La expresión “deuda soberana”, para referirse
a lo que un Estado debe a otros Estados y a particulares, es sin duda
contradictoria, porque la soberanía se refiere al hecho de no estar sometido a
ningún poder superior, pero todos los que hemos pagado alguna vez una hipoteca
sabemos que no hay peor sometimiento que el de deber real.
Hablar de “deuda soberana” es como hablar de
“inseguridad segura”, de “corrupción decente” o de “violaciones respetuosas de
los derechos humanos”. A mayor deuda menor soberanía.
El próximo octubre se vencen bonos de la
deuda de la República y de la petrolera estatal PDVSA por casi 6.000 millones
de dólares. Los responsables dicen que ahora es cuándo, que aquí hay plata para
eso y más, que qué es eso para nosotros y que me canso ganso. Afirmaciones que
son hechas con frecuencia y contundencia tan inusuales que hacen temer que la
sospecha de El País de España de esta semana sobre nuestra capacidad de pago
debe tener algo de base. Deuda soberana de un país al que han entrado 1.600.000
millones de dólares en 16 años.
“¡Manda huevos!” ha podido ser también el
título del artículo sobre la economía venezolana, porque nosotros no tenemos
“deuda soberana”; nosotros lo que tenemos es una soberana deuda.
Tan sobrados estamos que vamos a vender
CITGO, como el que vende el carro “pa’ completá” una platica. Según el diario
español, Venezuela le debe a las líneas aéreas 4.000 millones de dólares, amén
de algunos otros pequeños detallitos de compromisos incumplidos de otorgamiento
de divisas. Tenemos la inflación más alta del universo universal, golpizas y correcorre
como en la toma de La Bastilla por conseguir harina y leche, consecuencia de
una escasez que ha motivado que en algunas regiones se haya implementado un
captahuellas en los supermercados para controlar el consumo. Dentro de poco, en
esta tierra en la que a todo se le busca la vuelta, comenzarán a robar dedos
para conseguir cupo para comida.
En medio de esta situación dantesca, se nos
proclama, orwellianamente, que “la escasez es por abundancia” y “la crisis es
progreso”, que vamos del carajo. Ayer mismo se nos dijo que Venezuela “tiene
todas las condiciones para dar un salto económico”. Parece que ya lo dimos,
solo que estábamos al borde del abismo.
Hay una luz al final del túnel, pero es una
gandola que viene de frente y sin frenos.
Dicen que tenemos que bajarnos de la mula con
los reales en octubre. Ojalá que sea el 28, día de la festividad de san Judas
Tadeo, abogado de los casos desesperados, a quien también, por cierto, le
debemos una vela.
Laureano Márquez
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