ha estado sujeta a diversos ejercicios de discrecionalidad, represión y abuso.

La visión internacional era clara respecto a los lúgubres escenarios que afrontaban las Universidades venezolanas, las cuales se veían asfixiadas bajo un mando que lejos de proferir la libertad de enseñanza y pluralidad, intentaban ser maniatadas bajo un modelo de pensamiento único en el que cualquier asomo de participación termina siendo castigado. Basta para ello observar la cantidad de estudiantes llevados a las cárceles, simplemente por proponer mejoras reivindicativas.

Diversos sectores condenan de manera enérgica la forma de proceder del régimen venezolano contra las casas del pensamiento educativo. Lamentablemente, el escenario no se plantea sólo en Venezuela, pues la región pareciera estar inmersa en macabros episodios en los que priva el modelo autocrático y una propaganda que descalifica al adversario.

Ese diagnóstico fue el que llevó a José Vasconcelos, Rector de la Universidad Nacional de México, a proferir, con valentía, un discurso el 12 de octubre de 1920 en el que pide condenar a Juan Vicente Gómez por llevar a las cárceles presos, los cuales son confinados bajo humillantes y perversos mecanismos de tortura. Es curioso que el cónsul venezolano en México, Eudoro Urdaneta, lejos de aclarar el tema de las detenciones, envió una nota de protesta al gobierno mexicano por las palabras y términos empleados por Vasconcelos contra Gómez. Luego de una disculpa enviada por el gobierno, el Rector y Ministro de Educación renunció, pues no le parecía correcto participar en un gobierno que mantenía relaciones con "una de las tiranías más monstruosas que ha conocido la historia de nuestros pueblos latinoamericanos". Sin embargo, la renuncia no fue aceptada.

En las horas aciagas que afronta la Universidad venezolana, no está de más recordar con ahínco y pasión a una figura como José Vasconcelos, uno de los grandes intelectuales mexicanos que no cesó nunca en su lucha por reivindicar la universidad autónoma y democrática que los Gómez, Estrada Cabrera y Carranza, se empeñan en silenciar, pero que no pueden, pues ellas son la esencia de la esencia de la libertad.

Luis D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva

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GABRIEL S. BORAGINA, ECONOMÍA, MORAL Y BIEN COMÚN

Normalmente se enfrenta el concepto de bien común al de bien particular tendiéndose a identificar a este último con sistemas como el capitalista, en tanto que al primero con el colectivista. No obstante, es cierto que, tanto los partidarios del capitalismo como los del colectivismo, emplean la expresión bien común como se destaca seguidamente:

"Conceptos indefinidos e indefinibles como el interés público o el bien común, que esgrimen tanto los enemigos como los defensores del capitalismo, serían resabios de una visión tribal del ser humano que sólo sirven para escapar de la moral, mas no de guía moral".[1]
Por nuestra parte, hemos sostenido –y lo seguimos haciendo- que la expresión bien común (sin calificaciones) remite al bien de todos los individuos, sea tomados como conjunto como individualmente, lo que implica que la violación de los derechos de una sola persona importa tanto una transgresión particular hacia ella en concreto como –simultáneamente- al bien común, por cuanto si hay por lo menos una persona que resulta lesionada en sus derechos se quiebra el bien común para transformarse en el bien de una mayoría contra el de una minoría.
"La justificación "moral" del capitalismo no está en la afirmación altruista de que representa la mejor forma de lograr "el bien común". Es verdad que el capitalismo permite alcanzar el bien común —si es que esa expresión efectista tiene algún significado—, pero ello constituye solamente una consecuencia secundaria. La justificación moral del capitalismo radica en el hecho que éste es el único sistema concordante con la naturaleza racional del hombre, que protege la supervivencia del hombre en tanto hombre, y cuyo principio rector es la "justicia".[2]
Resulta inaceptable para nosotros el machacón argumento colectivista que opone el bien común al bien particular o viceversa. Entendiendo que los derechos de unos no pueden violar derechos de otros (lo que sería -aparte de paradójico- contradictorio), nadie que ejerza su derecho puede ir en contra del bien común por aplicación de esta misma regla (los derechos no pueden violar derechos). Esto tiene inmediata aplicación práctica, por cuanto quien reclame el ejercicio legitimo de su derecho de propiedad no puede ser acusado de ir "en contra" del bien común. De la misma manera que, nadie en nombre del bien común puede impedir u obstaculizar que otro ejerza su legítimo derecho de propiedad, ya sea en forma individual o por medio de cualquier clase y especie de legislación, y ya fuere un particular quien lo intente o sea el gobierno mismo. En este último caso, quienes estarían violando el bien común serian ese particular o ese gobierno que pretenda restringir derechos de otros, como -por ejemplo- el de propiedad.
"el proceso de elaboración y decisión sobre políticas públicas necesita de sólidas instituciones que permitan su implementación en aras del bien común, evitando las presiones de los sectores afectados y superando los problemas de información e incentivos que afectan al mercado"[3]
Este enfoque parece contraponer el bien común al bien sectorial o de determinados grupos, lo que da a entender la expresión utilizada por el autor ("sectores afectados"). De ser esta la interpretación correcta se enmarca dentro de lo que afirmamos en el párrafo anterior. No obstante, no podemos dejar de señalar el peligro que representa la elaboración de políticas públicas por parte de los miembros de las burocracias políticas y gubernamentales, justamente por el fuerte incentivo que estas tienen a favorecer precisamente a "sectores afectados", convirtiéndolos en sectores privilegiados, lo que, nuevamente, a nuestro criterio, viola el bien común. De esto último da buena cuenta la siguiente cita:
"La opinión general -cuidadosamente cultivada, claro está, por el Estado mismo- es que los hombres se dedican a la política o ejercen el gobierno motivados sólo por su preocupación por el bien común y el bienestar general. ¿Qué es lo que confiere a los gobernantes la pátina de una moral superior? Quizás el hecho de que la gente tiene un conocimiento vago e instintivo de que el Estado está involucrado en el robo y la depredación sistemáticos, y siente que sólo una dedicación altruista por parte del Estado hace tolerables estas acciones".[4]
Como han demostrado autores como James Buchanan y Gordon Tullock, las motivaciones que animan a los políticos -ya sea en función de gobierno o como aspirantes a ocupar posiciones de poder dentro del mismo en cualquiera de sus estructuras- es ni más ni menos que la de cualquier otra persona común y corriente. No están inspirados en el bien común más que en sus propios intereses personales, y con la mira puestas en su bien privado y particular como el menor en poder de los ciudadanos. En realidad, están menos infundidos en el bien común que en su bien personal y privado. La visión romántica -e infantil- del político como "defensor" y "representante" del bien común es increíblemente mayoritaria no obstante.
"En la medida en que se construían las fábricas y comenzaban a emitir humo, destruyendo las huertas de los granjeros vecinos, éstos demandaban a sus propietarios por daños y solicitaban la intervención de los tribunales para evitar una mayor invasión a sus propiedades. La respuesta de los jueces era: "Sabemos que, lamentablemente, el humo industrial (es decir, la contaminación del aire) invade y lesiona sus derechos de propiedad. Pero hay algo más importante que los meros derechos de propiedad, y es la política pública, el 'bien común'. El bien común decreta que la industria y el progreso industrial son algo bueno, y por lo tanto sus simples derechos de propiedad privada deben ser abrogados en nombre del bienestar general".[5]
Aquí tenemos la versión colectivista del bien común a la que nos hubiéramos referido al comienzo, en la que se utiliza el bien común por parte de una autoridad (en este caso judicial) para destruir todos los demás derechos (en el ejemplo, el de propiedad que sirve de fundamento a todos los demás derechos).

[1] Ayn Rand. ¿Qué es el capitalismo? Estudios públicos. Introducción. pág. 64.
[2] Rand A. idem anterior, pág. 74
[3] Martín Krause. Índice de Calidad Institucional 2012, pág. 8
[4] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. (ISBN 13: 9780020746904). Pág. 74
[5] Murray N. Rothbard, ídem. anterior, Pág. 298.

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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VICENTE BRITO, "LA MAYORÍA DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN SON DEL GOBIERNO, ¿ENTONCES POR QUÉ NO PRODUCEN Y CUANTO NOS CUESTA?" RED POR LA DEFENSA AL TRABAJO, LA PROPIEDAD Y LA CONSTITUCIÓN.-

LA MAYORÍA DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN SON DEL GOBIERNO, ¿ENTONCES POR QUÉ NO PRODUCEN Y CUANTO NOS CUESTA?

Cuando analizamos quien tiene la mayor cantidad de medios de producción, nos encontramos que la mayoría son del gobierno y  preguntamos. ¿Por qué la producción nacional no crece? Lo contrario lleva varios años en declive continuo, teniendo que cubrirse consumo nacional con creciente y mayores importaciones a medida que disminuye la producción y productividad del conglomerado empresarial público.

Si analizamos las áreas económicas donde el gobierno tiene mayor capacidad instalada que los privados, nos encontramos que son las más vitales como: Acero, Cemento, Aluminio, Electricidad, Fertilizantes,  etc. son el 100% propiedad gubernamental. En Agroquímicos un 80%.Alimentos más del 50%, transporte aéreo y marítimo, bancos, telecomunicaciones, medios de comunicación, redes distribuidora y comercializadora de alimentos, hoteles, etc., tiene entre 30 y 70% del control en manos del gobierno. Podemos  decir que el 80% del conglomerado empresarial nacional es público. Lo cual significa que el gobierno tiene los medios para producir y comercializar la casi totalidad de las necesidades de consumo de los Venezolanos

Es evidente que la implementación de los pagarés que el Banco Central ha otorgado a PDVSA está relacionada a las crecientes perdidas de estas empresas públicas, así como las inversiones relacionadas a proyectos que no han dado resultados. Lo cual nos permite indicar que los Venezolanos estamos pagando con inflación las inmensas perdidas de las empresas y proyectos públicos.

El aumento de dinero en manos del público así lo refleja al observarse una relación entre el monto de pagarés otorgados por el Banco Central a PDVSA, la creciente liquidez y el índice inflacionario, ya que este sistema de financiamiento es dinero inorgánico que se emite y que afecta el costo de vida de los venezolanos. Estimamos en cientos de miles de millones de bolívares las pérdidas acumuladas por el sector empresarial público en los últimos años. Superando este monto a los presupuestos otorgados este 2015 a salud o educación o las asignaciones a los estados y municipios.

Como ejemplo podemos indicar que una de las de mayor importancia para los venezolanos es el conglomerado público productor de alimentos, el cual tiene entre un 50 y 70% de la capacidad instalada nacional para producir y procesar: pollos, azúcar, pescado, leche, maíz, arroz, aceite vegetal, café, entre otros. La cual dispone de una infraestructura suficiente para cubrir el 75% del consumo nacional por lo cual no se justifica la escasez de alimentos evidentemente causada por la reducida producción de estas empresas. Con cantidades y volúmenes obtenidos que oscilan entre un 20 y 35% de su capacidad instalada.

Consideramos la situación de estas empresas como la razón de  las limitaciones que tenemos los venezolanos en adquirir los productos que consumimos. El gobierno aparte de tener el control de la mayoría del sector productivo nacional es el que importa el mayor volumen de materia prima y productos procesados. Por lo cual le corresponde reactivar a un mejor nivel productivo estas empresas públicas para así disminuir la escasez que afecta a los consumidores.

Es necesario que el gobierno se sincere con los venezolanos y asuma responsabilidades en reconocer las equivocadas políticas publicas aplicadas, como las razones de la crítica situación de desabastecimiento que afecta la calidad de vida de los venezolanos y tome las decisiones para recuperar y poner a producir todo el entarimado empresarial público, a su máxima capacidad y veremos cómo se desvanecen las limitaciones que afectan nuestro consumo, aumentando la producción nacional y disminuyendo las importaciones. De lo contrario las crecientes perdidas de estas empresas y proyectos públicos seguirán consumiendo buena parte de los recursos necesarios para mejorar nuestra calidad de vida.

Vicente Brito
vicent.brito@gmail.com
@vicentejbrito
Presidente
Red por la defensa al Trabajo, la Propiedad y la Constitución

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