Lo más triste de las declaraciones del
presidente saliente de Uruguay, José Mujica, sugiriendo que el capitalismo
mundial está agonizando no es que lo haya dicho en momentos en que la bolsa de
New York alcanzaba su récord histórico, sino el hecho de que se trate de una
idea que está siendo repetida constantemente por varios presidentes
latinoamericanos como si se tratara de una verdad incuestionable.
Casi no pasa un día sin que el presidente de
Venezuela, Nicolás Maduro, y sus colegas de Argentina, Ecuador, Bolivia,
Nicaragua y otros países no proclamen — algunos más explícitamente que otros —
el “fin del capitalismo”. El ex gobernante cubano Fidel Castro viene anunciando
la inminente muerte del capitalismo desde principios de la década de 1960.
Mujica, que termina su mandato el domingo,
fue citado por la agencia de noticias oficial cubana Prensa Latina el 22 de
febrero diciendo, en una entrevista al diario mexicano La Jornada, que el
capitalismo “está agotado”. En rigor, la cita textual de Mujica al periódico
decía que el capitalismo “parece haber dado todo de sí” y que “lo lógico es que
sea reemplazado por el socialismo democrático”.
El problema es que, aunque no hay duda de que
el capitalismo tiene sus defectos, muchos presidentes latinoamericanos están
sentados de brazos cruzados esperando su muerte. Mientras tanto, China, India,
Vietnam y varios países asiáticos vienen creciendo y reduciendo la pobreza a
pasos agigantados desde que empezaron a apostarle al capitalismo en la década
de 1980.
Quizás alguien debería regalarle a varios
presidentes latinoamericanos una copia enmarcada de un reciente artículo sobre
el valor de mercado de Apple. Lo deberían colgar en sus despachos
presidenciales, para empezar a entender lo que está pasando en el mundo.
Apple alcanzó un valor récord de $710,000
millones el 10 de febrero. Para ponerlo en perspectiva, Apple vale más que todo
el producto bruto interno de Argentina ($610,000 millones), Venezuela ($483,000
millones), Colombia ($378,000 millones), Chile ($ 277,000 millones) o Perú
($203,000 millones), según cifras del Banco Mundial.
Los presidentes de Ecuador, Uruguay y Bolivia
deberían ser los primeros en tomar nota. Apple vale siete veces más que toda la
economía de Ecuador ($94,000 millones), doce veces más que la de Uruguay
($55,000 millones), y veintitrés veces más que la de Bolivia ($30,000
millones).
Si estos datos no alcanzan para convencer a
varios presidentes latinoamericanos de que estamos viviendo en un nuevo mundo,
en que los avances tecnológicos se cotizan cada vez más y las exportaciones de
las materias primas latinoamericanas cada vez menos, hay varios otros ejemplos
en las noticias recientes que son igualmente ilustrativos.
Uber, una empresa fundada hace cuatro años
que creó una aplicación para teléfonos inteligentes conectada a un servicio de
taxis particulares, ha alcanzado un valor de mercado de $41,200 millones. Esto
equivale a más que el total de las exportaciones de petróleo anuales de México.
WhatsApp, la aplicación de mensajería
instantánea para teléfonos inteligentes iniciada por dos jóvenes de
veintitantos años, fue vendida el año pasado por $19,000 millones. Eso es casi
veinte veces el valor total de las exportaciones de vino de Chile.
Lamentablemente, mientras siguen esperando el
fin del capitalismo, varios países latinoamericanos dependen cada vez más de
sus exportaciones de materias primas y manufacturas básicas, y no invierten —
como los asiáticos — en mejorar la calidad de su educación, la innovación, la
ciencia y la tecnología.
Los países latinoamericanos invierten solo un
0.8 por ciento de su producto bruto en investigación y desarrollo de nuevos
productos, en comparación con el promedio mundial de 2.1 por ciento, según
datos del Banco Mundial. Lo que es más triste aún, los países latinoamericanos
han aumentando su dependencia de las materias primas, y reducido sus
exportaciones de productos de alta tecnología.
Según cifras citadas el 13 de febrero por la
directora de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina
(CEPAL), Alicia Bárcena, las exportaciones latinoamericanas de productos de
alta tecnología han disminuido de casi 20 por ciento de sus exportaciones
totales en el año 2000 a aproximadamente 10 por ciento en la actualidad.
Mi opinión: El capitalismo tiene muchas cosas
que pueden y deben mejorarse para hacerlo más ecuánime, pero los presidentes
latinoamericanos deberían dejar de hablar babosadas sobre el inexorable fin del
sistema y ponerse a trabajar — como los países asiáticos — para ser más
competitivos en la economía global que tenemos.
En lugar de hablar boberías sobre el “fin del
capitalismo”, deberían estar hablando sobre la necesidad de mejorar los niveles
educativos y la innovación, para exportar productos cada vez más sofisticados.
Sus actuales vaticinios sobre el apocalipsis del capitalismo no hacen más que
generar complacencia, pasividad, menor crecimiento y mayor pobreza.
Andres
Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com
@oppenheimera
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