lunes, 4 de mayo de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¡CÓMO ARRUINAR A VENEZUELA!, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL, NO ES NORMAL, SENTIMIENTO OBRERO,

El país se volvió un enredo acuciado, contradictoriamente, por políticas públicas carentes de arraigo conceptual.

¡CÓMO ARRUINAR A VENEZUELA!

Contrario al hecho sobre el cual el mundo editorial ha visto engrosar sus finanzas cuando de estimular el éxito personal o el mejoramiento de organizaciones se trata, para lo cual argumenta razones vinculadas con la inteligencia, la administración, la motivación, la planificación y la gerencia, también la improvisación se ha valido de obtusos criterios para opacar el desarrollo de instituciones que, al margen de sus capacidades y potencialidades, terminan convirtiéndose en una especie de contenedores de problemas y perdedores de valiosas oportunidades de crecimiento y progreso.

La política de baja calaña, micro política o politiquería, propia de la demagogia populista,  tiene la fuerza para decantar posibilidades de desarrollo económico y social de un colectivo importante. Ello es resultado de la indolencia en combinación con la ineptitud y la codicia equivocadamente concebida, conducta ésta característica de personajes que, disfrazados de dirigentes o gobernantes democráticos, están entregados al delito político y a la fechoría moral.

El caso Venezuela es referencia en el debate de ejemplos desnaturalizados. Mientras los países de la región, incluso aquellos declarados socios, aliados o asociados emergentes, por burdos intereses económicos, han visto crecer sus indicadores de desarrollo, transparencia y gestión, principalmente, Venezuela ha sufrido la declinación de casi todas sus manifestaciones de pujanza y disposiciones de influencia política y económica. De hecho, sus finanzas, como nunca, están en el último escaño. A decir del diario El Nacional, “la reservas del país están en el nivel más bajo en doce años” lo cual sin duda  es bastante alarmante. Sólo en Abril disminuyeron casi dos mil millones de dólares para situarse en 18 mil 900 millones de US $, no todos de inmediata liquidez lo que engrosa el problema financiero.

Tal estado de precariedad, viene profundizándose al mismo tiempo que denota el raquitismo de gobernantes aferrados a gastos que, a sabiendas de su carácter improductivo, no tienen mayor vinculación con la necesidad de inversión que requiere la movilización de un país históricamente comprometido con procesos de institucionalización de la democracia constitucionalmente pautada. Particularmente, en las Cartas Magnas de 1961 y 1999, indistintamente de su inspiración doctrinaria. Sin embargo, las realidades han dejado ver gruesas distorsiones que a pesar de ciertos ingresos extraordinarios no recurrentes o no asociados al petróleo y no del todo declarados aunque sí comprobados, han derivado en una absurda concentración social y territorial de la riqueza y del poder en pocas manos.

En el contexto de tan grave situación, viene acentuándose una grosera brecha entre el discurso de altos dirigentes gubernamentales, y el proceso real de elaboración y toma de decisiones que orienta la acción del régimen. Así ha comenzado a fraguarse una gestión de gobierno absolutamente discordante de lo que prescribe el fanfarroneado Plan de la Patria. De essa forma, el país ha entrado en una fase de su economía totalmente revuelta en la que la confusión y el desaliento han mediatizado ingentes compromisos por articular un proceso histórico con el sentido de venezolanidad por el cual ha venido luchándose a lo largo del recorrido del siglo XX, fundamentalmente. Pero el populismo ha podido más que cualquier esfuerzo por ordenar el desarrollo nacional con base en valores de libertad, pluralismo político, solidaridad y justicia.

El país se volvió un enredo acuciado, contradictoriamente, por políticas públicas carentes de arraigo conceptual. En consecuencia, lejos de hacer de Venezuela un país referencia y modelo tan igual o mejor de lo que alguna vez alcanzó a ser, retrocedió tanto que ni siquiera podría llegar a reconocerse pues perdió la configuración democrática que pudo lograr entre duros zarandeos políticos y económicos. Pero ahora el país cayó en un espacio sin fondo que sirva éste para frenar la caída que viene dándose en lo que va de siglo XXI.

La obstinación, la sed de venganza, el resentimiento han sido las razones que lamentablemente, han incitado el ejercicio de poder que por ahora mantiene tiranizado al país. O sea, todos los problemas que desgarran un cuerpo social, los vive hoy Venezuela. Desde su economía al borde de la estanflación (situación en la que a pesar de la abrupta inflación, se produce un estancamiento de la economía y el ritmo de la inflación no cede), hasta el padecimiento de un mercado marcado por la carestía de productos que forman la cesta básica, pasando por una sociedad en encarnizada bifurcación, el país está en un plano negativo que muchos todavía no advierten por ceguera ideológica o provecho personal. En todo caso, no luce difícil dar cuenta del destrozo que el régimen sordo y ciego, aunque inversamente revolucionario, le ha causado al país. De manera que tampoco es complicado averiguar el procedimiento seguido por el régimen para haber descalabrado al país. Sus gobernantes bien supieron ¡cómo arruinar a Venezuela!

VENTANA DE PAPEL

NO ES NORMAL

A pesar de los nuevos controles que impone el régimen con el propósito de acorralar aún más las libertades, y de confiscar los derechos fundamentales, la democracia jamás perecerá. Cada día se crean mecanismos para defenderla. Las redes sociales, son carteleras activas para ejercer el derecho a opinar, tanto como a protestar, lo que es propio de la condición humana. Así que no es raro hallar en las redes sociales de la Internet, expresiones que denoten rechazo al autoritarismo que busca el régimen activar y para lo cual se vale de abusos posibles y hasta legalizados. Inclusive, impuestos por vía de la fuerza.

El manifiesto que recién inundó tablets, smartphones, laptops y computadoras personales, sobre el carácter de anormalidad que caracteriza a Venezuela en medio del estado de ruina al que lo ha llevado la tan mentada revolución bolivariana, da cuenta del desastre que tiene degradado al país.

En verdad, debe reconocerse que los venezolanos no disfrutan de un país en condiciones de exacta normalidad. Uno de dichos mensajes, explica que todo en él, es anormal por cuanto no es normal, por ejemplo, que haya que hacer colas para comprar alimentos (si es que se consiguen). Tampoco es normal que no se consigan medicamentos o que cada 20 minutos muera un venezolana en manos del hampa. Asimismo, no es normal que la tasa de inflación sea la más alta del mundo, siendo uno de los principales países exportadores de petróleo (aunque en tiempo pasado).

Del mismo modo, no es normal que millones de venezolanos estén protestando pacíficamente en todos el país por urgentes soluciones y que no sean escuchados. Al contrario, son brutalmente reprimidos por organismos de seguridad del Estado que contrariamente  a su misión, no actúan con la delincuencia como debe ser. Esto hace que se tenga una impunidad dominante. Además, no es normal que muchos venezolanos no entiendan tal descarnado maltrato. Aún así, permanecen callados.

No es el país que merecen los venezolanos coterráneos de Bolívar. Mucho menos, el régimen que por superadas circunstancias ejerce el poder político. Más, cuando el país funciona a la inversa. Y eso, no es normal.

¿DÓNDE QUEDÓ EL SENTIMIENTO OBRERO?

Conmemorar el día de los trabajadores, es un acto más político que sindical. Y peor ahora, cuando la política venezolana ha llevado al país al propio despeñadero que se ve al corroborarse el nivel de crisis que aqueja la funcionalidad administrativa oficial. Este primero de Mayo de 2015, estuvo caldeado de presuntos trabajadores. Pero más llevado por pasiones ideológicas infundadas, que por causas gremialistas que hayan respondido al devenir laboral. 
Todo fue loas a un régimen que en nombre del socialismo, distribuye miseria. No se escucharon consignas que protestaran las migajas que reparte el gobierno en forma de salario. Muy a pesar del efímero aumento decretado. Tampoco, por lo que en forma de impuestos le quitan al precario salario mínimo que además no se transforma en soluciones de agobiantes problemas. Es decir, no hubo reproches por la manera de cómo el régimen persigue económicamente al trabajador. Ello, sin condolerse de quienes ganarán escasos 6.746 Bs. de sueldo mínimo.
Tampoco hubo voces que reclamaran la grosera inflación que deja “claro y sin vista” cualquier insípido aumento considerado por el alto gobierno. No se dijo nada de las empresas expropiadas cuyas direcciones quedaron en manos de militares que excluyen al obrero “pico y pala”. Habrá que preguntarse por aquella declaración de “dignificación de la clase obrera” que sólo sirvió para rellenar páginas de periódicos.
No se dijo nada sobre otra promesa gubernamental en torno a lo que es “una empresa autogestionable” que al final se convirtió en excusa para no producir nada. Aunque sí, para darle fuerza mediática al pretexto de “guerra económica”. Igualmente nadie se atrevió a reivindicar aquello de “producción: armonía en el ambiente” pues las realidades son evidentes al correr el velo de empresas gubernamentales que lejos de ocuparse por un ambiente limpio, no le importa la contaminación ambiental que sus procesos despiden hacia la atmósfera.
Entonces, frente a un presidente de la República que dice ser “obrero” y ante la desidia revelada por la situación de caos que igual trastoca tanto al patrono como al obrero, a todos los venezolanos sin distingo de credo político, cabe preguntarse ¿dónde quedó el sentimiento obrero?

“Para lograr el desarrollo de un país, se tienen distintas fórmulas. Aunque para arruinarlo, también. La diferencia entre un camino y otro, estriba en lo inmediato que significa aniquilarlo pues sus ejecutores igual terminan haciéndose pasar por sus benefactores”
AJMonagas

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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