Un
grupo de venezolanos, sin aparente postura ni interés electoral, está planteando
una agenda ciudadana. Reconozco que no es la primera iniciativa, ni la primera
agenda, que llega a mis manos.
Por
experiencia sé que hay muchos profesionales, académicos y pensadores críticos
que se han dado a la tarea de diagnosticar la situación país y proponer ideas
viables que nos permitan salir de la crisis actual. Algunas de las propuestas
son más ambiciosas que otras.
Al
final, sin importar la extensión de esos documentos, son el reflejo de
discusiones que suman horas de trabajo y esfuerzo. Sin embargo, en todos se
palpa el genuino deseo de solucionar y enderezar el rumbo de las cosas. Lo que
no me extraña es que, en cada uno de estos análisis, aparezca como rasgo común
el consenso que hay entre los ciudadanos sobre la urgencia de salir de este
modelo actual de gobierno, caracterizado por el exceso de poder y control del
Estado, corrupción y polarización.
Por
eso, aplaudo las iniciativas que van más allá del análisis, la denuncia y la
queja sobre una terrible situación de la que estamos muy conscientes –porque la
padecemos en carne propia-; pero, que no terminamos de solventar. Aplaudo, como
lo he dejado colar en otros artículos, las iniciativas que pretenden alejarse
de los cogollos y dictaduras de partidos que han imperado en Venezuela en los
últimos años. Quizá las aplaudo con entusiasmo, con la esperanza de que de
alguna emerja esa tercera vía, liderada por la sociedad civil, la cual pudiera
producir el viraje que requerimos como nación.
Estos
grupos, insisto, surgidos desde las entrañas de la sociedad civil, están
motivados por el diseño de un “salvavidas” nacional que evite nuestro
hundimiento como país. La esencia de estas agrupaciones –conformadas, en la
mayoría de los casos, de manera espontánea; pero, con una legítima preocupación
por Venezuela- es plantear una agenda país, un proyecto de reestructuración y
reconstrucción de nuestra nación, alejado de los intereses partidistas y de los
fines meramente electoreros.
El
más reciente de estos papeles de trabajo que llegó a mis manos fue el de un
grupo que se autodenomina Red de Agenda Ciudadana (RAC), el cual quiere
promover el debate político –ciudadano- sobre el Poder; pero, completamente
alejado de lo electoral, algo realmente difícil en un país como el nuestro,
(mal) acostumbrado en los últimos tres lustros a centrar sus esperanzas de
cambio en las mesas de votación. Los miembros de la RAC insisten que la
discusión sobre el Poder debe hacerse para entender la relación que existe
entre su estructura y ejercicio con la crisis nacional, y los efectos concretos
que tiene en la vida de los ciudadanos.
La
Red de Agenda Ciudadana plantea la necesidad de “ir más allá de la narrativa y
la enumeración sobre la crisis que, a diario, se repite millones de veces. Ir
más allá de lo electoral y candidatural (sic); de la polarización
gobierno-oposición y visualizar las estructuras causales, de soporte y
continuidad de la crisis. Promovemos un debate político, vivo, abierto, sobre
el Poder -previo a lo técnico y académico- a partir de la vivencia de la gente
y los efectos concretos en su cotidianidad”.
Algo
que quiero destacar, es la intención que tienen los miembros de la RAC de estar
integrada por ciudadanos auto-convocados, en los que no predominarán ni las
jerarquías ni los niveles; gente vinculada y agrupada por el interés de un
debate libre de inclinaciones partidistas o proselitistas. Aclaran, si acaso
pudiese surgir esa duda, que su intención no es transformarse en un partido
político, ni actuar como actúan las burocracias partidistas. El debate libre,
abierto y ciudadano, se dará con respeto a las ideas, aun cuando no siempre
haya consenso entre ellas. “La Red de Agenda Ciudadana promueve la agenda para
el debate ciudadano sobre la reforma política. Sobre la eliminación del
presidencialismo y la reelección, la ciudadanización de los Poderes Públicos y
la gestión gubernamental a todos los niveles”.
El
verdadero reto que tienen estas agrupaciones surgidas de la sociedad civil es
capitalizar el descontento de los ciudadanos. Porque cada día crece el número
de venezolanos cansados de los bandos. El venezolano –incluso el que este 6D se
levantará, saldrá de su casa y cumplirá con su derecho al voto- está harto.
Harto del gobierno y también de la oposición. Entonces, ¿cómo activar y sumar
más participantes en las Asambleas o Redes Ciudadanas? ¿Cómo despertar en cada
uno de nosotros la necesidad de ser los promotores del cambio? ¿Hasta cuándo
vamos a seguir conscientes de los problemas que tenemos, quejándonos de los
problemas que tenemos; pero, sin mover un dedo -o solo mojándolo en la tinta
indeleble- esperando que sean otros quienes resuelvan? Tenemos que entender
que, si bien es importante votar, lo electoral, sin una agenda país de
reconstrucción y cambio que solo beneficie a los que ocupan el Poder, es un
simple formalismo constitucional, que no ha generado las transformaciones que
nos urgen.
Quizá
en ese momento, cuando estemos cohesionados como sociedad civil, logremos
ponerle freno a las pretensiones de perpetuarse en el poder de quienes rigen el
destino de nuestra nación. Esa es la tarea de RAC y de todos los grupos que
como éste emprendieron el mismo rumbo. En principio esa es la meta de la Red de
Agenda Ciudadana: “buscar un efecto político, estimular que se active la
inteligencia, la reflexión y la capacidad de reacción de la gente ante el
Poder; activar en la subjetividad social, una beligerancia ciudadana de
contrapoder”.
José
Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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