La historia nos muestra el abismo al cual fue arrastrado
el pueblo alemán por el arrebato de su desquiciado gobernante Adolf Hitler,
aclamado y reverenciado por su pueblo, en gran medida gracias a la absoluta
manipulación de la información, método que años después algunos regímenes
dictatoriales imitan al pie de la letra, en su afán de seguir manteniendo
ocultas las realidades que desdibujan afanes de mujeres, hombres, estudiantes,
jóvenes, obreros y trabajadores, cansados de tanto engaño, arbitrariedades y
atropellos de sus derechos civiles. Realidades que en el caso venezolano, el
régimen pretende ocultar con avasallante información y publicidad en emisoras,
televisoras y periódicos a su servicio y la negativa del suministro de papel a
periódicos como El Nacional, TalCual, El Impulso, El Carabobeño y otros más de
provincia, a los cuales se les tilda de estar al servicio de la oposición
golpista y de la burguesía capitalista.
Algunos historiadores
han resaltado la importancia de analizar la popularidad de Adolf Hitler y el
respaldo mayoritario que recibió del pueblo alemán durante el Tercer Reich. Más
allá de sus dotes de orador y provocador, se argumenta que el aura carismática
que se creó en torno a su figura se debió especialmente “a las condiciones
políticas y sociales y los efectos psicológicos que esa situación provocó en la
población alemana”, especialmente a raíz de la profunda crisis económica que
afectó a dicho país. Hay quienes señalan también que Hitler fue poco a poco
seduciendo a la mayoría de su pueblo, al insinuar que estaba más “indignado que
ellos por la difícil situación, y que poseía la voluntad y la inteligencia para
acabar con ella”.
Se han detenido en
analizar cómo una sociedad culta y civilizada, depositó virtualmente toda su
confianza en tan siniestro personaje, rompiendo también un paradigma de la
historia contemporánea. Claro está que el “encanto” que logró consolidar Hitler
con el pueblo alemán fue forjado gracias a una descomunal propaganda política
que se fue consolidando progresivamente con la apropiación total de todos los
medios de comunicación, lo que condujo a que la prensa se convirtiera en una
“prisionera del nazismo”. Solo Hitler podía tener la razón, solo él era dueño
de la verdad.
Joseph Goebbels fue
designado en el año 1933 ministro de Propaganda del régimen genocida de Adolf
Hitler, y su nombramiento fue producto de la arbitrariedad de un psicópata que
ofreció un imperio de mil años, por lo que para cualquier persona normal sobran
razones para despreciar la siniestra figura de quien paradójicamente simbolizó
la denominada raza superior (aria). Su nefasta conducta influyó sobre las
masas, tal como ocurre en gobiernos de corte dictatorial y mediocre, pues
engañan sin el más mínimo pudor.
La estrategia de
Goebbels no se afincó en el nepotismo, pese a que esta brutal intromisión de
parientes en los cargos públicos no estaba prohibida en la Alemania de Hitler.
Tampoco hubo narcotráfico o narcotraficantes vinculados con el gobierno del
sanguinario Fuhrer, ya que en aquella época las mafias de las drogas estaban
lejos de tener el rol estelar, que actualmente les permite participar en
campañas políticas y en gobiernos de corte fascista, signados por el populismo,
la demagogia y la mitomanía.
Goebbels estaba
convencido de que su misión era influir en el pueblo, y para ello se valió de
cuantiosos recursos de tal manera que su propaganda lograra el propósito que se
había trazado. Tanto así, que en un discurso del 16 de marzo de 1933, refiere
apasionadamente entre otras cosas: “Un gobierno como el nuestro, obligado a
tomar medidas de muy largo alcance, tiene que preparar el terreno por medio de
la propaganda, con el objeto de atraer gentes hacia sus miras. Iluminar al
público es algo esencialmente pasivo; la propaganda es cosa activa. Estamos
decididos a trabajar a las masas hasta que caigan en nuestros brazos”.
Los dislates del
régimen presidido por Maduro, nos presenta ante el concierto internacional como
un país que no solo tiene corruptos sino también ignaros, pues aun cuando
Venezuela es un pueblo ávido de cultura, aparentemente se muestra como apacible
y conformista ante los atropellos de los derechos ciudadanos contemplados en la
Constitución Nacional, una situación que no es tal, por cuanto miles de
mujeres, hombres, jóvenes estudiantes, obreros y amas de casa muestran
diariamente su inconformidad ante la escasez de los alimentos, medicinas,
inseguridad, desempleo, bajos salarios, corrupción, nepotismo y una laya de
males desde hace 16 años cuando se apoderaron del país, enarbolando la bandera
de un socialismo del siglo XXI, que la denominan marxista y bolivariana, y por
ende comunista, como lo asintiera el propio Fidel Castro.
Un gobernante que
respete a su pueblo debe manifestarse democráticamente, pues de esta manera
propenderá a la formación de un Estado con bases éticas y jurídicas que consoliden
a la nación, ya que de no cumplirlas deberá responder ante la historia, pues
allí quedará plasmada. Quien conduce los destinos de una nación no puede
dedicarse a la parlanchina tarea de repetir como un loro, algunas frases que
fueron recogidas al azar, y evitar por otra parte cometer desvaríos filológicos
que lo exponen al ridículo nacional e internacionalmente. Un Jefe de estado que
se precie de ser tal, debe abocarse a cosas más sensatas, reales más no
virtuales, que además de tediosas como suele ocurrir diariamente en nuestro
país, causan natural indignación por el uso y abuso del poder.
En los gobiernos
totalitarios no hay espacio que pueda escaparse a su control. La información y
la opinión que no se sometan a sus intereses, les da pie para acusar a sus
autores de conspiradores, vende-patrias, apátridas, burgueses, imperialistas,
fascistas, enemigos del pueblo, pelucones (copiado de Rafael Correa), y son
víctimas de acoso, descalificaciones, improperios, amenazas, retaliaciones y
hasta agresiones físicas, que han sido denunciadas ante los organismos
internacionales que defienden los derechos humanos, la libertad de expresión y
de prensa.
Que profético fue el
discurso que pronunciara en el Congreso Nacional el 5 de julio de 1999, el
extinto Jorge Olavarría, quien desnudó en su propia cara los estropicios que
contra la Constitución Nacional perpetraba en tan corto tiempo Hugo Chávez, a
quien meses atrás había brindado su apoyo. Una magistral pieza oratoria de alto
contenido histórico y plena vigencia en los actuales momentos:
https://youtu.be/UsJR8fmauKU
“Yo
soy religioso de mis promesas y mi gloria la fundo en cumplirlas, porque mi
ambición se limita a libertar a mi país y a ser estimado como hombre de bien
por mis coetáneos” Simón Bolívar.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de
Periodistas (CNP-122)
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