lunes, 17 de agosto de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS LA HISTORIA CONTADA DESDE EL MILTARISMO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL


La historia venezolana, pareciera ser el resultado de una enrarecida relación de situaciones que, a decir de quienes la escribieron, dista de quienes la padecieron.

Aunque de la historia, se han hecho injustos comentarios, no hay duda de que en algunos momentos ha servido para mostrarle al hombre el camino de las libertades. Por eso, ha dejado ver no sólo los acontecimientos más heroicos por cuyos efectos ha podido edificarse parte del mundo, sino también ha sido el espejo de contradicciones que han delineado las confusiones y equivocaciones cometidas en nombre del desarrollo de las naciones. La historia contemporánea así deja verlo. Sin embargo, un grave problema surge cuando se enfrentan historias distintas alrededor de un mismo hecho. De ahí derivan confrontaciones que exponen perspectivas que no logran conciliar posturas. Es el conflicto que se da al resaltarse las brechas que se ciernen entre la historia política y la historia militar frente a un mismo hecho lo cual desdice del sentido de construcción que debería fundamentarse desde la historia.

La historia venezolana, pareciera ser el resultado de una enrarecida relación de situaciones que, a decir de quienes la escribieron, dista de quienes la padecieron. Particularmente, si se entienden situaciones que lucieron significativas a los intereses y necesidades de un poder político impositivo y que por ello ha buscado encubrir sus determinaciones mediante un populismo disfrazado. No obstante, las actuales realidades, siguen dejando moverse por las mismas circunstancias que en otrora fraguaron tan cuestionadas realidades.

De hecho, los problemas que hoy afectan el devenir social venezolano se explican, en buena parte, en la manipulación que la historia ha delineado. Es así como destacadas figuras del acontecer político nacional, han desvirtuado el significado de acontecimientos y episodios pretéritos para ajustarlos a su conveniencia. De esta forma, se desfigura el entramado conceptual a partir del cual es posible concienciar actitudes comprometidas con las exigencias de un desarrollo equilibrado no sólo político. También, en cuanto a lo económico y lo social.

El militarismo, como ideología alevosamente engranada, se ha prestado para deformar el conocimiento alrededor de lo que ha implicado el ejercicio de la política entendida ésta en su mayor sentido. Lo mismo ha ocurrido por causa de una historia política cuya narrativa suele modificarse a instancia de los intereses sobre los cuales giran las aspas del poder. Es así como muchas de las guerras de independencia y de las guerras civiles que se dieron en la época del caudillismo, han actuado como referencia para esgrimir una doctrina militarista de la cual se han valido personajes con ínfulas de reyezuelos.

Cuesta así comprender que la historia sea “el progreso de la conciencia de la libertad”, tal como solía expresarlo el filósofo alemán, Friedrich Hegel. Aún cuando para muchos, el futuro sólo puede construirse a partir del hecho histórico debidamente entroncado en el alma de un pueblo, para otros es la narrativa contada por quienes se vinculan con el poder político o con la fuerza militar. Es decir, encarna el peligro de ser adulterada y se derrumbe todo lo que por ella se edificó. Sin embargo, así ha venido sucediendo toda vez que el militarismo venezolano logró desencajar el tinglado de hechos que sirvieron algún momento a estudiosos de la historia para recomponer la estructura civilista nacional.

Hoy es aberrante dar cuenta de cómo el militarismo de marras trastocó el sentido de patria que tanto costó fraguar en el sentimiento de la Venezuela del siglo XX. El saludo militar actual es la aberración de lo que fue la conciencia de una historia vista como filosofía en ejemplos. Asimismo, la denominada Colección Bicentenario, desvirtúa los conceptos básicos de ciudadanía al exponer realidades distorsionadas para así complacer las necedades de un régimen militarista. O lo que equivale a ver la historia contada desde el militarismo.

VENTANA DE PAPEL

SE PERDIÓ LA REPÚBLICA

La vorágine que vive el país desde los años noventa, obliga a decantar ciertos conceptos políticos y así, a aclarar situaciones que se tornan confusas. Una es, el concepto de república lo cual necesita saber cuando es que se dan cada una de las que, constitucionalmente, fueron creándose en el tiempo histórico. Pero a decir por lo sucedido, el país dejó de ser una república civil para convertirse en república militar. Quizás, con la intención de utilizarla para arreglo de componendas ideológicas que servirían a intereses localizados al interior de una estructura político-partidista.
Sin embargo, tales pretensiones no han ido por el camino de la insurgencia que avala toda revolución verdadera. Más, por lo engañosa que ha sido la llamada revolución bolivariana toda vez que se ha servido de un doctrinario socialista inventado sin que hasta ahora se tenga claridad de cuál es su norte social y económico pues todo terminó enmarañándose para luego transformarse en el monstruo que sólo busca comerse a si mismo.
No hay duda de que el país vive una dicotomía que tiende a acentuar la fractura que ha dividido no sólo la historia. Igualmente, la sociedad. Y cómo no fue así, si los procesos autocráticos por los cuales se rige el presente régimen tienden a hacer anacrónica la faz del país volviéndola atrasada tecnológica, económica y políticamente.
De hecho, la concepción de república dejó de ser lo que Montesquieu razonó como el ámbito espiritual bajo el cual las virtudes del hombre fundamentan un gobierno donde domina la paz y las leyes. Ahora la república dejó de ser lo que en principio fue o pretendió ser. Es decir, una república civil o civilista. Fue así como la anomia borró la institucionalidad, La demagogia barrió la democracia. La violencia sembró la inseguridad. La impunidad instaló la corrupción. La desvergüenza desmoralizó la sociedad. Y la arbitrariedad arrasó con los valores.
Al perderse el sentido de república civilista, las realidades sucumbieron para darle paso a lo que luego se impuso: una república militarista en la cual el sector militar se apropió de la estructura gubernamental para vapulear la democracia de manera encubierta. Así podría negarse ante el resto del mundo lo que luego pervirtió las libertades y la justicia venezolana, a pesar de los preceptos constitucionales que exaltan la democracia como sistema político a partir del cual se enarbolan los conceptos y procesos que comprometen las libertades y derechos fundamentales del hombre de cara al discurrir nacional. Lo que ahora vive el país jurídica y políticamente, es una aberración conducida por hombres que no tienen formación como estadistas. Ni siquiera como dirigentes de partidos políticos democráticos.
En Venezuela, la palabra no se tiene como recurso de reivindicación democrática. La palabra resultó aniquilada al conjurarse la libertad de expresión, golpearse la libertad de información y lesionarse la libertad de prensa. Ya no quedan medios libres que no se vean censurados por vías ajenas o por decisión propia. Las amenazas se convirtieron en el recurso de mayor disposición por parte de la fuerza que gobierna al país. Lamentablemente, puede decirse que se perdió la república.

LOS PELIGROS DEL PERIODISMO DEMOCRÁTICO

Si bien es cierto que el periodismo es un oficio que dignifica a quien lo ejerce honestamente, también es cierto que su praxis está constriñéndose a consecuencia del impúdico terrorismo al verse desenmascarado públicamente. Pero también, por la pretensiones hegémonicas de gobernantes acosadores y usurpadores.
Considerar que el periodismo es tan primordial para la vida en democracia, no significa que no está sentado sobre explosivos en riesgo de prenderse. Aunque el caso de México, evidencia la crisis que padece el periodismo, el caso Venezuela no está muy lejos de calcarlo, aún cuando con distinto patrón.
No obstante, la situación del periodismo venezolano no deja de ser alarmante toda vez que hay periodistas víctimas de persecuciones. Medios impresos acorralados por las coacciones del órgano gubernamental de Telecomunicaciones. Medios radiales también inhibidos. O peor aún, arrebatados a sus dueños para luego ser transformados en emisoras al servicio del partido de gobierno.
Sin embargo, el periodismo sigue siendo fundamental para contener la crisis de Estado bajo la cual se debate el futuro del país. Aunque a pesar de esto y mucho más, seguirán advirtiéndose los peligros del periodismo democrático.

“En el militarismo se fortifica la arbitrariedad. Tanto así, que en su terreno yace la democratización cimentada en el sentimiento republicano”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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