"... los ejércitos de la República libertarán a los oprimidos y exterminarán a los opresores". Tomás Montilla
Cuando se presentó sobre Caracas la
implacable amenaza de las huestes de Boves el Libertador desde Valencia, el 05
de febrero de 1814, hizo un llamamiento extraordinario con el cual no solamente
invitaba otra vez al heroísmo sino también a la comprensión de aquel momento
que exigía una resolución definitiva para salvar la vida y sostener a la República:
"Habitantes de la Provincia de Caracas:
Un jefe de bandidos, conocido por su atrocidad, el perverso Boves, ha podido
penetrar hasta la Villa de Cura, reuniendo esas cuadrillas de salteadores
esparcidos en los caminos de los Llanos...", y recordaba: "Ejércitos
disciplinados no han podido avasallarnos, y sólo han combatido para su
oprobio...".
Ante tal situación, carente como se encontraba
la ciudad de un ejército regular para defenderla, exigió Bolívar a los suyos lo
más caro del orgullo patrio, lo más alto del honor ciudadano al preguntar sí:
¿... una irrupción de viles asesinos podría, pueblos generosos, envilecer
vuestro indómito brío? ¿Podrían ser alguna vez infamados esos venezolanos
invencibles, terror de la España, honor de la América, admiración del mundo?
No, vuestra indignación exaltada vuela
ya con una noble cólera, a castigar tantos ultrajes. Armaos en el instante,
pueblos todos; que un ladrón no puede desolar ni deshonrar impunemente; corred
a presentaros en La Victoria y Valencia...".
Pocos días antes, el 3 de febrero, los
patriotas habían sido seriamente derrotados en La Puerta y sus fuerzas se
encontraban dispensas por lo que el avance de Boves resultaba inminente. Al
conocerse en la ciudad la proclama de Bolívar, la alarma se generalizó pero, al
mismo tiempo, la población se movilizó. El entonces coronel Juan Bautista
Arismendi, gobernador militar, ordenó el
8 de febrero que: "... a las dos de esta tarde deberán hallarse en la
plaza de la Catedral todos los individuos desde la edad de doce años hasta los
sesenta, sin excepción alguna, con las armas que cada uno tenga..."
advirtiendo que en caso contrario los que faltaran iban a ser considerados reos
de lesa patria. Se dispuso igualmente que los clérigos y los religiosos se
reunieran en el Convento de San Francisco lugar que fue testigo de tantos
hechos trascendentes y, en especial, el juramento que los libertadores habían
pronunciado en defensa de la patria y la conservación de la República. En horas
de la tarde, en los distintos sitios donde fue colocado el llamamiento:
"en cinco partes diversas de esta capital" -tal y como lo asentó el
Escribano Público don Francisco Valles- los ciudadanos: "demostraron
aplauso con vivas a la Patria".
Aquello iba a constituir un nuevo sacrificio
que aceptaban los hombres y las mujeres de Caracas, aquellos para ir a luchar y
estas para despedirlos como lo hizo cierta vez Juana Antonia Padrón, madre de
los célebres patriotas Mariano y Tomás Montilla, al indicarles que: "No
hay que comparecer en mi presencia si no volvéis victoriosos". La
indiferencia, la cobardía y la traición esconden desde entonces sus rostros
ante tal ejemplo de dignidad venezolana.
Los seminaristas y estudiantes se despojaron
de sus hábitos y se integraron a las fuerzas ciudadanas de la División Caracas
al mando de José Félix Ribas. En apenas 2 días se logró reunir unos 1200
hombres quienes llegaron a La Victoria el día 10 para oponerse a Boves y
derrotar la tiranía.
La: "Gazeta de Caracas" apuntó para
la historia un admirable testimonio: "la mañana del 8, lejos de ser un día
de conflicto, es un día de triunfo por el pueblo caraqueño. Más de 4.000
hombres se reunieron en este día, al toque de alarma..., con repetidas vivas y
aclamaciones a la libertad de la patria".
La batalla de La Victoria representa un acto
de virtud republicana, de heroísmo civil, de valor militar, de sacrificio
ciudadano. Se erige entre nuestros hechos principales no tanto por la magnitud
de los ejércitos o lo decisivo de la acción sino por sus actores, su carácter,
su significación. Ella personifica a la libertad que sin recursos tomó las
armas contra la tiranía, se precipitó contra ella, llevó entre sus defensores a
soldados bisoños, estudiantes que a Dios se consagraban y resolvieron
entregarse a la patria para sostener a la República contra los bárbaros de
entonces, los bárbaros de siempre, que amenazan libertades y derechos para
detener injustamente la marcha enaltecedora de la historia. Es por ello que La
Victoria simboliza lo mejor de nuestro orgullo patrio, lo mejor de la fidelidad
republicana, la irrenunciable determinación de Venezuela a ser libre.
José
Félix Díaz Bermúdez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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