miércoles, 23 de septiembre de 2015

MIGUEL BAHACHILLE, ¿PAÍS PRODUCTIVO?; ¡NO, PAÍS DE COLAS!

Es una simpleza inferir que las colas, a las que ineludiblemente nos incorporamos casi siempre en horas laborales, sólo fulguran un estado de molestia e irritación personal. Hay más que eso. La ansiedad personal y colectiva por quedar desabastecido, sobre todo de alimentos y medicinas, está inscrita en el plan de desintegración social propiciado desde arriba para evadir la trama de fondo. El “aquí y ahora de la cola” hace que la gente relegue “otros asuntos” como la productividad laboral, avenencia familiar y el ocio necesario.  

Obreros con o sin el permiso del patrón, amas de casa, gerentes privados y públicos, engrosan la rutina de las colas de modo forzoso y a toda hora. Conscientes o no, todos hemos asumido ese vejatorio proceso como un ceremonial cultural a sabiendas del ultraje personal y social que ello comporta. En nuestra rutina diaria ya no vemos caras de gentes que caminan por las aceras sino los paquetes que acarrean a “ver que llevan”. Asimismo los diálogos se limitan a intercambiar pesquisas sobre el abasto en que “se consigue” tal o cual producto.

El gobierno busca que el venezolano pierda su condición de homo intelectual como esencia de la naturaleza humana y priorice su grafía primitiva de “batallar” por la comida. ¿Cuánto hemos retrocedido? Como el régimen no tiene respuestas para sosegar este drama, ha forzado la ley para castigar a “compradores repetidores” por incurrir en el novísimo delito de “consumir de más”. Lo que es un éxito y una virtud comercial (vender mucho) en grandes cadenas a nivel mundial, en Venezuela configura un descompostura empresarial contra el socialismo equitativo. ¿No hay algo descoyuntado en todo esto?

Cuando se produce una crisis autentica, como la actual forjada por escasez de insumos, se genera una atmosfera histérica y frenética en la que no cabe el populismo. No basta que el gobierno infle y desinfle los temas a “su comprensión” (caso Colombia), como si con ello se apaciguase a la población ávida de soluciones reales. Recurrir a la fantasía del nacionalismo patriótico para todo evento, sin más nada, obnubila la capacidad del burócrata para categorizar los verdaderos problemas y darles solución. 

De nada vale la inmensa propaganda para convencer al pueblo que el culpable “es otro” porque el gobierno lo está haciendo bien. “Que no obstante su gran esfuerzo, la derecha, la oligarquía colombiana, el imperio del norte y comerciantes locales de mala fe siguen propiciando la guerra económica sin importarles “la paz de la patria”. Esos argumentos, por sosos, entre otros más enclenques, lejos de ganar adeptos, ofenden la inteligencia sobre todo del humilde que madruga para incorporarse a una larga cola.

La mente del venezolano, contrario a lo que supone el gobierno, se ha transformado en un cedazo que desecha toda proclama oficial sin contenido y relevancia para enfocarse en lo eminente como por ejemplo la inseguridad y carestía. Por ello los sondeos serios reflejan la indetenible caída de la popularidad del gobierno (DATANÁLISIS). La propaganda carente de sustancia y llena de fantasía, lejos de ganar adeptos, genera grandes rechazos. Es por ello que los anuncios subliminales hincados en el patriotismo han perdido eficacia.

Mientras las colas, la inopia salarial, inflación, carestía, inseguridad, descalabro de infraestructura vial y estructural, deterioro de servicios públicos como dotación de agua y energía eléctrica, generan rechazo y reprobación de la gestión gubernativa, el régimen prosigue en su intento de distraer con lo de Colombia. No se da cuenta que ese avío de evasión no lo libera de sus deberes y, por contrario, conlleva el peligro de provocar el ascenso de la intolerancia pública. 

Así pues el gobierno no ha logrado que el pueblo con hambre se acostumbre a que una vez liquidado el asunto de “la cola de hoy”, la vida siga mañana con eventos desvinculados de ayer y antier. No es cuestión de bachaqueo, especulación ni anti patriotismo sino de resolver conflictos recurriendo a gente “que sabe de eso” porque la actual gestión ha demostrado en 16 años “que no sabe”. El careo de las colas contra productividad no tiene más cabida. El 6-D es una fecha histórica para incitar la chispa que acarrearía al cambio.

Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29

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