lunes, 17 de agosto de 2015

EGILDO LUJAN NAVAS, LA ENDÉMICA VENEZUELA FORMATO DEL FUTURO…

¿Es Venezuela un país políticamente endémico?. ¿Es el venezolano un ciudadano endémico, apático o patético?. En cualquier caso, huele a tristeza para cualquier venezolano que no sepa cómo definir a su país, y que cuando se atreve a describir un diagnóstico se encuentra ante el hecho de que no puede focalizarlo en un aspecto estrictamente puntual, sino en la pluralidad de calamidades que hoy se posan y rodean al territorio nacional, con millones de ciudadanos adentro.

La pasional identidad criolla con el catolicismo y lo religioso en general permite que, más allá de esa duda cultural antes descrita, prevalezca la convicción de que  se vive en un país bendito por la gracia Divina. Y que ha sido eso precisamente, lo que le permitió tener en sus manos un gran tesoro que, de haber sido utilizado con inteligencia, humildad y sabiduría, le hubiera permitido dar el gran salto y formar parte de la elite de los países del primer mundo. Esa racional y ética conducta administrativa, sin embargo, fue suplantada por el personalismo, la egolatría y la irracionalidad gerencial, y todo se tradujo en un costoso retroceso.
Ese volver atrás se manifiesta en que la petrolera Venezuela se disputa actualmente la mayoría de los últimos lugares, en la casi totalidad  de los índices que producen las investigaciones que realizan los más prestigiosos centros académicos del mundo, incluyendo sus universidades. Sobre todo de índices que arrojan lo peor que hacen o sucede en países que, por múltiples causas, no han superado deficiencias que les permitan adentrarse en lo civilizado.
Es decir, se plantea una situación totalmente distinta a todo aquello que había conquistado esa misma Venezuela petrolera, para adentrarse y alcanzar estándares propios de una nación con posiciones de vanguardia bien apuntaladas, pero que actualmente pareciera estar siendo diezmada por los efectos de una peculiar guerra civil, como por la obligación de vivir en situaciones propias de una economía de guerra. Mejor dicho, de un conjunto de factores naturales -o propios- de un ambiente en donde predominan verdaderas fuerzas del mal, con poder suficiente para neutralizar la importancia de saber capitalizar la utilidad que provoca la combinación de lo tecnológico, lo científico, lo comunicacional, que es, hoy por hoy, la más genuina expresión de lo que producen los seres racionales viviendo en un ambiente de libertad.
El “distraccionismo” a la venezolana provoca una indescriptible abundancia de motivos para evadir el tema. Hombres y mujeres en abundancia, por el contrario, tratan de encontrar respuestas a los hechos a partir de la lectura de horóscopos; otros no muy pocos, de igual manera, se inquietan ante la palabra de un cartomántico o videntes de variadas técnicas o creencias. Y los que más, a la vez que rezan y ruegan a Dios por su apoyo, ayuda y asistencia  ante lo obvio de que, “las cosas no andan bien”, porque el mal entró y se apoderó de Venezuela, no siempre identifican semejante realidad como consecuencia de previas acciones, muchas de ellas cazadas con la creencia a favor de la viabilidad y factibilidad de supuestas acciones mágicas, como de lo probable de construir “milagros” al margen del esfuerzo productivo.
No es un asunto de visiones fatalistas sobre lo que sucede. Tampoco de concepciones catastrofistas acerca del sitio al que se ha llegado, y del que ya supuestamente no es posible regresar. Sí de internalizar lo que plantea el reto histórico para los venezolanos, de superar su sometimiento actitudinal de adoración al mal, para producir un reencuentro con la senda del bien; con el camino apropiado, “en la seguridad de que Dios, nuestro Señor y guía, nos tenderá su mano bondadosamente, e irradiará luces a favor del entendimiento entre los venezolanos”.
Venezuela sí está endémica. Está altamente contaminada.  Enferma de todo y en todo: en lo social, lo político, lo económico y lo moral. No es un problema puntual; tampoco algo que le atañe a pocos. Es un problema de todos los venezolanos y de cada habitante de Venezuela. Por lo que sin la concurrencia y participación comprometida de la mayoría, es imposible resolver el sometimiento a dicha situación. Para quienes presumen de conductores, de ejercer liderazgos, no hay futuro en armonía si se insiste en desconocer que los venezolanos, antes del contagio, siempre fueron  expresión de un pueblo afable, bondadoso, amigable y, sobre todo, emprendedor y trabajador.
Como sociedad, Venezuela registra las incidencias de un cáncer cargado de fuerzas de lento y prolongado avance; de un arrebatador carcinoma que aún no ha hecho metástasis. Se subestima su fuerza maligna, porque se desconoce que se está en presencia de un verdadero cáncer, de esa enfermedad que va convirtiendo a las células del cuerpo social en malignas, deformando funciones y destruyendo paulatinamente los órganos del cuerpo, hasta concluir en su transformación en metástasis y apoderarse del organismo letalmente.
El símil es duro, extremadamente duro y cruel. Inclusive, si  ese cáncer hablara le estaría diciendo o pregonando a todas las células del cuerpo social venezolano  que no luchen; les exigiría sumisión absoluta; que se unan para llegar a ser una auténtica fuerza; que ellos son los mejores y que los glóbulos blancos son representantes del Imperio, y las defensas del cuerpo son apátridas, escuálidos y pelucones. Porque sólo el cuerpo incauto es capaz de registrar el  crecimiento del tumor sin percatarse de que esa expansión la está logrando a expensas de la destrucción general de todas sus funciones vitales. 
Así esta Venezuela. Y todavía una parte importante de la población continúa creyendo en los encantamientos que se gestan y fortalecen desde los laboratorios propagandísticos gubernamentales, mientras esperan ingenuamente que le den el regalito al que creen tener derecho: una casita; una nevera; las bondades de misiones cuya composición financiera no deja de entrar en los bolsillos de apropiadores de oficio.
Llegó la hora de ponerse la bata blanca; de calarse el estetoscopio al cuello, y de, como una verdadera legión de médicos oncólogos, atacar las causas de ese cáncer. La aplicación de la quimioterapia equivale al proceso metafórico de la recuperación del Parlamento; de hacerlo con base en las ventajas de una fuerte dosis de unidad verdadera, y libre de la contaminación de intereses ajenos a la obligación de impedir que se siga avanzando en la desaparición de la Democracia, de la República y de la Nación.
Aún se está a tiempo de hacer un llamado nacional para generar una gran cruzada a favor de Venezuela, y  lograr una selección justa y regionalizada entre los más de cuatrocientos Candidatos Independientes postulados por la Oposición ajena a los de de la Mesa de la Unidad Democrática, y desvinculados del Partido de Gobierno. Hay que darle cuerpo, figura y capacidad de acción a una tercera Fuerza Democrática Independiente en la Asamblea Nacional; promover una alternativa novedosa que se promueva como contrapeso ante la agotada hegemonía de dos bandos o rivales cargados de odios y de diferencias infranqueables.
A la Venezuela que se le ha enfermado desconsidera y malignamente, le corresponde también ejercer su derecho de escoger nuevos y mejores ciudadanos para el ejercicio del liderazgo social, no obedientes exclusivamente a la voluntad de mezquinos intereses grupales o partidistas, y de amiguismos siempre más interesados en velar por sus intereses que por los de todos los venezolanos. Seguramente, sería otra mayoría importante presente en la Asamblea, capaz de  introducir en la misma un tercer bloque de poder o un fiel de la balanza con suficiente fuerza como para inducir respeto y cambiar el concepto del rencor, de la pretensión de cortar cabezas o de cobrar facturas. Asimismo, sería una fuerza con disposición de aceptar la utilidad de corregir equívocos, de mejorar rumbos, de emprender la transformación del país que unos y otros interesados no desean abordar y asumir con seriedad y responsabilidad.
Ante dicha realidad, y con base en el diagnóstico ya conocido, ¿ cómo no proceder con la aplicación de la radioterapia necesaria de  hacer de la descentralización administrativa regional, la autonomía de los Poderes Públicos y del Banco Central de Venezuela, el inicio del establecimiento de un sistema de control administrativo que garantice transparencia y eficiencia en el uso de los recursos financieros de la nación?.
Todo esto tiene que iniciarse para que el ejercicio de la política en Venezuela, además, deje de ser un derecho ciudadano literalmente secuestrado por pretensiones o sistemas de obligatoria ideologización. Porque, después de tanta contaminación y enfermedades que fortalecen la condición endémica nacional,  resulta absurdo convertir también la prescripción facultativa y el récipe con el contenido de la indicación de cambio, en el foco infeccioso de una nueva enfermedad.
De lo que se trata, en fin, es de actuar y trabajar para gozar de buena salud; no de enmascarar la presencia de otro cáncer oculto, mientras se definen supuestas nuevas estrategias que no ataquen decididamente las causas de la dolorosa situación actual que están financiando millones de ciudadanos venezolanos con su empobrecimiento de manera acelerada.
Egildo Lujan Navas
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@egildolujan

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