martes, 27 de mayo de 2014

PEDRO BENÍTEZ, LA DEBACLE DEL SOCIALISMO CONSUMISTA DEL SIGLO XXI

A los ojos del mundo es cada vez más inocultable que la experiencia venezolana se está sumando a la larga colección de fracasos de los diversos ensayos socialistas de los últimos noventa y siete años. Dentro de tres se cumplirá el centenario de la revolución bolchevique de Lenin y Trotsky de 1917.
  
La expresión Socialismo fue usada por primera vez en Inglaterra o Francia hacia 1830. Pero su definición como categoría económica y política es un aporte de Karl Marx y Federico Engels. Según la teoría marxista el socialismo consistiría en la propiedad estatal o colectiva de todos los medios de producción, la abolición de la propiedad privada y la extinción de las clases sociales.

Para Marx y Engels el socialismo sería una etapa histórica superior al capitalismo, caracterizada por la abundancia de bienes materiales, la justicia y la igualdad plena entre los seres humanos; y preveían que su advenimiento ocurriría en los países industrialmente más avanzados. Marx incluso llegó a creer que los primeros países en dar el paso hacia el socialismo en los términos como lo concebía serían Estados Unidos o Alemania.

Pero como suele ocurrir con la política, la economía y la historia, los hechos concretos por lo general están lejos de los pronósticos y las profecías.

La primera autoproclamada revolución socialista del mundo no ocurrió en un país industrialmente avanzado, sino en el más atrasado de los grandes países europeos: la inmensa Rusia.

Y contrariando las expectativas previstas por la teoría, la planificación central, los controles, la apropiación del Estado de todos los medios de producción, la abolición de la propiedad privada y la supresión de todos los incentivos materiales en nombre del socialismo no trajeron la prometida abundancia de bienes, la libertad y más justicia.
Todo lo contrario. En todas las sociedades donde se intentó implantar la utopía socialista (la Rusia soviética, Europa oriental, China, Vietnam o Cuba) el balance final fue siempre el mismo: pobreza, escasez de bienes materiales, atraso, represión política y emigración masiva.

Y cuando los gobernantes revolucionarios de esos países se percataron que el socialismo no llevaría a ninguna de sus sociedades a la abundancia, sino a todo contrario, descubrieron que las largas colas para adquirir alimentos o bienes esenciales y las cartillas de razonamiento eran instrumentos muy útiles para reforzar el control totalitario.

Entonces cambiaron el discurso; comenzaron a predicar el culto a la pobreza y al esfuerzo espartano como virtudes revolucionarias, en contraposición al consumismo desenfrenado que caracteriza al materialismo de las sociedades capitalistas más avanzadas. En el fondo estaban justificando su fracaso.

Luego de la disolución del bloque soviético, la utopía socialista parecía condenada a desaparecer, hasta que el 2006 el presidente Chávez anunció su determinación de dirigir su hasta entonces denominada Revolución Bolivariana hacia el socialismo.

La bautizo como el Socialismo del siglo XXI. Pero sería más apropiado denominarla Socialismo consumista.

Lenin y Fidel Castro hicieron sus revoluciones fusilando y prometiendo un futuro mejor. Pero Chávez hizo su particular revolución repartiendo y prometiendo que en el futuro repartiría más.

En Rusia y Cuba impusieron el socialismo por medio del terror revolucionario, mandando a los opositores a las cárceles y campos de trabajo forzado. En Venezuela ganando elecciones (no de manera justa) y distribuyendo línea blanca, plasmas y subsidios.

Es lógico que en Cuba o Corea del Norte la mayoría de la población se resigne a lo que tiene. Después de todo no han conocido otra cosa en décadas. Pero en Venezuela es distinto. El chavismo legitimó su ejercicio del poder mediante sucesivas victorias electorales financiadas por el mayor auge de ingresos petroleros de todo la historia de la economía moderna.

Las dos mayores triunfos electorales de Hugo Chávez en 2006 y 2012, correspondieron con los mayores niveles de gasto público en términos reales de su largo mandato.

La verdad es que en Venezuela no existe una revolución socialista, como tampoco la hay en Cuba. Lo que hay (como en Cuba) es una elite que monopoliza el control del Estado y cuya única ideología es el ejercicio del poder por el poder mismo. Lo del socialismo es una coartada para justificarse y engañar a algunos incautos ávidos de ser engañados por la falsa utopía.

Pedro Benitez
pedropablofernando@gmail.com
@PedroBenitezF

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