El torbellino se ha instalado. El régimen
está asediado no por una conspiración mundial sino por la tempestad que desató.
Los que dirigen el Estado juran estar frente a un complot, no entienden que el
sistema rompió sus equilibrios y no los encontrará sin un cambio mayor. El país
está en transición, aunque no necesariamente hacia la democracia.
Era posible esperar que la alternativa a este
régimen fuese la oposición, mediante una transición ordenada que incluyera
alianzas con sectores del chavismo. Sin embargo, no es ese objetivo el que se
plantea para este momento la corriente dominante opositora.
En 2014 “la salida” buscó el cambio
constitucional del régimen bajo diferentes modalidades (Constituyente,
renuncia, Congreso Ciudadano) en el marco de una protesta, poderosa y sin
dueño, que conmovió el país. Esas propuestas fueron derrotadas. Quien esto
escribe acompañó la tesis de “la salida” por la vía de la renuncia porque
parecía lo menos costoso para el país, sobre todo si se ve lo que resulta del
madurismo prolongado. Quienes compartimos “la salida” cometimos errores, el
fundamental fue no evaluar correctamente las fuerzas que podían acompañar esta
propuesta; especialmente, no se previó la brutal reacción criminal por parte
del gobierno, ni que los otros sectores de la oposición buscarían deslegitimar
la idea de “la salida” con la fuerza con que lo hicieron. Y ellos ganaron.
Con la derrota de “la salida” o de la
renuncia, caben dos grandes escenarios, la estabilización del régimen y, de
lograrse la mayoría en las inciertas elecciones de Asamblea Nacional, su
eventual sustitución por referéndum o en 2019. Pero si Maduro no logra
estabilidad y la crisis es de tal profundidad e inminencia, como pareciera, con
el régimen desbaratado y una oposición que no promueve su reemplazo anticipado,
el escenario caótico puede ser “resuelto” por una de tres vías o su
combinación: 1. Una “explosión social”, nombre-código de una situación de
desobediencia espontánea, muy riesgosa y sin dirección, debido a las penurias
provocadas por la escasez, la inseguridad y la inflación; 2. Una transición
chavista, dentro del régimen, que propicie la eyección de unos y la llegada de
otros, en un mar de intrigas en marcha; y 3. Algún tipo de intervención militar
(el propio gobierno insiste en que tales conspiraciones existen) sea suave
(“mira mijo, renuncia”); sea fuerte (“apúrate, que el avión está listo para
despegar”).
Dos tesis opositoras contrapuestas que, a
pesar de todo, convergen en participar en las elecciones parlamentarias.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog
www.tiempodepalabra.com
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