Muchas
son las lecciones que deja el proceso de Primarias Abiertas Simultáneas y
Obligatorias que se celebró en Argentina el pasado domingo, no sólo con miras a
definir la política interna de ese país sino como elemento adicional que puede
incidir en el comportamiento comicial de otros países de la región y en
los eventuales cambios que pueden
empezar a suscitarse.
Lo
primero que hay que mencionar es la poca vinculación que el candidato
oficialista Daniel Scioli tuvo con la presidenta Fernández de Kirchner, pues
aunque reivindica la continuidad del modelo político que emana desde el 2003,
considera que deben venir algunos cambios. Probablemente, el símbolo más
relevante de la nueva manera de ver la política Argentina está en la ausencia
de la presidenta en el comando de campaña del candidato de su partido.
Puede
haber dos factores que van a incidir es la posibilidad de que el Frente Para la
Victoria se mantenga: el primero, es el creciente nivel de populismo que ha
llevado a que un gobierno con resultados deplorables en materia de salud,
educación, economía y seguridad tenga una alta posibilidad de mantenerse; la
otra variable es la actitud de una oposición que no ha entendido que la
prioridad inmediata es la defensa del país y que no es momento de polemizar en
torno a gustos y visiones particulares.
Si
algún grupo pareció entender esto fue la coalición Cambiemos que dirimió su
abanderado presidencial entre Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrillo,
personajes con notables diferencias ideológicas pero que comprendieron que sólo
unidos es posible derrotar al proyecto cada vez más totalitario de la familia
Kirchner.
Por
el contrario, Sergio Massa jugó a ganar una primaria que buscó exacerbar el
descontento y aunque quedó tercero (al vencer en su interna a De La Sota) va a
ser fundamental para determinar el futuro de Argentina.
Todo
el manto electoral argentino tiene a su alrededor una perversa y macabra
normativa electoral qué impide, una vez realizadas las primarias, hacer
sustituciones a las fórmulas; es decir que la única manera de derrotar al
gobierno es a través de una candidatura verdaderamente unitaria que pueda
eventualmente hacer que alguna de las postulaciones se retire a favor de la
otra porque ya no hay tiempo de poder fusionar a los sectores.
En
octubre tienen los argentinos una enorme oportunidad para propiciar un gran
cambio en democracia. Para que más adelante puedan dirimir los conflictos entre
radicales, peronistas y liberales, entre
otros, tiene que ganar alguien distinto al actual sistema populista, que además
de abusivo en temas ligados a los derechos humanos, ha demostrado ser un rotundo
fracaso. En las próximas elecciones, aunque no es sencillo, Argentina puede
cambiar, y aquellos que desde el poder dicen "no llores por mí
Argentina", verán como la risa de esperanza y cambio derrota al llanto.
Luis
D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva
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