Barack Obama dijo que
el régimen de Venezuela era un peligro para la seguridad norteamericana. ¿Por
qué? Violaba los derechos humanos de la oposición democrática. En consecuencia,
decretó algunas sanciones contra militares y funcionarios chavistas.
Extraño movimiento.
Lo ha hecho pocas semanas después de haber iniciado la cancelación de las
sanciones a la dictadura cubana, que desde hace más de medio siglo maltrata a
los disidentes con la misma o mayor saña de lo que lo hace el gobierno de
Nicolás Maduro con su magullada oposición.
Existe, además, una
cuestión de filiación. Cuba es la madre del cordero. Venezuela se comporta de
esa manera porque los asesores cubanos que mandan en el país así lo aconsejan.
Esa es el expertise que Cuba le vende a Venezuela: inteligencia, control social
y gobernabilidad de mano dura. Son los grandes constructores de jaulas del
planeta. Aprendieron la técnica de los soviéticos y los han superado.
Naturalmente, Fidel y
Raúl Castro salieron de inmediato en la apasionada defensa del chavismo. Con el
pan no se juega. Los Castro saben perfectamente que más valen los 13 mil
millones anuales de dólares en subsidios, ayudas y negocios que les proporciona
su gran colonia política, que los nuevos arrumacos y promesas de Estados
Unidos.
La nota oficial
cubana establecía que “Venezuela no estaba sola”. Dentro de los códigos
testiculares cubanos eso quiere decir que, si se trata de combatir, allí
estarán los soldados de la madre patria cubana.
Por supuesto, son
vicios del lenguaje. Gestos para la galería. Los Castro saben que no hay el
menor interés por parte de Estados Unidos en recurrir a la violencia para
liquidar al chavismo. Nadie va a invadir a Venezuela.
Lo que suele
ignorarse es por qué Obama ha dado este paso contradictorio que sólo sirve para
construirle un pretexto nacionalista a Maduro, aumentar la represión y
despertar el avispero latinoamericano.
Esto hay que
explicarlo.
Venezuela sí es un
riesgo para la seguridad de Estados Unidos, pero no por la violación de los
derechos humanos de los demócratas –esa fue la coartada–, sino por tres
actividades que aparecen codificadas en la definición doctrinaria que señala
dónde comienza o se intensifica el peligro para la sociedad norteamericana.
Quien quiera conocer
la visión que prevalece en Washington en este terreno debe asomarse al libro
Reconceptualizing security in the Américas in the 21th Century, y leer, en
especial, el capítulo “Venezuela: Trends in Organized Crime” escrito por el
analista Joseph M. Humire.
El chavismo ha
cruzado las tres rayas rojas.
En primer lugar, la
complicidad venezolana con los terroristas islamistas de Irán. El hombre de los
ayatolás de Teherán es el gobernador del estado de Aragua, Tareck El Aissami,
de origen árabe, exministro del Interior. Ha utilizado sus cargos para crear en
la región una red de terroristas del Medio Oriente alimentada con el
narcotráfico. En Irán sueñan con que será presidente de Venezuela.
El otro límite
violado por el chavismo es, precisamente, el narcotráfico. Hay generales
venezolanos metidos hasta las cejas en ese turbio negocio. De las 700 toneladas
de cocaína que anualmente se producen en el planeta, 300 pasan por Venezuela
rumbo a Europa, vía África, o rumbo a USA vía Centroamérica. Diosdado Cabello,
el presidente del Parlamento, ha sido acusado de ser el jefe del Cartel de los
Soles.
Y el tercero es el
inmenso lavado de dinero mal habido. PDVSA es el sitio en el que se suelen
hacer la mayor parte de las transacciones torcidas, incluidas las emisiones de
bonos. Más que una empresa, es la cueva de Ali Babá, pero con muchos más de 40
ladrones. Esa plata sirve para corromper políticos, comprar influencias y pagar
sus servicios a los delincuentes.
La Casa Blanca sabe
todo esto al dedillo. Se lo han dicho sus diplomáticos, los servicios de
inteligencia y los desertores. A Walid Makled García, un capo venezolano del
narcotráfico del tamaño de Pablo Escobar, antes de que sus captores colombianos
lo deportaran a Venezuela, lo interrogaron profusamente los agentes de la DEA.
“El Turco” –así le
llaman– cantó La Traviata. Lo dijo todo. Y luego parece que el último recién
llegado, Leamsy Salazar, mano derecha de Diosdado Cabello y de Hugo Chávez,
recientemente asilado en territorio norteamericano, lo corroboró y aportó
nuevos datos. Ya no se podía seguir diciendo que “Venezuela no era un peligro,
sino una molestia”.
Venezuela, realmente,
es un riesgo para la seguridad de USA y del Hemisferio. El error de Obama ha
sido no encarar de frente a su enemigo, y llamarle pan al pan y vino al vino,
sino elegir una denuncia oblicua y formularla mal para que ni siquiera se
entienda. Quería quedar bien con todos y ha conseguido exactamente lo opuesto.
Una pena.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la Internacional Liberal
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