sábado, 25 de abril de 2015

LUIS EDUARDO MARTÍNEZ HIDALGO, LOS HOMBRES DEL CAMPO

Dediqué este fin de semana a cumplir con apretada agenda en Monagas. Entre las muchas actividades realizadas, disfruté especialmente la visita a una procesadora artesanal de café ubicada a un centenar de metros de la bella iglesia de San Antonio de Padua. Me recibió el dueño, antiguo trabajador de la hidrológica regional que en algún momento fue echado a la calle por los mandatarios de turno y se encontró urgido de procurarse una manera de ganar el sustento de su familia.

A un costado de su casa, agudizando el ingenio, construyó un rudimentario sistema para procesar café y empacarlo tras lo cual vende. Al principio recibía café de productores de los municipios Acosta y Caripe pero siendo menos los que cultivan por esos lares, se vio obligado a comprar en el vecino Anzoátegui, en Mundo Nuevo, la materia prima requerida.

El negocio original ya se ha multiplicado por cuatro y los doce quintales y medio que procesa a diario, son vendidos minutos después de empaquetados. Una larga cola de clientes esperando ser atendidos es la mejor demostración de la calidad del producto y de la demanda de este.

Hablamos con pasión de las infinitas posibilidades de la agricultura venezolana y del abandono al cual ha sido condenada. De cómo se prefiere importar que producir, subsidiando a países extranjeros e impidiendo que nuestras tierras sean generadoras de riquezas, prosperidad, empleo y satisfagan las demandas del consumo nacional.
Nuestro anfitrión habla alegre de lo logrado, solo con el esfuerzo de los suyos, sin créditos ni apoyos gubernamentales.

Cuando lo felicito por lo tanto alcanzado, su tono cambia y expresa preocupado: “Todo lo que ve, todo lo que he construido por años, pudiera desaparecer a partir de Julio”.

Extrañado, pregunto por qué y me informa que los productores a los cuales compra café le han advertido que sus inventarios se agotarán para ese mes y que muy difícilmente continuaran atendiendo los cafetales por la falta de estímulos al sector y por la imposibilidad de cubrir los costos con el precio de compra regulado.

A mi lado se encuentra mi yerno, quien interviene, para advertir que igual le está pasando a su abuela, dueña de una hermosa hacienda en el oeste del estado, que llega a producir unos 30,000 pollos por cosecha pero que está a punto de abandonar porque es bastante más alto lo que cuesta el pollo a puerta de corral que el precio que le ha sido fijado.

Un joven estudiante de la UPEL que nos acompaña, masculla: “no hay futuro para la agricultura ni para nada en Venezuela”. Lo aparto del grupo y le ruego que no sea pesimista que si nos empeñamos todos, el mañana será distinto.

“No hay carne ni para una empanada” reza el titular de un periódico local que leo mientras viajamos hacia Aragua de Maturín, nuestra próxima parada. La Diputada que va conmigo, comenta que se había reunido con un grupo de ganaderos y estos le afirmaron tajantemente que no arrimarían una res a matadero hasta que no se le reconociera un precio que justificara su inversión y su trabajo. En otro periódico que hojeo se informa: “AN aprobó crédito por dos mil cuatrocientos cincuenta y siete millones para importar carne”.

En la capital del municipio Piar, almuerzo con un grupo de liceístas que me han designado padrino de promoción, de lo que me pone al tanto una talentosa joven, Isabella Fuentes, lo que agradezco emocionado. Cuando me siento, Isabella me comenta que su Papá es el Alcalde del Municipio, de lo cual se siente muy orgullosa. La conversación transcurre disparatadamente con muchachos y muchachas haciéndome preguntas y saltando de un tema a otro, cuando alcanzo a oír a una de las presentes decir: “En este país no hay futuro”. Por segunda vez en horas escucho semejante opinión y rápidamente afirmo que si lo hay, que Venezuela y los venezolanos si tenemos futuro pero que este será posible cambiando el actual estado de cosas para lo cual los jóvenes, como ellos, están llamados a ser protagonistas.

Rumbo a Maturín salta a mi memoria un poema de Julián Padrón, nacido en el caserío Colorado, con el cual cerré mi discurso de bienvenida al Presidente de la República, Ministros y Jefes de Misiones de todos los países del subcontinente presentes en el II Foro Iberoamericano de Agricultura, del cual fui anfitrión, preludio de la VII Cumbre Iberoamericana de Naciones: “Los hombres del campo, tienen el honor y el orgullo intactos. No dejan de oír el desafío que en cualquier parte, les lance la boca altanera de otro hombre. Y les importan muy poco la vida, porque no se la deben sino a la tierra y como sus mujeres, saben trabajar por los hijos pequeños”.

En la noche, en asamblea con dirigentes vecinales del sector Los Guaritos 2 de Maturín, enfaticé mi llamado a incorporarse activamente en procura de un mejor país, señalando: “Vamos a hacerlo, no por nosotros, sino en palabras de Julián Padrón, por los hijos pequeños”

Luis Eduardo Martínez Hidalgo
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve

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