A los ojos del mundo es cada vez más
inocultable que la experiencia venezolana se está sumando a la larga colección
de fracasos de los diversos ensayos socialistas de los últimos noventa y siete
años. Dentro de tres se cumplirá el centenario de la revolución bolchevique de
Lenin y Trotsky de 1917.
La expresión Socialismo fue usada por primera
vez en Inglaterra o Francia hacia 1830. Pero su definición como categoría
económica y política es un aporte de Karl Marx y Federico Engels. Según la
teoría marxista el socialismo consistiría en la propiedad estatal o colectiva
de todos los medios de producción, la abolición de la propiedad privada y la
extinción de las clases sociales.
Para Marx y Engels el socialismo sería una
etapa histórica superior al capitalismo, caracterizada por la abundancia de
bienes materiales, la justicia y la igualdad plena entre los seres humanos; y
preveían que su advenimiento ocurriría en los países industrialmente más
avanzados. Marx incluso llegó a creer que los primeros países en dar el paso
hacia el socialismo en los términos como lo concebía serían Estados Unidos o
Alemania.
Pero como suele ocurrir con la política, la
economía y la historia, los hechos concretos por lo general están lejos de los
pronósticos y las profecías.
La primera autoproclamada revolución
socialista del mundo no ocurrió en un país industrialmente avanzado, sino en el
más atrasado de los grandes países europeos: la inmensa Rusia.
Y contrariando las expectativas previstas por
la teoría, la planificación central, los controles, la apropiación del Estado
de todos los medios de producción, la abolición de la propiedad privada y la
supresión de todos los incentivos materiales en nombre del socialismo no
trajeron la prometida abundancia de bienes, la libertad y más justicia.
Todo lo contrario. En todas las sociedades
donde se intentó implantar la utopía socialista (la Rusia soviética, Europa
oriental, China, Vietnam o Cuba) el balance final fue siempre el mismo:
pobreza, escasez de bienes materiales, atraso, represión política y emigración
masiva.
Y cuando los gobernantes revolucionarios de
esos países se percataron que el socialismo no llevaría a ninguna de sus
sociedades a la abundancia, sino a todo contrario, descubrieron que las largas
colas para adquirir alimentos o bienes esenciales y las cartillas de
razonamiento eran instrumentos muy útiles para reforzar el control totalitario.
Entonces cambiaron el discurso; comenzaron a
predicar el culto a la pobreza y al esfuerzo espartano como virtudes
revolucionarias, en contraposición al consumismo desenfrenado que caracteriza
al materialismo de las sociedades capitalistas más avanzadas. En el fondo
estaban justificando su fracaso.
Luego de la disolución del bloque soviético,
la utopía socialista parecía condenada a desaparecer, hasta que el 2006 el
presidente Chávez anunció su determinación de dirigir su hasta entonces
denominada Revolución Bolivariana hacia el socialismo.
La bautizo como el Socialismo del siglo XXI.
Pero sería más apropiado denominarla Socialismo consumista.
Lenin y Fidel Castro hicieron sus
revoluciones fusilando y prometiendo un futuro mejor. Pero Chávez hizo su
particular revolución repartiendo y prometiendo que en el futuro repartiría
más.
En Rusia y Cuba impusieron el socialismo por
medio del terror revolucionario, mandando a los opositores a las cárceles y
campos de trabajo forzado. En Venezuela ganando elecciones (no de manera justa)
y distribuyendo línea blanca, plasmas y subsidios.
Es lógico que en Cuba o Corea del Norte la
mayoría de la población se resigne a lo que tiene. Después de todo no han
conocido otra cosa en décadas. Pero en Venezuela es distinto. El chavismo
legitimó su ejercicio del poder mediante sucesivas victorias electorales
financiadas por el mayor auge de ingresos petroleros de todo la historia de la
economía moderna.
Las dos mayores triunfos electorales de Hugo
Chávez en 2006 y 2012, correspondieron con los mayores niveles de gasto público
en términos reales de su largo mandato.
La verdad es que en Venezuela no existe una
revolución socialista, como tampoco la hay en Cuba. Lo que hay (como en Cuba)
es una elite que monopoliza el control del Estado y cuya única ideología es el
ejercicio del poder por el poder mismo. Lo del socialismo es una coartada para
justificarse y engañar a algunos incautos ávidos de ser engañados por la falsa
utopía.
Pedro
Benitez
pedropablofernando@gmail.com
@PedroBenitezF
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