jueves, 22 de enero de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, A PROPÓSITO DE LA ENFERMEDAD VENEZOLANA.

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ
El titulo se vincula con la denominada enfermedad holandesa o “mal holandés “extrapolada en su esencia al caso venezolano, a la luz de lo sucedido en los Países Bajos a comienzo de los 70 con la aparición de importantes yacimientos de gas que propició una masiva entrada de divisas y una apreciación en el tipo de cambio del florín holandés, alterando la competitividad externa de los otros bienes y servicios exportables.
Tal situación es similar a lo acontecido en Venezuela, cuando el precio del petróleo saltó de un histórico US$3/b hasta   alcanzar una gran media de US$44,43/b en el periodo 1999-2009, habida cuenta de una tendencia creciente del promedio anual desde US$12/b en 1999,  20 en 2000, 34 en 2001, 30 en 2002, 34 en 2003, 38 en 2004, 50 en 2005, 60 en 2006, 65 en 2007, 88.74 en 2008 y 57.02 en 2009; para luego situarse dicha media en US$93.12/b en el último quinquenio 2010-2014 ante un comportamiento cíclico que mostró un promedio de US$72.69/b en 2010, 101.04 en 2011, 103.42 en 2012, 99.98 en 2013 y 88.47 en 2014.
Ese escenario favorable de precios, evidentemente provocó fuerte entrada de divisas y la correspondiente apreciación del tipo de cambio del bolívar que nos condujo a una inclinación perversa hacia las importaciones (más del 75% del consumo nacional) en desmedro del aparato productivo nacional, configurándose la enfermedad venezolana que recrudece a principios de 2011 momento cuando nuestro crudo alcanza un promedio superior a los US$100/b, induciendo una política fiscal expansiva y prociclica que a la postre magnificó la tendencia secular hacia el déficit fiscal (25% del PIB en 2014) que ha venido “equilibrándose” por intermedio de la emisión de deuda y su monetización mediante la emisión de dinero inorgánico con obvio efecto inflacionario, todo ello en un marco de reducción de las inversiones en favor de la demanda agregada de carácter social y populista; estructura funcional que ha venido perturbando el crecimiento económico, la competitividad internacional de las exportaciones no petroleras y el mercado doméstico de bienes y servicios (entre otros).
Hoy día asumimos con claridad y “sentimos” los efectos del mal venezolano, ante la caída del precio promedio de la cesta petrolera nacional hasta US$39,8/b al 16/01/15 (más del 60%); aun así asumimos para 2015 una  estimación optimista de unos US$60/b (US$ 57/b es el precio de rentabilidad del esquisto de EUA), para un nivel de gasto publico recurrente que implícitamente ubica el precio petrolero de ejecución (PPE) cercano a los US$125/b, situación que permite inferir un déficit fiscal 2015 superior a los US$ 56.000 millones en el entendido que por cada 1$ de caída el país deja de percibir US$ 770 millones netos. Es de aclarar, en lo atinente al presupuesto nacional, que esta  insuficiencia debe ajustarse en un 43% en razón al aporte del SENIAT al presupuesto de ingresos (el cual intentarán aumentar) hasta situar la insuficiencia en US$ 32.000 millones; monto que se irá incrementando por el impacto del crecimiento vegetativo del gasto público (aumento salarial, nuevas inversiones, elecciones parlamentarias, etc) que muy probablemente llevará la insuficiencia fiscal 2015 por encima de los US$ 36.000 millones; lo cual impedirá atender, entre otras acciones, los requerimientos de divisas de la economía a los niveles de US$ 77.500 millones en 2012, 71.000 millones en 2013 y los ya reducidos 57.200 millones en 2014, materializándose un impacto en la balanza de pagos y un desastre en el comportamiento de la indeseable economía de puertos y por ende en el bienestar del venezolano especialmente afectado por un desabastecimiento en escenario recesivo, en áreas muy sensibles como alimentos, medicinas, electrodomésticos y ropa.
El 2015 refleja un profundo desequilibrio macroeconómico, que en mucho se debe a una desorientación ideológica, donde resaltan la escasez de divisas, la inflación, la sobrevaluación de la moneda, la situación crítica de las reservas internacionales, el estrangulamiento del aparato productivo, el desabastecimiento, la perdida el poder adquisitivo del bolívar, la disminución del nivel y calidad de vida, y muchas otras .En fin,  un tipo de cambio sobrevaluado no se resuelve con devaluaciones sistemáticas  aplicadas en un escenario inflacionario permanente que con seguridad revertirá a una nueva situación de desequilibrio con más sobrevaluación e inflación; o lo que es lo mismo, la acción de fondo para controlar la enfermedad venezolana ha de sustentarse en “recetas económicas” prescritas con recomendaciones donde prive lo técnico sobre el populismo político, con una perfilada política económica, en conjunto con un cambio del actual modelo económico disfuncional, una reducción del tamaño del Estado y del Gobierno incluida una apertura hacia el sector privado (más del 80% de la población lo desea) en un clima de confianza que impulse la credibilidad en relación a futuras medidas gubernamentales, y así reducir la incertidumbre enemiga de la inversión y el crecimiento económico.
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com      
@jesusalexis2020    

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