viernes, 30 de enero de 2015

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, PENSANDO EN GRIEGO

Leí las reseñas periodísticas acerca de las desmemorias y cuentos del ilegítimo porque me niego a ver cadenas.  No se las veía al dueño del circo, ¿voy a ver las del … indocumentado vociferante?  De la lectura, me entero que no ha variado en nada el menú: solo promesas, mentiras y amenazas —sobre todo, amenazas.  En razón de estas últimas, vino a mi mente algo de Heródoto: “no hay lugar para la fuerza cuando lo que se requiere es sabiduría”.  Y de esta, la verdad es que es mucho lo que le falta al nortesantandereano y su sartal de ministros.  Las acciones y las palabras —más las segundas que las primeras— lo demuestran hasta la saciedad.  

Es tan estúpido decir que la gente hace cola porque tiene real en el bolsillo y hay abastecimientos en los comercios como amenazar públicamente a los expresidentes latinoamericanos que vienen a Caracas para intervenir en un foro de la oposición.  ¡Es que es tan fácil echar fieros!  Mucho más que el aprovisionamiento de los supermercados y farmacias con cosas que la gente necesita.  De demostraciones de fuerza contra los desvalidos y de cargas armadas contra los manifestantes estamos hasta el tope desde hace dieciséis años.  Para nada.  Porque la situación tiende a peor con cada día que pasa.  El modelo económico de igualar por debajo preconizado por el régimen no soluciona; empeora a todos a la larga.  Se requiere gente con sabiduría en Miraflores para que reemplace a la runfla de incompetentes actuales.  Y, mientras más temprano, ¡mejor!

A la luz del desastre que dejó el intergaláctico que iba a ser eterno pero que se murió, sus autores no deben sentirse felices.  Mucho menos al que, con visitas inoportunas, no dejan descansar en La Planicie, el lugar de su gesto más heroico.  Lo que trae a la memoria otra frase griega.  Esta, dicha por varios de los pensadores del Siglo de Oro; Sofocles en “Edipo Rey”, Aristóteles en “Ética a Nicómano” y el ya mencionado Heródoto en su “Historia” explican que nadie puede considerarse feliz sino al final de su vida.  Pero parece que quien la dijo por vez primera fue Solón.  Cuando este ateniense se entrevistó con Creso, el inmensamente rico rey de Lidia, este le preguntó que quién era el hombre más feliz que había visto en sus recorridos.  Contrariando a Creso, que esperaba que le contestara que era él, le salió con esta pata de banco: “el hombre no es feliz sino cuando ha vivido largo tiempo y con logros; antes no podemos llamarlo feliz sino afortunado”.
Para quienes profesamos la religión cristiana, es un artículo de fe creer que se puede ser feliz después de la muerte.  Pero solo si se fue justo en vida.  Para quienes no profesan esa creencia, después de la muerte no se siente nada, mucho menos felicidad.  Era lo que le explicaba el Estagirita a su hijo Nicómano: “La felicidad es la actividad del alma conforme a la virtud (…) la felicidad la obtenemos por la práctica de la virtud, mediante un largo aprendizaje o una lucha constante (…) para la verdadera felicidad se necesitan dos condiciones: una virtud completa y una vida completamente desarrollada”.  De ambas cosas carecen Nicky y sus carnales.  Aviones a su disposición para darle la vuelta al mundo con sus familiares y para ir a dar pésames, no hacen felices a quienes disfrutan de esos privilegios (que nos salen muy caros a los demás), solo afortunados.  Que el capitán Hallaca tenga el poder para desde lo alto de una tribuna mandar a darle una golpiza a los diputados opositores y seguir con su cara muy lavada no lo hace un dechado de virtud precisamente.  Tampoco es muy virtuosa quien con su rostro inmóvil —tanto por la contumelia como por el Botox— dispara sentencias que ella sabe que van contra lo recto, lo legal, lo correcto y lo sensato; solo por sentar el precedente de que en su tribunal lo que impera es el pensamiento político y no la justicia.
La tristeza y la miseria que parecen haberse enseñoreado en Venezuela tienen unos causantes: los empecinados —por falta de conocimientos y raciocinio— en mantenerse repitiendo año tras año fórmulas que han sido repetidamente demostradas como inútiles para resolver los problemas sociales.  La ortodoxia marxista-leninista puede ser muy bonita en la teoría pero falla en la realidad  Y, si además de ser condimentada con resabios bananeros e insolencia cuartelera, la pone en escena gente nada virtuosa, el resultado es la inopia.
Por eso, esos individuos nunca serán felices.  Ni saben quién fue Ovidio, que no era griego sino romano.  Aun así, no porque espero que los mediten sino para complicarles más la vida, les dejo unos versos de su “Metamorfosis”: “…scilicet ultima semper / Expectanda dies homini est, dicique beatus / Ante obitum nemo, supremaque funera debet. (…en verdad, debemos esperar hasta el último día del hombre, no antes de que muera, para poder decir que fue feliz).
Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt 

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