miércoles, 15 de julio de 2015

JESÚS ENRIQUE MATHEUS LINARES, EL ESEQUIBO SIEMPRE HA SIDO NUESTRO

Nuevamente ha vuelto a surgir la controversia por el territorio Esequibo y las áreas marinas y submarinas de la zona en reclamación vuelven a la opinión pública  con un inusual verbo encendido, con características electoreras y publicidad gubernamental dirigida a sumar voluntades, llamando a la Unidad Nacional.  Para nada negamos esta iniciativa. Todo lo contrario, nos parece adecuado que finalmente el Ejecutivo Nacional asuma una tarea que había postergado demasiado tiempo.

Pero debemos tomar en cuenta que la política exterior venezolana ha sido, en la mayor parte de nuestra historia, errática. Hemos perdido bastante territorio con Colombia, Guyana, Brasil y nuestros vecinos marítimos. Ha habido sí delimitaciones, especialmente en las décadas de 1970 al 2000, donde Venezuela ha logrado reconocimientos significativos sobre aguas marítimas.
Mucho antes de la independencia (1811), en 1797, cuando éramos la Capitanía General de Venezuela, dependiente del Reino de España, perdimos la isla de Trinidad.  Luego en plena ebullición de nacer la República, como parte de la Gran Colombia, sentimos la presión británica sobre la Guayana, más acá del río Esequibo, frontera que había reconocido Gran Bretaña a España anteriormente.
Ocupado Bolívar en la independencia de América del Sur, en 1821, 1823 y 1824, no le tembló el pulso ante la mayor potencia planetaria. Así, con Bolívar Presidente y Pedro Gual Canciller, Gran Bretaña reconoció nuestra independencia con el río Esequibo como frontera con su colonia de British Guiana. Allí comenzó el reconocimiento a un territorio que siempre ha sido y es nuestro.
Luego a partir de 1841, los  mapas dibujados por el prusiano Robert Schombergk, comisionado por años de la Royal Geographic Society (Londres), trastocó sin ningún derecho territorios más acá del Esequibo a la Gran Bretaña, y comenzó la “rebatiña” por despojarnos del territorio que era nuestro.
Estas aspiraciones fueron infundadas alimentando la apetencia británica que, a través de ocupaciones parciales de territorio y gestiones diplomáticas, lo que obligó a Venezuela a sujetarse a un tribunal arbitral que dirimiera la controversia. Los británicos y Estados Unidos intervienen por la vía diplomática en la disputa. Fue su graduación como potencia mundial. Aún hoy en libros de College norteamericanos, se menciona su intervención en 1896 frente a la Gran Bretaña. Fue una mediación contradictoria. El presidente Grover Cleveland actúa honestamente a nuestro favor.  Como se recordará Cleveland había rechazado inicialmente la anexión de Hawái como colonia norteamericana,  debido a que reconocía que el destronamiento de su monarquía nativa había sido un golpe de Estado cumplido por norteamericanos con intereses económicos, que apetecían el control de ese archipiélago. El abogado de la causa patriota fue el ex presidente Benjamín Harrison, consecuente con la causa venezolana.
El lado oscuro de la diplomacia norteamericana fue la del secretario de Estado, Richard Olney, quien hizo compromisos contradictorios a Venezuela  y a la Gran Bretaña. Para él, lo importante no era la justicia de nuestra posición, sino que el Reino Unido y el Mundo reconocieran que no podían tomar decisiones importantes en el continente sin acuerdo con  Estados Unidos. El Reino Unido exige  que no haya jueces venezolanos, y  se integran como tribunal de árbitros dos jueces norteamericanos, dos británicos y un ruso.
El ruso fue Frederick de Martens, quien tuvo la osadía de escribir que el derecho internacional público era para naciones civilizadas. In pectore, no estaba Venezuela entre éstas. “no negociamos con un país de indios” –así nos llamó el ruso –  También era partidario de una alianza entre Rusia y el Reino Unido. El 3 de octubre de 1899, en París, Francia, el Tribunal de Arbitraje dicta su sentencia, otorgándole a Gran Bretaña 159.500km2 al oeste del río Esequibo, que había sido por siglos territorio español y luego venezolano. Habíamos sido despojados de nuestro territorio de manera malandra, arrebatándonos algo que por derecho del “utis posedetis juris” nos pertenecía. 
Además de su falta de representación en el Tribunal, Venezuela atravesaba una de sus frecuentes guerras civiles,  Cipriano Castro, desde Valencia, esperaba la rendición, que fue fuga, del Presidente Ignacio Andrade.
Ahora para sentir que el Esequibo es venezolano, lo primero que debe hacer el Gobierno Nacional es “recuperar a su gente”, de acuerdo con lo dicho por Pompeyo Torrealba, coronel retirado y conferencista.
El investigador, quien viaja por todo el país explicando qué se debe hacer para recuperar esta zona en reclamación, destaca que tiene un proyecto que espera sea revisado por el presidente Nicolás Maduro para su aprobación, y en el que indica las distintas maneras que se deben usar para obtener el territorio en disputa con Guyana.
“De los 600 mil habitantes que están en esa región, 200 mil son esequibanos y a ellos tenemos que recuperarlos. Si el Esequibo es nuestro y partimos desde ese punto de vista, entonces esos 200 mil son venezolanos”, sostiene Torrealba, quien  tiene más de 20 años investigando el caso.
“Hemos sido muy torpes, no le hemos prestado la atención debida a este tema. En Guyana deben entender que los 37 mil kilómetros cuadrados que ellos tienen no incluye al Esequibo y nosotros como venezolanos tenemos que extender la información de que el Esequibo es nuestro”, ha precisado.
Considera que así como se debe atender a esas personas, también se les debe dar una mano a quienes son guyaneses y viven en esa zona, ya que “ellos también podrían tener la doble nacionalidad si así lo desean”.
Todo lo actual, de las actuaciones del gobierno guyanés  tiene su origen en un discurso, del 20 de febrero de 2004 durante su visita a Georgetown, del Presidente Chávez, cuando afirmó: “El asunto del Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países“.  Esta afirmación  fue inmediatamente aprovechada por Guyana y se tradujo como el abandono de la reclamación territorial. El embajador en Caracas Odeen Ishmael,  declaraba a un medio impreso en 2007 que “La confraternidad entre dos países socialistas implica abandonar el contencioso fronterizo, dado que los hermanos están llamados a vivir en paz“, la contención firme, decidida y diplomática de la controversia reconocida por el Acuerdo de Ginebra de 1966 y conducida a través del mecanismo de los buenos oficios había terminado en la práctica. Guyana obtuvo lo que quería, que Venezuela no se opusiera a sus máximas aspiraciones territoriales y marítimas.
Ahora la defensa de la integridad territorial y la soberanía de nuestra nación es competencia de todos  los venezolanos, cada cual desde su ámbito de acción, pero no debemos mezclar este justo reclamo con la disputa electoral próxima de las elecciones parlamentarias. Diluiría nuestro reclamo en puros vapores de la fantasía. 
Jesús Enrique Matheus Linares
jmateusli@gmail.com

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