miércoles, 23 de septiembre de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, AMÉRICA LATINA, EN EL UMBRAL DE PERDER EL LUSTRO

América Latina, se encuentra en una situación parecida (pero más devastadora) a la denominada “década perdida 1980-1990” lapso durante el cual no hubo crecimiento económico , al tiempo de mostrar un deterioro de los principales indicadores económicos internos tal como que en 1983 disminuyó el PIB en un 2,8%, empeoró el paro económico, se aceleró el ritmo de la inflación hasta un 66%, el producto por habitante cayó algo más del 9% con respecto a 1980 haciéndose equivalente al alcanzado ¡en 1977! con obvio efecto sobre el retroceso del nivel de vida al disminuir el ingreso nacional por habitante en un 12%, mientras que la entrada de capitales aumentó solo un 7% mucho menor al 23% registrado en promedio entre 1978-1981. 

Es de resaltar, que la significativa disminución de los flujos financieros a la luz de la caída vertical del ingreso neto de capitales (aunado a la recesión internacional) que empezó a disminuir en 1979 y se acentuó durante 1982-83, propiciando el impago de la deuda externa habida cuenta que hasta 1981 estuvo recibiendo un volumen de capitales que excedía ampliamente a la suma de amortizaciones de capital e intereses, lo cual permitía pagar el servicio de su deuda mediante los nuevos préstamos e inversiones recibidas.
En la América Latina del presente, el Estado empresario que aupado por la tendencia creciente del precio de las materias primas y por la “bondad” (¿?) de las instituciones financieras mundiales se permitió imponer un populismo  donde el crecimiento económico fue posible gracias a un creciente gasto publico impulsado por una irracional política monetaria, se encuentra en entredicho so pena de revivir la indeseable década perdida antes referenciada. Las perspectivas de crecimiento de la economía Latinoamericana reflejan un retraso, siendo que en  este  2015 se estima crecerá  un ¡0,4%! y  apenas un ¡1,9% en 2016 con evidente  caída del PIB ; todo ello apuntalado por los efectos asimétricos inducidos por el descenso en precio del petróleo,   y a unos 4 años previos de desaceleración de la demanda interna,   menor demanda externa,  endurecimiento del mercado financiero internacional, cuentas fiscales deficitaria, altas tasas de inflación, moderado crecimiento de EEUU (motor del crecimiento de la economía mundial) de un 2,7% en 2015 y un 2,8% en 2016, y muy especialmente por la ralentización  de la economía China; o lo que es lo mismo el  crecimiento económico chino se volverá más lento y se desarrollará con menor rapidez al reducir su velocidad.
La economía China, se estima crecerá en 2015 un 6,8% (en el I Semestre  creció un 6,3%) frente a un 7,4% en 2014 (el peor desde 1990), y en un ¡6%! durante el lustro 2015-2019 siempre y cuando se acometan reformas estructurales para apuntalar el sistema de mercado como opción obligante para procurar un crecimiento económico sostenido en el futuro hasta llegar a depender menos de las exportaciones emanadas de su “fabrica global”; motivadas dichas reformas  luego de transitar por un terremoto bursátil que bajó la actividad en un 40% desde mediados de junio provocando pérdidas que superan  5,6 billones de dólares; y por una devaluación de la moneda en un 4,6% con respecto al dólar como una estrategia para mejorar la competitividad del país en el exterior. Resulta una perogrullada señalar, que la desaceleración de la economía China  al agotarse el modelo de apertura  impuesto hace 40 años en conjunto con una actual inestabilidad económica que obligó a una participación de las autoridades monetarias en agosto 2015 por unos 93.900 millones de dólares de sus reservas internacionales, tendrá repercusiones muy negativas sobre las economías emergentes básicamente en lo que respecta a sus exportaciones de materia prima que se han hundido por la reducción de la demanda asiática, al flujo de capitales que  prácticamente se ha detenido desde agosto 2015, al  mercado laboral y al “adelgazamiento” del fondo de financiamiento del imperio chino; en un contexto global que según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) entre 1990 y 2000 los países emergentes aumentaron de 12 a 65 y se estimaba que para el 2030 aportarían el 57% del PIB mundial. Tal  acontecer, inducirá devaluaciones persistentes de su moneda con el propósito de intentar mantener su espacio en el comercio internacional; mientras que desde un ángulo complementario se infiere que los países emergentes petroleros  serán los que mayormente verán decrecer el porcentaje del PIB como Venezuela con un -6,1% en 2015 y -3,1% en 2016 (onceavo productor con unos 2.623 millones de b/d), como Brasil con -1,4% en 2015 y 1,0% en 2016 (treceavo productor con unos 2.114 millones de b/d) y como Rusia con un -3,3% en 2015 y un -0,3% en 2016 (segundo productor con unos 10.788 millones de b/d).
En fin, la especulación prospectiva sobre el devenir económico en el lustro 2015-2019 es suficiente razón para que los Gobiernos instrumenten de inmediato medidas de ajuste para enfrentar  la vulnerabilidad económica con especial énfasis en el desequilibrio macroeconómico; en caso contrario se hará necesaria la presión de la Sociedad Civil para evitar que se destruya el orden institucional,  para que, como señaló M. Gandhi, en un futuro cercano al mirar a nuestros hijos a los ojos no tengamos que decirles que viven así porque no nos animamos a pelear.
Jesús Alexis González 
 jagp611@gmail.com   
@jesusalexis2020

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