Llega el 14 de febrero y el sol está
calentando en cualquier parte del país. Me parece que el verano va a ser fuerte este año y entonces, uno cae en cuenta
que estamos en días de carnaval.
Lo que sucede es que el ambiente está tan
enrarecido por tantos problemas que inundan la cotidianidad, que uno no piensa
en los carnavales como en otros tiempos. La alegría de los niños llena de entusiasmo los días, desde que se
disfrazan en la escuela, y después nos preguntan qué vamos a hacer en carnaval,
pues saben que disponen de unos días de descanso.
Entonces, allí comienza una especie de
reacción en cadena. “A ver a ver-dice uno-, podemos ir a nuestro estado
Anzoátegui, o a nuestro materno estado Sucre, visitar a la familia, darle una
vuelta a la casita, saludar a los amigos, darnos un baño de playa, pasear un
poco por carretera y comer algo diferente en el mero centro de nuestra
gastronomía oriental.”
En ese momento de pensar en alto, los
muchachos, la abuela y hasta el perrito-que sabe lo que está sucediendo- todos
se llenan de emoción y gritan, bailan, sonríen, se imaginan cosas, en menos de
lo que canta un gallo.
Luego, uno comienza a pensar la cosa en
detalle, es decir poniendo los pies sobre la tierra. De esa manera, hay que
calcular los gastos que genera la travesía, la empresa-ustedes saben-. Por
ello, uno piensa en revisar los cauchos y precisar si el carro –cual carreta en
otros tiempos- está en condiciones de salir sin problemas, con sus lubricantes,
y mecánica en general, óptima.
Entonces, uno comienza a pensar cómo haremos
con la alimentación a dónde quiera que se vaya, entendiendo que hay escasez por
todos lados y se debe llevar el pan por debajo del brazo y hasta el papel toilet.
Mi amigo Isidoro Pacheco, que tiene una casita en La Guaira, frente al mar, me
dijo que advirtió a su familia “…que no le visitara porque tiene quince días
sin agua y en la zona es un problema abastecerse de comida; que mejor piensen
bien la cosa y se queden en casa, porque la situación ha cambiado…”
En ese momento, le dije a la familia que de
repente es mejor quedarnos en Caracas, para no pasar trabajo en la provincia y
de esa forma rendir todo lo que se pueda en tiempos de crisis, pero hasta la abuela
me torció los ojos y el perrito se tapó los ojos con sus dos patitas. Bueno-les
dije-, la otra opción es irnos lo más apertrechados que podamos, no exigirle
mucho al carro y reducir los días de estadía y hacemos de todo un poco como si
fuera un viajecito Express …
Esto último fue lo que acordamos: visitaremos
la parte oeste y norte de Anzoátegui-en esta oportunidad no veremos los rostros
de la famita en Cumaná - por causas mayores- a ritmo de visita de médico, nos
bañamos en la playa; nos llevamos la comida y nos vendremos antes de lo
acostumbrado en otros tiempos , cuando éramos felices y no lo sabíamos. “¿Y por
qué todo tan apurado?”-me preguntó el más chipilín del grupo familiar-, “-cosas
del socialismo”-le contesté-.
Luis
Alfredo Rapozo
luisalfredorapozo@gmail.com
@luisrapozo
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