Hoy he decidido
escribir este artí¬culo por lo que sobre este contenido se viene observando en
Venezuela. La mayorí¬a de los periodistas y colaboradores de los periódicos
venezolanos somos accesorios del medio donde unos ejercen la profesión, y otros
profesionales universitarios como en mi caso, tenemos años colaborando porque
nos gusta y sabemos hacerlo sin ninguna remuneración monetaria.
Pocos son los
profesionales dueños de sus propios espacios de difusión con la potestad de
hablar de todo sin tener sobre ellos la espada de Damocles, pendiente de una
única crin de caballo, susceptible de soltarse ante un infortunado comentario,
acción errónea, bochornosa ignorancia o simple torpeza.
Los periodistas
opositores al gobierno socialista-comunista viven preguntándose  ¿Rodará mi
cabeza?; Â ¿Perderé el sustento?; Â ¿Qué pasará con mi familia?; Â ¿Moriré? Â
¡Oh censura!,  ¡oh impotencia!,  ¡aleja tus pérfidas dagas lejos de mí¬!, Â
¡te ruego no me hieras más!
Muchos periodistas de
la oposición también sufren esta situación, le dan término al tormento y como
consecuencia lo pierden todo, menos la dignidad, aunque les cueste la vida.
“Los admiro”.
Suelen ser citados,
recordados, son mártires. Pero admiro más a quienes luchan por sus convicciones
sin llegar al extremo en que peligren sus cuerpos y espí-ritus, porque deciden
ceder batallas con un claro objetivo: ganar la guerra.
La mayorí¬a de los
periodistas conocen su ambiente laboral y aceptan no involucrarse en temas que
podrí¬an afectar a la empresa de comunicación en su imagen, en su economí¬a o
generar el disgusto del jefe de redacción; “quien lo niegue es hipócrita”.
La premisa que se
practica es razonable y coherente hasta que no estén en juego la verdad o los
derechos del trabajador de la comunicación. En el último caso la censura a los
colaboradores espontáneos de las columnas de opinión.
Últimamente se viene
observando la no publicación de los artí¬culos de muchos colaboradores
habituales en muchos diarios regionales, aun cuando varios de ellos tengan años
acompañando a los diarios con sus columnas de opinión.
No se sabe la razón:
 ¿será que cambió la lí¬nea editorial del periódico?,  ¿será que no gustan
los artí¬culos al jefe de redacción?,  ¿será que no le gustan los temas? Â
¿Será que la escritura no tiene buen estilo literario, sintaxis lógica o no se
adapta a los 3000 caracteres que pide el diario o a las dos cuartillas máximas.
Quien esto escribe,
tampoco recordó las falencias de algunos diarios para quienes colabora, cuando
estaba todo bien con ella, solo las apuntó y las hizo público cuando empezó a
sentirse fuera. No es un reproche, es el ejemplo de nuestra naturaleza y
nuestro grado de compromiso mientras no vemos peligro o una posible invasión a
nuestra preciada y amada zona cómoda.
Pero, Â ¿qué es lo
más ético?: escribir al diario y recibir por educación una respuesta; rasgarse
las vestiduras ante una injusticia y luego seguir enviando los artí¬culos que
sabes no te van a publicar; agachar la cabeza y cerrar los ojos ante lo que
está mal. Les aseguro que todas estas opciones atentan contra la ética
profesional.
Denunciar y renunciar
a seguir escribiendo es rendirse; no involucrarse es miserable. Muchos errores
y muchas injusticias se pueden reparar a través del diálogo y el consenso,
elevando una voz inteligente apartada de enfrentamientos vací¬os. Para eso
estudiamos y bastante, para comunicarnos, para hablar y escuchar, para dejar hablar
y ser escuchados.
No hay peor necio que
el que se cree dueño de la verdad. Cuando una empresa de comunicación es seria,
responde; si no lo es, tarde o temprano perecerá consumida por sus desaciertos.
Los periodistas venezolanos tienen mucho por aprender y mucho por lo que
luchar. La mayorí¬a tiene a su disposición un canal de comunicación sólido, con
trayectoria, y qué mejor escaparate para expresarnos con estandartes bien
definidos, donde la responsabilidad debe marcar las pautas a nuestras libertades.
Es muy necesario, en
estos tiempos en que nos avasallan las redes sociales, blogs y los comentarios
instantáneos, tomarse el tiempo para estudiar nuestras ideas y pulir nuestros
pensamientos, para conseguir comunicarnos con claridad, directa y sin rodeos.
La ética debe ser
nuestra corona y el coraje la fuerza para blandir la espada más temida: la
pluma prestada por ese genio que fue Miguel de Cervantes.
(britozenair@gmail.com)
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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