lunes, 24 de noviembre de 2014

DOUGLAS JÁTEM VILLA, ¿QUIÉN TIENE LA CULPA?

DOUGLAS JÁTEM VILLA
Asumiendo que la situación del país continuará igual de mala y que probablemente empeorará, cuál de estas dos expresiones describe la conducta que usted seguirá al respecto: a)No participaré en la actividad política. b)Participaré en la lucha por la recuperación de Venezuela?.

Esta es la pregunta que formulé durante la semana que concluye a un grupo de cerca de 25 personas opositoras al gobierno, y calificables como de clase media. Al respecto, un 85% respondió que su conducta sería la indicada por la opción A.

No se pretende que este experimento casi insignificante fundamente alguna conclusión “cuasi científica”, pero si se cree que este resultado no debe calificarse de sorprendente, y mucho  menos de increíble, y que quizás se pueda producir, en términos generales, en cualquier parte de Venezuela, como consecuencia de varias causas o explicaciones posibles.

Se pueden encontrar muchos venezolanos opositores que temen la represalia de un gobierno antidemocrático y poderoso,  que no tolera siquiera la crítica de sectores del Socialismo del Siglo XXI descontentos en mayor y menor grado con la gestión oficial. Se pueden encontrar muchos venezolanos opositores que experimentan anomia y pueden lucir hasta indiferentes porque no perciben que se realice una oposición efectiva, y/o porque no han logrado desarrollar un patrón de comportamiento ciudadano que los llevara a cumplir la responsabilidad esencial de contribuir al logro de una vida digna para el pueblo venezolano.

Se puede comprender que la evidente falta de una oposición política al régimen, la cual ni siquiera intenta impedir los atropellos ilegítimos y las barbaridades gubernamentales, lo que ha contribuido a su cada vez mayor empoderamiento y capacidad de infundir temor, y que revela la debilidad o ausencia de partidos políticos, desmotive a personas que no encuentran que exista un canal de participación, máxime cuando esa debilidad va acompañada de una falta de una verdadera unidad que sea capaz de superar los efectos de las confrontaciones entre intereses partidistas y personales, como por ejemplo la diferencia entre candidaturas seleccionadas por primarias democráticas o por consenso cupular.

Por su parte, se puede pensar que los venezolanos no hemos completado nuestra formación como ciudadanos, porque el proceso de liberación política demoró demasiado tiempo y posteriormente, sin haber tenido tiempo para crear una sociedad civil participativa, el estado petrolero rico nos planteó el pacto del populismo y clientelismo que no supimos resistir, según el cual se le encomendó el destino del país al gobierno de los partidos y algunos sectores privilegiados, mientras el común de la sociedad se contentaba con el subsidio que recibiría.

Es cierto que principalmente después de 1958 se registró un intento de desarrollar una sociedad de ciudadanos participativos, pero debe reconocerse su limitación, hasta el punto de que los partidos no permitieron la elección popular y nominal de concejales hasta 1978, y la de gobernadores y alcaldes hasta 1989. Todavía hoy, hay sectores que pretenden que la gente no participe en la selección de los candidatos a la AN. Más aún, debe agregarse el llamado voto entubado, lo que significa una especie de orden que dan los partidos a sus militantes acerca de cómo votar, lo que aunado a la pésima calidad de muchos candidatos partidistas, explica la pésima gestión de muchos de los “elegidos por el pueblo”, incluyendo por supuesto los innumerables corruptos que han disfrutado de impunidad.

Se puede ver que en esto se apoyó Cioran al decir que sólo la democracia elige enemigos para que gobiernen, y Schlesinger al decir que en la democracia eligen los ignorantes, no en sentido discriminatorio, sino refiriéndose a personas sin criterio propio. Se reitera en este momento la ya vieja exigencia de renovación y transformación verdaderamente democrática, no retórica, a los partidos políticos. Esto que explica los pecados de la democracia que nació en 1958, los cuales no borran sus realizaciones importantes, han sido superados a partir de 1999, en forma inconmensurablemente increíble, por, ya no los pecados, sino los vicios y maldades del chavocastrismo.

Pero en este momento la referencia es principalmente a los ciudadanos venezolanos, en el sentido de evaluar su patrón de comportamiento. No se cuestiona el temor a las atrocidades del gobierno porque la responsabilidad ciudadana no exige el heroismo, y mucho menos, el martirio. Pero si se deben advertir algunas consecuencias, como por ejemplo las relacionadas con el temor al salvajismo hitleriano, y a cualquier salvajismo dictatorial y terrorista, temor que no impidió que tarde o temprano el salvajismo atropellara. No se debe cargarle al ciudadano toda la “culpa” por la falta de sociedad civil, dadas las restricciones y prohibiciones a algunas de sus iniciativas por parte de los entes del poder en el país, pero se deben reconocer errores y equivocaciones mayores y menores, tales como la falta de atención al deterioro moral, el cual ha llegad a afectar la institución de la familia; la prolongación excesiva de los todavía vigentes populismo y clientelismo, la falta de solidaridad con los más necesitados, el facilismo y la irresponsabilidad en las relaciones entre ciudadanos no imputables al gobierno, sino a los mismos ciudadanos, la indiferencia creciente ante el proceso de deterioro de la ciudad asiento de la familia, la indiferencia ante el deterioro de los partidos, la ya mencionada falta de participación en el proceso de recuperación del país y otras.

Sí se puede cargar culpa a los partidos, quizás la mayoritaria, para empezar porque deben ser las organizaciones que mantengan activos y abiertos los canales a través de los cuales los ciudadanos pueden sumar su participación. Sin pretender extender un manto de culpabilidad generalizada, cuya facultad nos es totalmente ajena, y sin eludir la cuota personal de responsabilidad, se puede decir que en general los partidos y los ciudadanos compartimos, en mayor o menor grado, la responsabilidad de no participar debidamente en la lucha por la recuperación del país, y por supuesto que esto exige la rectificación imprescindible, la cual, quizás  nos acerque a algún patrón de comportamiento modelo, como el de Gandhi por ejemplo. Lo otro es que el proceso de recuperación del país recibe y recibirá un aporte importante por parte de la ingobernabilidad hace tanto tiempo vigente.   

Douglas Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv

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