1.
¡Qué aburrida manera de burlar la esperanza de la gente más necesitada! El 1 de
mayo, con ese tono entre ufano, inflado y jactancioso que usa para intentar
calmar las protestas sociales, el presidente Maduro decretó el aumento de las
pensiones para jubilados desde el risible monto de Bs 3272 hasta el un poquito
menos risible de Bs 4200. Para una inflación que solo en el mes de abril trepó
a 5.5%, aquel ilusorio incremento equivalía a nada. Y de todas maneras, un
poquito más que nada.
Y
aun así, al momento de honrar aquella migaja, resulta que no, no se
materializó. Como si nada hubiera prometido en su torneo grandilocuente de
exaltaciones revolucionario-proletarias, el aumento no figuró en pizarra, sin
que Maduro ni nadie diera alguna explicación.
Es
un incidente si se quiere menor, claro, frente a las brutales calamidades que
están descargándose sobre el lomo de los venezolanos más necesitados, pero es
útil para medir la índole falaz-fantasiosa de este sedicente socialismo siglo
21 y para observar cómo se manifiesta la imparable profundización de la crisis
venezolana. O dicho de otra manera: el hundimiento del sedicente modelo
revolucionario en nombre del cual se cometen las más inicuas, las más alevosas
desmesuras.
Hay
un hervidero social sin precedentes. En todas partes distintas colectividades
salen a protestar. Que si la carestía, que si el desabastecimiento, que si los
apagones, que si la falta de agua, que si los crímenes callejeros, que si el
adoctrinamiento educativo, que si la ruina de los hospitales, que si la
desaparición de empresas y reducción de la producción agrícola, que si la
corrupción, que si las torturas, y brutal violación de derechos humanos, que
si…
2.
El telón de fondo de esta macabra obra dramática es la estabilidad reinante en
casi toda América Latina, salvo la indigente Haití (¡un país de tan admirable
historia!), la desvalida Cuba y la lamentable Argentina, la de la inefable
señora Kirchner, se entiende.
Venezuela, el país con más potencial y elevados
ingresos por exportaciones, está colocada en el humillante sótano de la
recesión y en el tope de la inflación y la inseguridad. ¿Cómo explicarlo?
Obviamente incide el fracaso del modelo socialista que mediante trucos de
espejos se ha querido implantar en Venezuela.
Incapaz
de aceptarlo u obligado a no aceptarlo, el presidente Maduro se ha decantado
por la explicación más torpe, más burda y menos creíble. La zozobrada teoría
del complot oposicionista, alentado por el imperio y con participación de Uribe
y Fox. Ese complot da lugar a desquiciadas acusaciones, por supuesto sin
pruebas o indicios de alguna seriedad: la guerra económica, el magnicidio, el
golpe inminente
“Tenemos
pruebas, detenidos, armas, aseguran. Pronto los anunciaremos. El mundo verá
cómo se conspira contra nuestra noble revolución”
Pero
cual “el hoy no fío mañana sí” de los avaros, ese “pronto” se aplaza
eternamente o se evapora con el transcurso de los días, solo para ser
sustituido por nuevos hallazgos conspirativos, tan inverosímiles como los
anteriores.
Aún
si el hábil comandante eterno estuviera al frente, el deterioro y creciente
incredibilidad nacional y mundial respecto a la seriedad de este maltrecho
gobierno no hubiese sido conjurado. Las variables son abrumadoras. Ni todos los
saltos y acrobacias desplegadas en el proscenio podrían impedir que hasta los
más incondicionales terminaran por abandonar la nave oficialista o alejarse
subrepticiamente.
Las
encuestas reflejan el deterioro del gobierno, salvo Hinterlaces, cuyas
sin-razones se han hecho muy visibles.
3.
No obstante, el inmenso y variado campo oposicionista se llena de
contradicciones en relación con la conducta a seguir. Conviven y se dan con las
espuelas opiniones radicales y moderadas. Aquellas pregonan una salida
inmediata, estas postulan una paciente espera hasta las elecciones. Se reprocha
el diálogo. Se considera cómplice tratar a un gobierno de manos manchadas con
sangre de disidentes. Argumento éste más bien absurdo. Si el papa León 1 no
hubiese hablado con Atila, Roma habría sido arrasada por las patas del caballo
del azote de Dios. Si Roosevelt y Churchill no hubiesen pactado con ese Atila
rojo que fue Stalin, la guerra mundial habría devorado muchas más vidas y
haciendas. Si Nixon no hubiese negociado con el guerrero Mao Zedom, la paz y posterior
moderación de China no existirían. De no haber pactado Kissinger y Le Duc Tho
el fin de la guerra de Vietnam, la carnicería hubiese cobrado ingentes vidas
humanas adicionales. Si la Concertación no hubiera negociado con Pinochet, la
dictadura se habría mantenido quien sabe por cuantos años.
El
diálogo es respaldado por una selecta representación internacional, con el Papa
Francisco al frente. El gobierno puede aliviar o agravar la crisis según abra o
cierre el puño. Le horroriza el diálogo pero proclama que quien lo rehúye es la
oposición. Y resulta que con todas las pruebas en manos opositoras y frente a
una facilitación internacional caída del cielo, hay quienes reclaman levantarse
de la mesa con aire de duques ofendidos. Confiando en que semejante error
predominará en la disidencia, Maduro se prodiga hipócritamente a favor de un
diálogo al que teme porque airea sus grotescos desmanes.
La política es la ciencia del gobierno de los Estados. Así declaró Emile Litré en 1870. Además es un arte, apostilló Paul Robert en 1962. La ciencia-arte de la política pide cabeza fría y corazón ardiente. Las decisiones son prematuras, oportunas o tardías. Seleccionar la pertinencia de este diálogo que no negocia protestas, es de la esencia de la democracia y del más puro arte de la Política.
Americo
Martin
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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