“Solamente la ley o la sanción de muchas generaciones pueden apoyar a los gobiernos” Simón Bolívar
Como nunca antes en la historia,
Venezuela se encuentra inmersa en un
caos tan profundo, al extremo de que ya nadie cree en quienes desde hace 15
años detentan el poder.
Un país en el que la corrupción rebasa todos los
límites inimaginables, convertido en un virus mortal que está desarticulando
todas las arterias vitales que sustentan la estructura social de la nación.
La corrupción ha devenido en un
hecho tan cotidiano, que no sorprende en lo absoluto, y su presencia delictuosa
se observa en todos los niveles de la administración pública. Funcionarios de
los distintos estamentos, civiles y militares que violentan los principios
éticos y espirituales, así como los valores morales y cívicos que constituyen
el pedestal sagrado que alimenta e impulsa el civismo, el desarrollo y la
grandeza de los pueblos. Todo está siendo destruido, por el tormentoso vendaval
de quienes sin escrúpulos de ninguna naturaleza y del lucro incontrolable del
poder, permiten que se extienda cual fístula repugnante desde la cabeza hasta
los pies.
Las denuncias que algunos medios
de comunicación del país hacen de estos hechos, solo sirven para que quienes
controlan todos los poderes del Estado, con órdenes inequívocas que emanan
desde Miraflores, los culpen de golpistas, enemigos de la Patria, terroristas,
imperialistas, burgueses y un sin fin de soliloquios, escritos en una cartilla,
para que cual púberes estudiantes aprendan de memoria y los repitan una y otra
vez, amén de los spots publicitarios que las televisoras privadas están
obligadas a transmitir a diario, para que el subconsciente de hombres y mujeres
asimilen el mensaje.
Lo más grave del caso es que ante
este situación que se vive en el país, el heredero designado a dedo por el
difunto Chávez, en 14 meses sólo ha demostrado su incapacidad y desconocimiento
de lo que significa gobernar, siendo latente su persistente renuencia para
rectificar los errores causantes de la debacle económica y la descomposición
social, que con sus tentáculos está tiñendo de sangre los caminos de la Patria
y cubriendo de dolor y lágrimas los hogares de las familias venezolanas. No hay
duda alguna, de que no es lo mismo manejar los destinos de un país, que manejar
un autobús.
Y es que Maduro no se da tiempo
para gobernar (¿), porque siempre está ocupado en su trabajo político, más como
dirigente del PSUV que como Primer Mandatario, lo cual obviamente lo distrae de
sus funciones primigenias del cargo que detenta y por otra parte se niega a
apagar el fuego de la indignación popular que cada día crece y se suscita por falta
de políticas públicas y de un programa
de gobierno serio, sano y responsable. En el país se percibe que quienes lo
gobiernan (¿) son los causantes directos de la profundización de la crisis
económica, de la que culpan a la oposición con su lenguaje militar al
calificarla como una guerra, acusando a quienes están en la acera de enfrente,
de ser los causantes directos del incremento de la delincuencia que azota al
país, terrorismo, escasez de alimentos y medicinas, desempleo y de todos los
males que agobian a los venezolanos.
A ello se suma, la serie de paros
y protestas que a diario se producen en todo el territorio nacional,
protagonizados por distintos sectores de la vida nacional, como consecuencia
del engaño y falta de seriedad del gobierno en cumplir con las obligaciones,
ofertas y compromisos adquiridos. Los damnificados del deslave de Vargas que
ocurrió hace 14 años, aún esperan les resuelvan el problema de vivienda que el
difunto Chávez les ofreció, en uno de sus primeros programa televisivos que se transmitían en cadena nacional, “Habla
el Presidente”; trabajadores de Sidor acusan a funcionarios del gobierno del
caos en el que se encuentra esa y otras empresas siderúrgicas de Guayana;
militares detenidos por narcotráfico, robo y secuestros y muchas otras
situaciones, que encienden las alarmas de que estamos en presencia de una clase
gobernante que desprecia la paz, tranquilidad, sosiego y derechos civiles de
sus gobernados.
Arropados bajo la consigna de que
se trata de un gobierno cívico-militar revolucionario, en el que supuestamente
tiene participación activa “el soberano”, engañan a las grandes multitudes como
intuyó, hace poco más de medio siglo Ortega y Gaset, cuado afirmó “que las
mismas no son más que masas humanas condicionadas por abalorios de falsos
mensajes”, un pensamiento que parece
tener hoy por hoy mas vigencia que nunca.
Pero en las calles y avenidas de
todas las ciudades del país, hay cientos de guerreros que todos los días salen a librar su lucha en
los campos de batalla, portando en sus manos el pabellón tricolor, para exigir
el cumplimiento de sus derechos constitucionales, y quitarles el disfraz de
demócratas a quienes han conculcado las más elementales esperanzas de una mejor
calidad de vida, generando al mismo tiempo una absurda diferencia de clases
sociales, con mensajes fascistas que generan odio y violencia
Forjar la historia es aprender de
los guerreros, para avizorar un futuro mejor, lejos de la gigantesca convulsión
y visión egoísta de un régimen, cuya hegemonía echa por tierra los anhelos de
libertad, justicia y verdadera democracia.
No olvidemos que en la vida cotidiana se puede elegir entre ser guerrero o soldado y definir nuestro destino y poder trascender por encima de todas las vicisitudes que se nos puedan presentar. Hombres, mujeres, jóvenes, estudiantes, obreros, ancianos, profesionales, empresarios, en fin, la sociedad entera –seguros estamos – son guerreros, y por eso confiamo de que encontraremos los puntos de motivación, para aglutinar las acciones en una sola dirección y salvar más que nuestro futuro, el de nuestros hijos.
Es el momento oportuno, para más
luego es tarde.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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