ISAAC VILLAMIZAR |
Hay
una práctica, indeseable, rechazable, maligna e irresponsable, que existe en
los planteles escolares de educación media desde el 2003. En ese año se reformó
el Reglamento General de la Ley Orgánica de Educación. Allí, el desafortunado
artículo 112 estableció que cuando el 30% o más de los alumnos no alcanzare la
calificación mínima aprobatoria en las evaluaciones parciales, finales de lapso
o revisión, se aplicará a los interesados, dentro de los tres días hábiles
siguientes a la publicación de dicha calificación, una segunda forma de
evaluación similar, sobre los mismos objetivos, contenidos y competencias. La
calificación obtenida en esta segunda oportunidad será la definitiva.
Ocurre
que un grupo de estudiantes, aquellos que se caracterizan por ser flojos,
desordenados, holgazanes, irresponsables y con una marcada falta de ética, en
acuerdo que perjudica a la mayoría, sabiendo de su poder con ese 30%, entregan
los exámenes parciales en blanco, sin ninguna respuesta, accionando con ello el
perverso artículo 112. Esta reforma del reglamento citado que hizo el Ejecutivo
nacional, que refleja su desacertada política en la educación, y que
propugna que “a ningún alumno se le
puede raspar y hay que pasarlo como sea”, entra en contradicción con el
postulado constitucional que sustenta el progreso de un país con la formación y
el trabajo. Una nación para evolucionar hacia estadios de verdadero desarrollo
no puede llegar allí si desde temprana edad se les enseña a los educandos que
los valores son la pereza y la negligencia y los antivalores son la
responsabilidad y el esfuerzo productivo. Este Reglamento es anterior a la Ley
Orgánica de Educación de 2009, por lo que contradice sus postulados, según los
cuales el Estado debe velar por una educación de calidad, que esta es un deber
social fundamental, concebida como un proceso igualmente de calidad, y que la
educación tiene, entre otros fines, el desarrollo del potencial creativo de cada ser humano para el pleno ejercicio de
su personalidad, en una sociedad basada en la valoración ética del trabajo.
No
es posible que los alumnos destacados, sobresalientes, interesados realmente
por su propia formación, que mantienen una constante explosión creativa,
curiosa e investigativa por el conocimiento, y que cuentan con el permanente
apoyo de sus padres preocupados por su excelente educación, sean perjudicados por este minoritario grupo
de estudiantes insensatos y haraganes. De paso, una equivocada planificación de
las evaluaciones coloca los parciales de 10 materias de manera continua, sin
descanso interdiario alguno, porque hay que prever luego de ellos el lapso de
los exámenes de reparación del 112, para así cumplir las instrucciones de la
Zona Educativa. ¡Habrase visto mayor desatino!
La
educación que eleve el crecimiento intelectual y el desarrollo de una
personalidad íntegra – y así lo deben reflejar las normas jurídicas – es la que
cultiva, fomenta y premia los valores de la responsabilidad, el esfuerzo, la
ética, el bien común, el estudio, la investigación, la autorrealización, el
mérito, la honestidad, la disciplina, la creatividad y la sabiduría. Estos son
los líderes que nos hacen falta en una patria grande y digna, de la que tanto
carecemos actualmente.
Isaac
Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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