En la situación política actual de Venezuela
pueden distinguirse, al igual que en otros períodos históricos, dos aspectos
fundamentales: uno estructural y otro coyuntural. A la vez, en ambos aspectos,
las dificultades pueden dividirse en problemas de sistemas y de personas. Por
tanto, las “soluciones” han de atender tanto a la estructura y a la coyuntura
como a la organización y funcionamiento
de los sistemas y el comportamiento y conducta de las personas.
Estructuralmente, el sistema político, más allá
de los abusos de poder y de las arbitrariedades de los diversos momentos
históricos, se asienta sobre un presidencialismo absoluto -que “permite”
prácticamente plena delegación legislativa- y un “parlamentarismo” al cual solo
pueden acceder los partidos y grupos políticos, en función de circunscripciones
electorales diseñadas para el acceso al poder y no para atender las necesidades
colectivas concretas, sin que los elegidos tengan deberes y obligaciones
específicos relacionados con la
satisfacción de esas necesidades.
Coyunturalmente, el país está sometido, a
pesar de la voluntad del Pueblo en contrario, expresada en el resultado del
referéndum constitucional, a la imposición de un esquema neo- totalitario que
anula progresivamente la libertad y hace imposible la igualdad social, ni
siquiera en términos de igualdad de oportunidades. Tal imposición tiende a
realizarse mediante el ejercicio total del poder total en el Estado, en medio
de una absoluta dependencia del precio del petróleo y, paradójica y contradictoriamente, de un
capitalismo financiero antisocial, en algunos aspectos salvaje como, por
ejemplo, en la injusta y regresiva presión fiscal oculta en los precios de los
bienes y servicios mediante la aplicación de los derechos de importación, el
impuesto al valor agregado a las importaciones y el impuesto al valor agregado
en el consumo de bienes y servicio.
La combinación de lo estructural y lo
coyuntural ha dado como resultado en el corto plazo el fortalecimiento de un
superpresidencialismo; un supercentralismo; un superestatismo y un
superpartidocracia cuyos efectos negativos generales podrían ser, a corto y
mediano plazo, entre otros:
Disminución grave de
la producción petrolera.
Pérdida absoluta de
la capacidad de producción no petrolera.
Analfabetismo
funcional colectivo para la producción de bienes y servicios para la
exportación.
Generalización de la
corrupción e ineficiencia al suprimirse la economía de mercado y quedar
únicamente el ámbito de los negocios y contrataciones públicas.
Iinflación crónica
por aumento de la demanda de todo sin que relativamente haya aumento de la
oferta nacional de nada.
Transparencia
negativa en un mundo donde la informática permite aplicar mecanismos de control
que literalmente pueden acabar con buena parte de la corrupción administrativa
en muy poco tiempo.
Riesgos de que la
democracia sea destruida por el poder, la sociedad por el Estado y el individuo
por la “comunidad”.
Establecimiento de
una capa de población miliciana-militarista.
Instauración de una
partidocracia –autocracia–grupocracia –
Pretoriana” la cual
trata de controlar a los ciudadanos.
A ello hay que añadir con estupor el balance de
las dos épocas de gigantesco ingresos petroleros (mediados de la década de los
70 del siglo XX y fines de la primera década del 2000), el cual ha sido
sorprendentemente injusto e inequitativo para con la gran mayoría de la
población y que ha producido resultados, entre otros, como los siguientes:
El Estado endeudado
muy por encima de la capacidad de producción nacional;
Devaluación e
inflación crónicas y astronómicas desde, por lo menos, 1990;
Cuantiosos capitales
venezolanos fuera del país que operan como centrífuga económica y alimento
continuo de la inflación;
Más de la mitad de la
población en zonas marginales o de barrios;
Impuestos al consumo
cuantitativamente injustos y regresivos;
Grave falta de
inversión nacional e internacional;
Concentración de la
riqueza;
Un dualismo social
acentuado que en buena parte causa la inseguridad actual.
Pérdida del sentido
ético en la administración del patrimonio público.
Todo ello evidencia,
más allá de los errores graves en las políticas públicas, que no se ha
comprendido el peso de las inercias coloniales (causa histórica de la
desigualdad crónica en términos de propiedad, educación y poder) ni hay
consenso político que efectivamente pueda conducir, en el mediano plazo, a una
cohesión de la población que cancele definitivamente el dualismo social.
Es evidente que para
revertir esta situación estructural-coyuntural es preciso actuar sobre los
sistemas y sobre las personas, más todavía si se tiene en cuenta el resultado
último de las elecciones presidenciales.
Ello obliga a plantearse un Qué, un Quién y un Cómo en el conjunto de los
cursos de acción.
Desde luego, los tres
aspectos son indispensables, pero el Qué ha de tener prioridad sobre el Quién y
ambos ser potenciados por el Cómo, siendo de notar que el gobierno tiene ya
resuelto el Qué, el Quién y el Cómo.
En efecto, no resulta
aventurado decir que, hoy por hoy, la así llamada MUD no tiene un Quién que Per
se pueda imponerse al Quién del gobierno. De allí que el Quién de la oposición
no tenga posibilidades sin un Qué contundente de cambio político, social y
económico, y un Cómo eficaz para obtener resultados electorales
favorables.
El Qué significa unas
propuestas de acciones de cambio social, económico y político, en algunos
aspectos verdaderamente revolucionarias, que puedan ser compartidas por toda la
población y, particularmente, por aquellos cuyas necesidades fundamentales
están crónicamente insatisfechas.
La determinación de
estas necesidades debe ser fundamentalmente ascendente, sin perjuicio,
obviamente, de aquellas que, por su carácter general y absoluto, son
descendentes (por ejemplo, la energía eléctrica). Para tal determinación, es
obvio que debe apelarse a los mecanismos informáticos a fin de que los diversos
grupos de población puedan transmitir sus necesidades económicas y sociales.
A título meramente
ilustrativo, a continuación una agenda temática para nutrir el Qué y el Cómo:
Aspecto Político.
A corto plazo:
Titularización
individual y comunitaria de la propiedad en los barrios y en las áreas rurales
Organización de la
participación ciudadana, siguiendo criterios de organización urbana y de
actividades, para que la sociedad pueda promover y defender frente al Estado
sus legítimos intereses individuales, asociativos y corporativos.
Conexión
concreta-mediante un reglamento ad hoc- entre los elegidos a los cuerpos
deliberantes y los electores, en términos de obligaciones y deberes concretos
de aquéllos.
A mediano plazo:
Modificación del
Presidencialismo absoluto tradicional.
Prohibición de la
delegación legislativa.
Aspecto Social.
Proclamación de la
cohesión social como prioridad política fundamental del país a fin de romper el
dualismo socio-cultural y físico- espacial existentes.
Inversión continúa en
los barrios, sin perjuicio de los programas de vivienda; si es necesario,
mediante un impuesto ad hoc.
Creación de un MOP
para todos los barrios del país, en coordinación con los organismos estadales y
municipales.
Creación de una
confederación de los grupos privados de promoción y solidaridad sociales y de
un voluntariado gigantesco en este sentido.
Aspecto Económico.
Economía de libre
mercado sujeto a regulaciones razonables y a controles implacables.
Equidad social a
través de una nueva relación capital-trabajo a tono con las ambiciosas metas de transformación, crecimiento y
desarrollo económicos que deben fijarse.
Aspecto
Administrativo.
Revolución
administrativa para potenciar la gestión pública en cooperación con el sector
privado.
Auditoría permanente
de la gestión pública para asegurar su transparencia y eficiencia en el marco
de una ética administrativa.
Creación de un cuerpo
técnico administrativo al servicio de cualquier Gobierno, absolutamente
apolítico.
Con relación al
Quién, este será el resultado de un desacuerdo-acuerdo puesto que será el
producto de un compromiso de respetar las llamadas alianzas bien sea por
consenso o elecciones primarias, pero no de una unión política que, obviamente,
sería lo ideal. Pero, en todo caso, vista la situación estructural-coyuntural,
el Quién no podrá tener éxito sin un Qué absolutamente compartido, eficaz en su
contenido y proyectado a través de un Cómo multifacético, del cual la
construcción de un mecanismo de conexión amplia con la sociedad civil es
esencial.
Finalmente, si es
verdad que Venezuela y los venezolanos deben estar por encima de todo en una
Alianza Superior, entonces la oposición y el gobierno, los intelectuales, los
grupos de presión e importantes medios como este, deberían recordar que la
incapacidad de los partidos y de los grupos políticos para entenderse y llegar
a acuerdos ha sido siempre la causa del estancamiento y regresión políticas que
ha tenido Venezuela en su historia. (Recuérdense, por ejemplo, las crisis de
1846, 1858, 1892, 1898,1900, 1945, 1998).
Pedro R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
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