domingo, 30 de agosto de 2015

JOSUE ARTURO MOLINA SUAREZ, LA PELÍCULA Y SU FINAL

La risa simulada mostrada por Nicolás en las cámaras de TV ante los episodios registrados en la frontera tachirense desde hace años, e incrementados por la actual gerencia gubernamental, es la muestra del nerviosismo y desespero al saber que el rodaje de la película revolucionaria está llegando a su final.

Hombres y mujeres desalentados por el incumplimiento y abuso permanente de los funcionarios gubernamentales ante los reclamos de los ciudadanos por la ausencia de políticas responsables para atender las necesidades presentes, han decidido dar la espalda al cacareo revolucionario, devenido en corrupción y odio.

Los llamados revolucionarios en tiempos de amplio apoyo de los ciudadanos y en estrategia “electorera” crearon comisión para cedular a miles de extranjeros. Muchos se habían ganado ese derecho por su permanencia en el país y su buena conducta. Otros gozaron del beneficio sin cumplir con lo establecido en la Constitución Nacional, y fueron utilizados para que sufragaran por el finado presidente.

No les importo el país, al contrario facilitaron la entrada de grupos irregulares al territorio nacional (guerrilleros y paramilitares) y los protegieron, llegando a la desfachatez de realizar acto en la plaza de toros de San Cristóbal, en tiempos del gobernador Blanco La Cruz, para anunciar el otorgamiento de nacionalidad venezolana a quince mil ciudadanos extranjeros, y que a partir de ese momento gozaban de las prerrogativas establecidas en la Constitución como ciudadanos venezolanos.

Las invasiones se promovieron a gran velocidad y contaron con el auspicio del régimen y el apoyo de las autoridades regionales y locales adscritas al oficialismo para incrementar su caudal de apoyo electoral. Le dieron nombre a los ahora nacientes barrios, y a duras penas consolidaron algunos de ellos, otros los dejaron cual potrero para pastorear ganado. A tal magnitud llegó el crecimiento poblacional en la frontera y sus alrededores, que la producción de caña de azúcar en Ureña, decayó a niveles de la casi desaparición, para dar paso a los ranchos, y eso fue aplaudido por el régimen y sus secuaces.

La demanda de alimentos y productos de toda naturaleza ahora muestra la cara real ante la equivocada política económica que durante catorce años ha impuesto el régimen, quienes desde su óptica ideológica se han dedicado a destruir el aparato productivo nacional y el valor del bolívar, sustentados en estrategias manipuladoras para obtener apoyo de los sumisos, quienes aplaudían la estupidez como un acierto, sin percatarse de la verdadera intención de esa clase de dirigentes.

La proliferación de las mafias se acrecentó en zona de frontera. Mientras se mantuvo la importación de productos a gran escala para abastecer a los ciudadanos, no se veía la costura, pero al caer el ingreso de dólares a las arcas nacionales, y el robo de miles de millones del billete verde por actores comprometidos con el alto gobierno, la misma salió a flote, y lo ya anunciado por conocedores en la materia económica y lo que recoge la historia, se hace evidente a los ojos de sumisos y no sumisos, para generar el nerviosismo gubernamental y la implantación del “estado de excepción” como estrategia del oficialismo para atemorizar y crear conflicto con Colombia, apelando al falso nacionalismo, buscando activar la suspensión de elecciones a la Asamblea Nacional.

El legado de la revolución hace metástasis y con ello se lleva a hombres y mujeres quienes pretendiendo la vía fácil para el enriquecimiento, dejaron a un lado valores morales y éticos, para entrar en el terreno del estiércol y el fango. El quiebre institucional fue planificado por el régimen, lo alcanzaron en un tercio, porque en las fuerzas armadas y organismos públicos la mayoría respetan el honor a su divisa y cumplen cabalmente sus obligaciones.

La película del régimen “revolucionario” está llegando a su final, y aún suspendiendo las elecciones a la Asamblea Nacional del venidero seis de diciembre, sus días están contados. Los ciudadanos viven el momento, y con lágrimas en los ojos observan las humillaciones y vejaciones a las que han sido sometidos por el oficialismo. El estado de excepción es el principio del fin.

Josue Arturo Molina Suarez
jarturomolina@gmail.com
@jarturoms1

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