El
único valor absoluto al que hay que supeditar todo es la revolución. La vida no
vale nada, por ello, se persigue, calumnia, tortura y hasta se mata en nombre
de la revolución, y todo queda bendecido por el régimen.
Se investiga el
Caracazo pero no se mueve ni un dedo para aclarar y condenar los muchos abusos
y muertes que tienen por autores a los que detentan el poder. La fama del que
disiente, los bienes materiales o espirituales de personas e instituciones sólo
valen si están al servicio de la revolución, de lo contrario recibirá la burla,
el escarnio, la condena y la exclusión.
El que haya que hacer colas para todo,
intentar controlar cada vez más a la población para que dependa en todo de las
migajas que el gobierno quiera dar, es un dogma intocable. Ejemplos sobran a lo
largo de quince años en los que el cambio más doloroso que se ha estado
intentando es modificar la escala de valores morales y espirituales de la
sociedad venezolana.
La
verdad no importa. Si se miente para apoyar la revolución, bienvenida sea la
mentira o las medias verdades. Todos los males son producto y consecuencia de
los demás. Los únicos corruptos y aprovechados a costillas de los más pobres
son los capitalistas o imperialistas, saco de gatos, en el que se mete a todo
aquel que no grite viva la revolución.
El
respeto de los valores religiosos, sean cristianos o de cualquier otro credo,
ha sido una constante a lo largo de siglos, así los dirigentes de turno no
profesaran credo alguno o llevaran una vida pública o privada ajena o distante
a los preceptos religiosos. Sin embargo, la manipulación y apropiación de lo
religioso, fundamentalmente cristiano y/o católico, ha estado presente en este
gobierno desde sus inicios. Se invoca a Dios, se citan pasajes de la biblia o
del Papa para corroborar que no hay nada más grande que el socialismo del siglo
XXI. Jesucristo fue, según ellos, el primer socialista y anticapitalista. Se
citan pasajes evangélicos o se retratan con el Papa o con jerarcas religiosos
de otras latitudes pero no se recibe, más aún, se denigra permanentemente de
los obispos y sacerdotes del país.
Aquí no existen programas sociales sino “misiones”, usurpando una palabra con hondo sentido espiritual. Y los nombres de varias de estas misiones tienen denominaciones que nos elevan al cielo para hacernos pensar lo bueno que son nuestros gobernantes. ¿Podrá entonces parecernos raro que en medio de la profunda crisis que vive el país, los más altos representantes del gobierno se presten a una pantomima, irreverencia y burla, bajo el velo de una reflexión espiritual, parafraseando de forma grosera la oración que reza más de un tercio de la humanidad?
Nuestro
Padre Dios es misericordioso y está siempre dispuesto al perdón. El Papa
Francisco nos habla de la paciencia que debe acompañar a todo creyente para que
se pueda construir un mundo más fraterno y humano. Pero, hay de aquellos que
escandalizan a los más pequeños y débiles, más vale les cuelguen una piedra de
molino al cuello, para que no sigan haciendo tanto mal. Este abuso del Padre
Nuestro es moralmente inaceptable.
Monseñor
Baltazar Porras
bepocar@gmail.com
@bepocar
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