miércoles, 30 de julio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LA PÉRDIDA DE LA CIVILIZACIÓN EN VENEZUELA,

Ya lo dijo Ortega y Gasset: “El simple proceso de mantener la civilización actual es superlativamente complejo y requiere de sutilezas incalculables.”

Una gran parte de los venezolanos dan por hecho que la luz se enciende cuando activamos el interruptor, que los autos ruedan cuando los necesitamos, que las autopistas estén allí sin ningún problema bien mantenidas e iluminadas, que el agua salga del grifo cuando abrimos la llave, que entremos en un hospital y nos atiendan, tal y como vemos en las películas, que en el mercado encontremos los alimentos que nos gustan y necesitamos, que nuestros hijos vayan a la escuela y tengan sus clases, con buenos maestros, en instalaciones seguras e higiénicas… a eso se le llama civilización, y para los que no se hayan dado cuenta, no es de gratis, no está allí porque nos la merecemos ni tampoco viene como un bono con el socialismo.
Tener cierto grado de civilización, que nos distinga de los monos que viven en la selva, implica un enorme esfuerzo e inteligencia, y si no que lo digan esas pobres familias que llegan a un barrio y tienen que levantar su propio rancho, el sólo tener un techo de lata para guarecerse y cuatro palos que lo sostengan cuesta sudor y trabajo, y mantenerlo más trabajo y mejorarlo, más trabajo.
El socialismo chavista le ha inculcado a su gente, por medio del comportamiento de sus líderes,  que el mundo es de ellos, que sólo hay que tender la mano y tomarlo, han creado la falsa ilusión que la civilización les viene dada con el carnet del PSUV, y que vistiendo de rojo rojito, pueden empoderarse del universo entero, sin necesidad de entender la realidad y como funciona, sin ocuparse de cómo trabaja un puerto, o una refinería, o una fábrica, menos aun un gobierno municipal.
Todas esas maravillas de la civilización estaban ya allí cuando nacieron, la escuela y el hospital funcionaban, lo mismo que el supermercado y el cine, no les costó nada tenerlos y como fueron usuarios de algunas de esos servicios, creen que es su pleno derecho tenerlos, disfrutarlos y hasta manejarlos, ignorando lo complicado que es que funcionen adecuadamente, que cuestan dinero mantenerlos y operarlos, y que si se rompen o dejan de funcionar, no importa, ya vendrá alguien a repararlos o a cambiar lo que se echó a perder, y si no, armas un berrinche, trancas una avenida o te vas a protestar frente a las cámaras de un canal independiente de T.V.
La mayor parte de la gente no se dan cuenta que la civilización significa una lucha constante por ganarle a la naturaleza salvaje un palmo de terreno, ya tener una casa propia donde vivir es un logro formidable (esa creencia de que el Estado está obligado a otorgarle vivienda a quien no la tiene, es una malformación enteramente socialista), imagine lo que significa tener una universidad para 40.000 estudiantes que funcione. 
Se necesitaron muchos años para que en Venezuela pudiéramos explotar nuestro propio petróleo, por  décadas un grupo de hombres, primero extranjeros que nos trajeron la tecnología y nos enseñaron la técnica, luego los venezolanos, ya preparados, muchos de ellos profesionales, levantaron poco a poco costosísimas instalaciones, y utilizando maquinas complejas lograron fundar no sólo una industria petrolera de primer nivel en el mundo, sino hacerse de una importante cuota del mercado entre los grandes consumidores de energía del mundo.
Bastó que viniera el chavismo, y convirtieran a PDVSA en una empresa socialista, que despidieran por televisión a 20.000 de sus mejores hombres y mujeres por contrarrevolucionarios, que empezaran a inmiscuirla en negociados de fabricación de casas, compra-venta de comida, de electrodomésticos, en campañas políticas en otros países y misiones comunistas, para que la industria, se viniera abajo estrepitosamente, hasta dejarla quebrada. 
Hoy vuelve la selva a crecer en los patios de lo que fueron productivos campos petroleros, el monte se está comiendo los pozos y oleoductos, el país se llena de chatarra inservible y de ruinas de un pasado reciente donde las cosas funcionaban, la civilización retrocede, el chavismo de nuevo nos empuja hacia la intemperie y las necesidades básicas, pareciera que su fin es volvernos a subir en los árboles, con los monos.
Pero el asunto es mucho más grave pues ya no se trata de ciudades donde la gente vive en medio de huecos, tráfico infernal, falta de agua, luz y con el hampa desatada, ya no es sólo el problema de una infraestructura que no ha recibido mantenimiento ni de nuevas obras necesarias para acoplarse con el crecimiento del país, no, el problema de la civilización en Venezuela es uno de que ya el estado y la sociedad no son garantías para una vida civilizada.
El aspecto fundamental de nuestra perdida de civilización, es la disminución de nuestra libertad, tal y como la entendía John Stuart Mill, la libertad civil, o sea, la garantía que existen límites para el poder del Estado sobre el individuo, se trata de una conquista histórica que pone barreras constitucionales a lo que un estado puede hacer y no hacer con la gente, que permite una separación de poderes para que la presidencia rinda cuentas de sus actos a una asamblea legislativa y que unos tribunales de justicia puedan brindarle equidad a los ciudadanos al momento de resolver sus conflictos; un estado de derecho existe para que la violencia sea erradicada de las calles y el pueblo pueda trabajar en paz, producir, estudiar, investigar, construir sin temor a ser agredido ni expropiado ni encarcelado sin justo proceso.
La mayoría de las constituciones en el mundo se hicieron para que un gobierno abusador no acabe con los más débiles de la sociedad, que somos los ciudadanos, para que las empresas puedan trabajar sin el temor de que puedan ser cerradas porque a algún funcionario le dio la gana, para que la gente se pueda expresar en libertad sin que venga alguien, la secuestre y aparezca a los días, descuartizada en una bolsa de basura.
Pero aquí en Venezuela la constitución se hizo para proteger al estado, para darle un poder absoluto sobre la vida de sus ciudadanos, para que fuera el único dueño de las riquezas del país, para hacerlos sospechosos de cualquier paranoia que se le ocurra al gobernante de turno, para cerrar medios de comunicación, para apalear a estudiantes protestando pacíficamente en las calles, para gastar el dinero público en lo que el presidente quiera sin rendirle cuentas a nadie, para que sea el mismo Tribunal Supremo de Justicia quien promueva el autoritarismo eliminando la separación de poderes.
El respeto por las normas constitucionales es lo que nos diferencia de las tribus primitivas que arreglaban sus diferencias a palos y cuchillo, cuando imperaba el despojo y la ley del más fuerte.
El actual gobierno comunista quiere hacernos creer que con la revolución ya no hay reglas democráticas, que no habrá alternancia en el gobierno, que “ellos” llegaron al poder para quedarse para siempre, que el crimen, el asesinato y el narcotráfico son maneras normales de proceder de los funcionarios públicos.
Ya no sólo vivimos como si estuviéramos en la selva sino que el mundo nos mira y nos trata como si fuéramos unos animales, el gobierno ya no paga sus deudas ni honra sus compromisos, se la pasa diciendo mentiras y entregando informes falsos sobre nuestro desarrollo, estamos aislándonos del mundo, ya nadie nos da crédito (excepto para comprar armas), nuestros principales funcionarios son unos maleantes que aparecen en las listas de los criminales más buscados, nuestro presidente amenaza con el uso de la fuerza a nuestros vecinos para proteger sus vínculos con el crimen organizado.
En pleno siglo XXI nuestro país se encuentra figurando entre los más atrasados del orbe, no sólo con mayor miseria sino como los más violentos, corruptos y peligrosos del mundo, esto, a pesar de que contamos con las mayores reservas de petróleo y que todavía recibimos, por concepto de la venta de petróleo, más dinero que la media de los países.
Para lograr esta increíble perdida de civilización, el socialismo se imponen a la fuerza, con trampas, con amenazas, haciendo leyes absurdas a espaldas del país, explotando a su propio pueblo para sostener regímenes oscuros, terrorismo y subversión en medio planeta.
Los venezolanos decentes no salimos de nuestro asombro ante tanta ineptitud y maldad, nadie quiere volver a los árboles ni a protegerse de la lluvia con hojas de cambur, pero intentamos una y otra vez liberarnos de esta maldición y siempre nos salta la liebre de donde menos lo esperábamos.
El socialismo chavista ha fracasado una y otra vez durante estos quince años y siempre hemos sido nosotros los ciudadanos de a pié los que hemos pagados los platos rotos, en medio de una severa crisis económica ya el gobierno anuncia que sus errores debemos costearlos nosotros, con nuevos impuestos, con nuevas alzas de precios, con una vida cada vez más restringida y muy parecida a la de unos esclavos, sin poder protestar, y lo peor, sin querer defendernos de toda esta agresión en nuestra contra.
Maduro intenta destruir lo que nos queda de civilización, de imponernos un retroceso histórico, de vuelta al trueque, a ocupaciones laborales primarias y sin especializaciones, al conuco, a la guerrilla, a los baños con totuma y a los palenques, permitírselo, es dejar que nos lleve de nuevo a la selva.
¿Es eso lo que queremos los venezolanos?

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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