Lo dicho. Más que en
lo sustantivo, en lo permanente que estaba en la agenda oficial, la Cumbre se
concentró en el asunto que más centimetraje mediático iba a producir: la
“bendición” multilateral de la reconciliación entre EEUU y Cuba, asunto que,
por lo demás, no es de poca monta, y su trascendencia es evidente para el
vecindario hemisférico, aunque haya que esperar todavía sus resultados concretos.
No obstante, deseo
más bien referirme, más allá de los discursos que pudimos presenciar por tv,
del lamentable y fracasado papel del gobierno venezolano y de los efectos que
pueda tener esta reunión en lo sucesivo, a un tema que me luce de honda significación
para las relaciones políticas y económicas de nuestro continente.
“We are all
americans” ha dicho el señor Obama a propósito del inicio del reencuentro con
Cuba.
A pesar de que el
presidente norteamericano, al comienzo de su primer mandato, era poco lo que
conocía de sus vecinos del hemisferio -nunca pisó en su vida país alguno al sur
del Rio Bravo- esta frase, 6 años después, denota un cambio importante de su visión,
lo cual en un norteamericano típico ya es decir mucho.
Con este “Todos somos americanos”, Obama retoma el discurso que desde finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, los founding fathers del Norte, Centro y Suramérica enarbolaron al lanzarse a la aventura independentista y enfrentar a los imperios europeos.
En aquellos años se
oían las expresiones: “El nuevo mundo es nuestra patria”, “la causa de
América”, “americanidad”, “los pueblos del continente americano” y el
estigmatizado “América para los americanos”. El “Todos somos americanos”, lo
asumieron entonces Jefferson, Viscardo, Madison, Miranda, Clay, Bolivar,
Nariño, Hamilton, Martins, Adams, entre otros.
La idea de unión de nuestro hemisferio estaba en semilla mucho antes de la independencia. Cuando se lee a los hombres públicos de la época, se identifica un sentimiento, pensamientos y aspiraciones compartidos, más allá de las diferencias entre “anglos” e hispanos. A Pensilvania iban los revolucionarios hispanos a conspirar contra España. Un venezolano, García de Sena, traduce a Thomas Paine al español. Miranda busca apoyo en EEUU y lo consigue, e invade a Venezuela; un hijo de John Adams es capturado en esta acción.
Luego vinieron los
desencuentros, no solo los de hispanoamérica con EEUU sino también, y sobre
todo, entre los mismos latinoamericanos, hasta que a mediados del siglo XX se
comenzaron a enderezar las cargas.
Luego de la guerra
que había ganado EEUU con los aliados, se abrían nuevos horizontes. Aparece la
OEA y otras instituciones regionales.
Muchos pensadores del
hemisferio, apartando resentimientos históricos sobre anteriores conductas de
gobiernos estadounidenses, recordaban, como Picón Salas, “la común misión de
América, la teoría de la concordia y esperanza del Nuevo Mundo, que antes
aproximara el pensamiento emancipador y americanista de las dos zonas e hiciera
dialogar a Jefferson y Francisco de Miranda”.
Pero nunca faltaron los que se mantenían en sus trece, obsesionados con lo que representaba EEUU para el continente y el mundo, particularmente, la izquierda anacrónica latinoamericana, sin olvidar factores ubicados en la derecha política. Carlos Rangel lo decía, EEUU representaba un escándalo humillante para Latinoamérica, la cual no daba al mundo ni se daba a sí misma una explicación aceptable de su fracaso relativo; de allí que con el tiempo comenzara a racionalizar y atribuir la situación de atraso, las carencias y los diversos problemas de América Latina, al país triunfador convertido en potencia. Sin olvidar otras conductas reprochables del gobierno de EEUU, en la actualidad estamos frente a otra realidad. Ese país, aunque siga siendo el más poderoso de la tierra, ya no es único poder, pero es nuestro vecino y principal socio económico.
La visión hemisférica
de Obama, sin duda, representa un cambio sustantivo y una autocrítica sobre el
manejo de las relaciones exteriores de su país. Hasta no hace muchas décadas,
éstas, en el fondo, han sido producto del desconocimiento recíproco y una
incomprensión mutua entre Latinoamericanos y estadounidenses. Los que viven del
resentimiento histórico y machaconamente recuerdan agravios pasados, con esta
actitud se cierran no solo al presente, sino también al futuro que
necesariamente debemos compartir con todos los países del continente, sin
excepción.
El mexicano Enrique
Krauze lo ha subrayado muy bien para el caso EEUU-México, observación que puede
ser trasladada a toda América: “conocernos antes que condenarnos”. No nos
conocemos, nos ignoramos y hasta nos hemos despreciado mutuamente.
Porque no es verdad
que los males de los latinoamericanos tengan como causa EEUU. Es una gran
mentira que gustan repetir los demagogos de todo pelaje, para ganar adeptos en
sus electorados. Como tampoco es verdad que algunos gobiernos de EEUU no hayan
cometido significativos errores en su conducta internacional.
La Cumbre de las
Américas dejó claro que EEUU comienza a recuperar gran parte del liderazgo
perdido en los últimos tiempos. Aun está por verse si los próximos gobiernos en
ese país continúan por esa senda. Esta Cumbre también mostró que los liderazgos
obsoletos, mediocres y fracasados, como el del gobierno venezolano, están en
franco declive.
Países grandes,
medianos y pequeños del hemisferio formamos un bloque cuya potencialidad
política y económica es enorme; de allí la necesidad del entendimiento
respetuoso, la estrecha cooperación y una integración que a todos traiga
beneficios.
Una sola es América
en su diversidad. La historia, la política, la economía y los valores
compartidos nos unen en un gran conglomerado. Todos somos americanos, sin duda.
Emilio Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
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