Nuevamente ha
vuelto a surgir la controversia por el territorio Esequibo y las áreas marinas
y submarinas de la zona en reclamación vuelven a la opinión pública con un inusual verbo encendido, con
características electoreras y publicidad gubernamental dirigida a sumar
voluntades, llamando a la Unidad Nacional.
Para nada negamos esta iniciativa. Todo lo contrario, nos parece
adecuado que finalmente el Ejecutivo Nacional asuma una tarea que había
postergado demasiado tiempo.
Pero debemos
tomar en cuenta que la política exterior venezolana ha sido, en la mayor parte
de nuestra historia, errática. Hemos perdido bastante territorio con Colombia,
Guyana, Brasil y nuestros vecinos marítimos. Ha habido sí delimitaciones,
especialmente en las décadas de 1970 al 2000, donde Venezuela ha logrado
reconocimientos significativos sobre aguas marítimas.
Mucho antes de la
independencia (1811), en 1797, cuando éramos la Capitanía General de Venezuela,
dependiente del Reino de España, perdimos la isla de Trinidad. Luego en plena ebullición de nacer la
República, como parte de la Gran Colombia, sentimos la presión británica sobre
la Guayana, más acá del río Esequibo, frontera que había reconocido Gran
Bretaña a España anteriormente.
Ocupado Bolívar
en la independencia de América del Sur, en 1821, 1823 y 1824, no le tembló el
pulso ante la mayor potencia planetaria. Así, con Bolívar Presidente y Pedro
Gual Canciller, Gran Bretaña reconoció nuestra independencia con el río
Esequibo como frontera con su colonia de British Guiana. Allí comenzó el
reconocimiento a un territorio que siempre ha sido y es nuestro.
Luego a partir de
1841, los mapas dibujados por el
prusiano Robert Schombergk, comisionado por años de la Royal Geographic Society
(Londres), trastocó sin ningún derecho territorios más acá del Esequibo a la
Gran Bretaña, y comenzó la “rebatiña” por despojarnos del territorio que era
nuestro.
Estas
aspiraciones fueron infundadas alimentando la apetencia británica que, a través
de ocupaciones parciales de territorio y gestiones diplomáticas, lo que obligó
a Venezuela a sujetarse a un tribunal arbitral que dirimiera la controversia.
Los británicos y Estados Unidos intervienen por la vía diplomática en la
disputa. Fue su graduación como potencia mundial. Aún hoy en libros de College
norteamericanos, se menciona su intervención en 1896 frente a la Gran Bretaña. Fue
una mediación contradictoria. El presidente Grover Cleveland actúa honestamente
a nuestro favor. Como se recordará
Cleveland había rechazado inicialmente la anexión de Hawái como colonia
norteamericana, debido a que reconocía
que el destronamiento de su monarquía nativa había sido un golpe de Estado
cumplido por norteamericanos con intereses económicos, que apetecían el control
de ese archipiélago. El abogado de la causa patriota fue el ex presidente
Benjamín Harrison, consecuente con la causa venezolana.
El lado oscuro de
la diplomacia norteamericana fue la del secretario de Estado, Richard Olney,
quien hizo compromisos contradictorios a Venezuela y a la Gran Bretaña. Para él, lo importante
no era la justicia de nuestra posición, sino que el Reino Unido y el Mundo
reconocieran que no podían tomar decisiones importantes en el continente sin
acuerdo con Estados Unidos. El Reino
Unido exige que no haya jueces
venezolanos, y se integran como tribunal
de árbitros dos jueces norteamericanos, dos británicos y un ruso.
El ruso fue
Frederick de Martens, quien tuvo la osadía de escribir que el derecho
internacional público era para naciones civilizadas. In pectore, no estaba
Venezuela entre éstas. “no negociamos con un país de indios” –así nos llamó el
ruso – También era partidario de una
alianza entre Rusia y el Reino Unido. El 3 de octubre de 1899, en París,
Francia, el Tribunal de Arbitraje dicta su sentencia, otorgándole a Gran
Bretaña 159.500km2 al oeste del río Esequibo, que había sido por siglos territorio
español y luego venezolano. Habíamos sido despojados de nuestro territorio de
manera malandra, arrebatándonos algo que por derecho del “utis posedetis juris”
nos pertenecía.
Además de su
falta de representación en el Tribunal, Venezuela atravesaba una de sus
frecuentes guerras civiles, Cipriano
Castro, desde Valencia, esperaba la rendición, que fue fuga, del Presidente
Ignacio Andrade.
Ahora para sentir
que el Esequibo es venezolano, lo primero que debe hacer el Gobierno Nacional
es “recuperar a su gente”, de acuerdo con lo dicho por Pompeyo Torrealba,
coronel retirado y conferencista.
El investigador,
quien viaja por todo el país explicando qué se debe hacer para recuperar esta
zona en reclamación, destaca que tiene un proyecto que espera sea revisado por
el presidente Nicolás Maduro para su aprobación, y en el que indica las
distintas maneras que se deben usar para obtener el territorio en disputa con
Guyana.
“De los 600 mil
habitantes que están en esa región, 200 mil son esequibanos y a ellos tenemos
que recuperarlos. Si el Esequibo es nuestro y partimos desde ese punto de
vista, entonces esos 200 mil son venezolanos”, sostiene Torrealba, quien tiene más de 20 años investigando el caso.
“Hemos sido muy
torpes, no le hemos prestado la atención debida a este tema. En Guyana deben
entender que los 37 mil kilómetros cuadrados que ellos tienen no incluye al
Esequibo y nosotros como venezolanos tenemos que extender la información de que
el Esequibo es nuestro”, ha precisado.
Considera que así
como se debe atender a esas personas, también se les debe dar una mano a
quienes son guyaneses y viven en esa zona, ya que “ellos también podrían tener
la doble nacionalidad si así lo desean”.
Todo lo actual,
de las actuaciones del gobierno guyanés
tiene su origen en un discurso, del 20 de febrero de 2004 durante su
visita a Georgetown, del Presidente Chávez, cuando afirmó: “El asunto del
Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y
económicas de los dos países“. Esta
afirmación fue inmediatamente
aprovechada por Guyana y se tradujo como el abandono de la reclamación
territorial. El embajador en Caracas Odeen Ishmael, declaraba a un medio impreso en 2007 que “La
confraternidad entre dos países socialistas implica abandonar el contencioso fronterizo,
dado que los hermanos están llamados a vivir en paz“, la contención firme,
decidida y diplomática de la controversia reconocida por el Acuerdo de Ginebra
de 1966 y conducida a través del mecanismo de los buenos oficios había
terminado en la práctica. Guyana obtuvo lo que quería, que Venezuela no se
opusiera a sus máximas aspiraciones territoriales y marítimas.
Ahora la defensa
de la integridad territorial y la soberanía de nuestra nación es competencia de
todos los venezolanos, cada cual desde su
ámbito de acción, pero no debemos mezclar este justo reclamo con la disputa
electoral próxima de las elecciones parlamentarias. Diluiría nuestro reclamo en
puros vapores de la fantasía.
Jesús Enrique Matheus Linares
jmateusli@gmail.com
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