Fe y Alegría acaba de cumplir sesenta años.
Marzo ha sido el mes para recordar a su fundador, el jesuita José María Vélaz,
a sus primeros generosos patrocinadores, los obreros Abraham y Patricia Reyes,
y a sus primeros colaboradores, los estudiantes de la recién creada Universidad
Católica Andrés Bello. Hoy, con presencia en Venezuela, Latinoamérica, Europa y
África, Fe y Alegría es la mejor expresión de un proyecto de educación popular
integral y de calidad concretado en cientos de escuelas y colegios, centros de
capacitación laboral, institutos universitarios, centros de formación e
investigación y emisoras de radio educativas.
La existencia de Fe y Alegría es una prueba
de la capacidad motivadora de una iniciativa inspirada en el servicio a la
comunidad, pero también la demostración del potencial de las instituciones en
las que priva la motivación al logro.
Las investigaciones llevadas a cabo en
Venezuela aplicando las teorías de David McClellan han concluido en un cuadro
que nos describe como una sociedad con baja motivación al logro, mediana
motivación de afiliación y alta motivación al poder. Para los estudiosos esto
significaría poco apego a la excelencia, poca responsabilidad individual,
tendencia a dar más importancia a la relaciones interpersonales que a las
capacidades profesionales, a confiar en el azar, a no plantearse metas de
mediano y largo plazo, a buscar poder, a imponerlo o, simultáneamente, a depender
de él.
Fe y Alegría es claramente la expresión de
todo lo contrario. Su vigencia, su crecimiento y su influencia en la sociedad
se deben ciertamente a la pertinencia y altura de sus propósitos, pero también
a una personalidad institucional marcada por la asunción de responsabilidades,
la identificación realista de problemas y soluciones, la voluntad de fijarse
metras razonables y trabajar para alcanzarlas, la búsqueda de resultados
concretos, la capacidad de adaptarse e innovar para cumplir mejor sus objetivos,
la confianza en la gente y en su aporte, la concentración en el trabajo, el
encuentro de satisfacción personal en lo que se hace, la atención al detalle, a
lo que alguien podría desdeñar como carpintería pero que es, de verdad, su
trabajo y su pasión: la educación, la calidad, el desarrollo humano.
Cuando Fe y Alegría da especial énfasis a la
formación técnica es fiel a sí misma y expresa de otra manera su motivación al
logro. Uno de sus objetivos es, efectivamente, generar interés en la educación
técnica vinculada al emprendimiento y la producción. Trabajar desde esta
perspectiva es otra prueba de una visión de la sociedad en la que deberían
contar más la capacidad de hacer que los títulos, los logros más que los
enunciados, los resultados más que las formalidades del poder o los aplausos.
En esa línea de apego a la motivación al
logro se agrupan, felizmente, también otras instituciones como, solo a modo de
ejemplo, el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles y el IESA, además del
conjunto de empresas que fundan su razón de ser en el buen hacer y de los
emprendedores cuya iniciativa y persistencia hacen renacer todos los días la
confianza pese a las dificultades.
Son también expresión de una cultura de
dedicación, entrega y pasión por los resultados las escuelas y colegios
integrantes de la Asociación Venezolana de Educadores Católicos, AVEC, de la
que Fe y Alegría forma parte.
La sociedad venezolana tiene una deuda con estos educadores. Carecen de un programa de jubilación digno. Las medidas transitorias adoptadas circunstancialmente no igualan ni remotamente el sistema de jubilación de la educación pública. La dedicación y los resultados de la labor de los integrantes de AVEC en beneficios de toda la sociedad justificarían plenamente una solución formal, no aislada, no por vía de excepción, que constituyera un reconocimiento a su trabajo de permanente construcción de ciudadanía. La celebración de los 60 años de Fe y Alegría es un buen momento para recordar la pertinencia de una medida oficial que haga justicia a este importante grupo de educadores venezolanos.
La sociedad venezolana tiene una deuda con estos educadores. Carecen de un programa de jubilación digno. Las medidas transitorias adoptadas circunstancialmente no igualan ni remotamente el sistema de jubilación de la educación pública. La dedicación y los resultados de la labor de los integrantes de AVEC en beneficios de toda la sociedad justificarían plenamente una solución formal, no aislada, no por vía de excepción, que constituyera un reconocimiento a su trabajo de permanente construcción de ciudadanía. La celebración de los 60 años de Fe y Alegría es un buen momento para recordar la pertinencia de una medida oficial que haga justicia a este importante grupo de educadores venezolanos.
Gustavo Roosen
nesoor10@gmail.com
@gustavoroosen
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