sábado, 6 de diciembre de 2014

THAYS PEÑALVER, ¿HABRA DLARES EL PROXIMO AÑO?

THAYS PEÑALVER
La decisión de la OPEP fue de un pragmatismo tan sencillo como escalofriante. Luego de alcanzar los 30 millones de producción en 2004 (Anuario 04, pág. 17) y pasar toda una década produciendo lo mismo (Anuario 13, pág. 18) ya no pueden recortar la producción sin que ello signifique perder para siempre ese mercado. Como bien reza el último informe de la OPEP, Estados Unidos en 2015 producirá 1,5 millones de barriles más y 2 millones de barriles en energías alternativas, así que barril que salga del mercado es barril que se sustituye.

La verdad es que Venezuela no está preparada para afrontar 2015, que será sin duda el peor año de su historia económica. Con la mayoría de los analistas económicos advirtiendo, antes del derrumbe de los precios del petróleo, de una inflación superior al 100% y una contracción gigantesca de la economía, la irresponsabilidad financiera del gobierno ha sido de tal magnitud que duplicó el presupuesto público en créditos adicionales. Así es que el presupuesto de 2015 es menor que lo gastado en 2014 y no prevé aumentos salariales para paliar la inflación frente a unos pagos de deuda francamente aterradores, deudas milmillonarias con proveedores, los pagos de los arbitrajes internacionales y sin recursos económicos por un barril que no tiene piso real.

Mientras las perspectivas son poco alentadoras, la revolución bolivariana se consume de la peor manera posible, destruida de abajo hacia arriba, en una lucha del pobre contra el pobre. El pobre que hace cola para revenderles a los otros pobres un paquete de harina precocida o un litro de aceite a cuatro veces su valor. Terminó como lo explicó Fidel Castro en sus memorias, con pobres “organizados” traficando con materiales de construcción gratuitos del gobierno, vendiéndoselos a los pobres más necesitados. Con colas de pobres dedicados al ultracapitalismo, apelando a los prestamistas del barrio (que cobran 20% mensual de intereses) o a sus mecanismos de acumulación de capitales (san o bolso) para comprar televisores de 40 pulgadas subvencionados por el gobierno y revenderlos al precio más imperialista posible. Con pobres sacando en pipetas desde alimentos y medicinas hasta gasolina por trochas infestadas de alimañas (humanas y animales) para ganarse unos pesos colombianos. Con un pobre pagando el acetaminofén por pastilla al precio de una caja. Porque la verdad es que la revolución, simplemente, terminó sacando lo peor de cada quien.

He allí la peor verdad de todas, un sistema tan cruel que culminó en la explotación del pobre por el pobre. Por eso lo que le viene a Maduro es la misma realidad de Fidel y su periodo especial, la misma realidad de los chinos o los norcoreanos. Porque hasta Kim Jong-il el nefasto líder de Corea del Norte no solo terminó diciéndole a su gente que “el campo socialista ha fracasado”, sino una frase aún más lapidaria: “No sirve de nada decirle a alguien con el estómago vacío que el socialismo es bueno”.

Pero lo esencial de todo es el drama social que se avecina, frente a una descomposición generalizada. Un país en el que los responsables de las más de 150.000 muertes con arma de fuego son muchachitos de entre 16 y 25 años. Los asesinos fueron nada menos que el producto de la revolución, aquellos que nunca conocieron un pasado cuartorrepublicano y, en muchos casos, los asesinos fueron aquellos que solo conocieron los “valores revolucionarios” y el único presidente que han conocido se llamó Hugo Chávez.

Debieron haber sido los supuestos receptores de la mayor inversión social en la historia de América Latina, pero terminaron siendo cualquiera de los 2 millones de nacidos de madre adolescente durante la revolución que nunca vieron un centavo, o quizás cualquiera de los 100.000 nacidos de madres incluso por debajo de los 14 años (Censo INE), porque los dólares que les tocaban a esas niñas abusadas, fueron empleados para “salvar al planeta del capitalismo”.

Frente a esta realidad, un petróleo a 70 dólares significa que el venezolano cotizaría en 60. Es decir, la misma cantidad de dólares que en 2009, que es casi la mitad de los dólares de 2013 o 2014. Y si el dólar desapareció este año, las reservas llegaron al límite de 2003 y las alertas de default se extendieron entre los acreedores, imaginemos un país con la mitad de los dólares, destinados en su mayoría  a pagos de acreedores. Si 2014 fue el año de mayor conflictividad en las calles, hasta duplicar el número de manifestaciones y protestas (Observatorio de Conflictividad), 2015 sin lugar a dudas va a ser el año más duro que hayamos vivido, porque con una inflación mayor de 100% ya, simplemente, es un asunto de bolsillos.

Thays Peñalver
thays.penalver@me.com
@thayspenalver

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