martes, 27 de mayo de 2014

CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ, COLOMBIA: LA PROFECÍA

Salto sensacional  dio el uribista Oscar Iván Zuluaga de Centro Democrático (29.3%), al pasar del pelotón meses atrás a primero en esta vuelta, seguido por el Presidente Juan Manuel Santos (25.7%) en un penoso segundo. Los runrunes políticos en los días anteriores decían que Zuluaga volaba en los cuartos de final, pero había dudas de que pudiera llegar de primero. Santos obtiene esta vez la mitad de los votos de hace cuatro años.  La segunda vuelta se jugará entre estos dos ex ministros de Alvaro Uribe. Caso patético el derrumbe de Enrique Peñalosa (8.3%) Las encuestas de abril lo colocaban en la pelea por el primer lugar, pero la ilusión se desvaneció con las de mayo que daban la polarización Santos-Zuluaga en ese orden.

Colombia se pronunció sobre muchas cosas, pero en medio de todo está el tema que le impuso la campaña: el destino de la Farc. La complicación de este asunto es alta porque en general la opinión pública está acuciada por problemas vivenciales, y la entrada estrepitosa de la paz en la agenda cotidiana es ni más ni menos que una imposición política que se entromete en sus preocupaciones reales, como la inseguridad y el desempleo. Esto pareció un error de estrategia de Santos porque, dicho de otra manera, si no fuera por la crispación de la campaña electoral a la enorme mayoría de los colombianos los tendrían muy sin cuidado las conversaciones en la lejana Cuba.

Los estudios han dicho que 35% de los colombianos piensa que hay que aplastarlas militarmente, 30% que debe negociarse con ellas y otro 30 que deben desmovilizarse. Más de 60% de los ciudadanos no las quieren como cuerpo interlocutor. Santos escogió un complicado objetivo de doble filo. Encuestas han indicado que la gente no quiere ver a los jefes guerrilleros en organismos representativos, sino en la cárcel. Si tiene éxito en los diálogos de La Habana, sería obviamente la incorporación de la guerrilla a la vida institucional, pero eso no lo aprueba la abrumadora mayoría.

La marca de Uribe
Hay otro elemento extraño por primera vez en mucho tiempo en las campañas electorales latinoamericanas. En la argentina de 2007 cuando eligieron a Cristina, Néstor Kirchner tuvo cuidado en no dar la impresión de que era un títere. Zuluaga en este caso, se presenta como  subordinado del ex Presidente Alvaro Uribe. Los colombianos parecía que estaban eligiendo más bien un vicepresidente que un presidente. Uribe hizo todo lo posible porque esto quedara muy claro, tal como lo en la campaña de Santos hace cuatro años, por lo que se entiende la razón de la ruptura. Es muy difícil que un Presidente de la República en ejercicio acepte estar subordinado a alguien y sería más que lo entienda la ciudadanía. Eso hay que anotarlo como posible fuente de problemas.

Uribe es una de esas poderosas figuras que marcan su época y desde 2002 la política colombiana se divide entre uribistas y antiuribistas, como ocurrió con Luís Carlos Galán, que influyó en su país hasta bastante tiempo después de muerto. Estas elecciones representan una nueva mutación del sistema político, que lo viene haciendo desde hace más de una década, en el que aparecen alternativas que lucen gloriosas, históricas, y luego simplemente como los viejos generales, no mueren sino que se desvanecen sustituidas por otras. Los teóricos de los sistemas de partidos, entre ellos Giovanni Sartori, La Palombara, Lazarsfeld y Blondel, entre otros, advierten contra problemas de gobernabilidad cuando los sistemas políticos están muy fragmentados y en mutación permanente.

Las mujeres deciden
En el caso colombiano hay que añadir que la antipolítica se ha presentado detrás de diferentes versiones y ciertas expresiones caudillistas.  El partido de la U se llama así por Uribe, aunque invocaba la U de unidad -hoy quedó en manos de Santos- y Antanas Mockus creó un aquelarre excentrico, la Alianza Verde, que no soportó los temperamentos de estrellas de Hollywood de sus líderes. Esta fragmentación no ha concretado la propensión a la inestabilidad y para trazar objetivos nacionales. La variabilidad política no afecta la economía y el país sigue su marcha hacia el progreso y el desarrollo. Un partido histórico, el Conservador que gobernó cincuenta años consecutivos (1880-1930) y luego dieciséis el período del Frente Nacional (1958-1974) lucía exhausto.

Con la candidatura de la exministra de Uribe, Martha Lucía Ramírez el Partido Conservador parecía al borde de la extinción, pues se decía que ella ni siquiera lograba asegurar los votos duros del partido y se le calculaba menos del 10% en la primera vuelta. No ocurrió así sino que obtuvo un honorable (15.5%) Igual el Polo Democrático, que obtuvo la segunda votación nacional más alta con Carlos Gaviria en 2006, esperanza de la izquierda moderada, con la ex alcaldesa de Bogotá Clara López parecía al borde del abismo, igual con menos de 10%. El resultado fue distinto y llegó al 15.2%. Ambas se colocan en posición privilegiada para negociar con vista a la segunda vuelta el 15 de junio

Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher

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