Ya lo dijo Ortega y Gasset: “El simple
proceso de mantener la civilización actual es superlativamente complejo y
requiere de sutilezas incalculables.”
Una gran parte de los venezolanos dan por
hecho que la luz se enciende cuando activamos el interruptor, que los autos
ruedan cuando los necesitamos, que las autopistas estén allí sin ningún
problema bien mantenidas e iluminadas, que el agua salga del grifo cuando
abrimos la llave, que entremos en un hospital y nos atiendan, tal y como vemos
en las películas, que en el mercado encontremos los alimentos que nos gustan y
necesitamos, que nuestros hijos vayan a la escuela y tengan sus clases, con
buenos maestros, en instalaciones seguras e higiénicas… a eso se le llama
civilización, y para los que no se hayan dado cuenta, no es de gratis, no está
allí porque nos la merecemos ni tampoco viene como un bono con el socialismo.
Tener cierto grado de civilización, que nos
distinga de los monos que viven en la selva, implica un enorme esfuerzo e
inteligencia, y si no que lo digan esas pobres familias que llegan a un barrio
y tienen que levantar su propio rancho, el sólo tener un techo de lata para
guarecerse y cuatro palos que lo sostengan cuesta sudor y trabajo, y mantenerlo
más trabajo y mejorarlo, más trabajo.
El socialismo chavista le ha inculcado a su gente, por medio del comportamiento de sus líderes, que el mundo es de ellos, que sólo hay que tender la mano y tomarlo, han creado la falsa ilusión que la civilización les viene dada con el carnet del PSUV, y que vistiendo de rojo rojito, pueden empoderarse del universo entero, sin necesidad de entender la realidad y como funciona, sin ocuparse de cómo trabaja un puerto, o una refinería, o una fábrica, menos aun un gobierno municipal.
Todas esas maravillas de la civilización
estaban ya allí cuando nacieron, la escuela y el hospital funcionaban, lo mismo
que el supermercado y el cine, no les costó nada tenerlos y como fueron
usuarios de algunas de esos servicios, creen que es su pleno derecho tenerlos,
disfrutarlos y hasta manejarlos, ignorando lo complicado que es que funcionen
adecuadamente, que cuestan dinero mantenerlos y operarlos, y que si se rompen o
dejan de funcionar, no importa, ya vendrá alguien a repararlos o a cambiar lo
que se echó a perder, y si no, armas un berrinche, trancas una avenida o te vas
a protestar frente a las cámaras de un canal independiente de T.V.
La mayor parte de la gente no se dan cuenta
que la civilización significa una lucha constante por ganarle a la naturaleza
salvaje un palmo de terreno, ya tener una casa propia donde vivir es un logro
formidable (esa creencia de que el Estado está obligado a otorgarle vivienda a
quien no la tiene, es una malformación enteramente socialista), imagine lo que
significa tener una universidad para 40.000 estudiantes que funcione.
Se necesitaron muchos años para que en
Venezuela pudiéramos explotar nuestro propio petróleo, por décadas un grupo de hombres, primero
extranjeros que nos trajeron la tecnología y nos enseñaron la técnica, luego
los venezolanos, ya preparados, muchos de ellos profesionales, levantaron poco
a poco costosísimas instalaciones, y utilizando maquinas complejas lograron
fundar no sólo una industria petrolera de primer nivel en el mundo, sino
hacerse de una importante cuota del mercado entre los grandes consumidores de
energía del mundo.
Bastó que viniera el chavismo, y convirtieran
a PDVSA en una empresa socialista, que despidieran por televisión a 20.000 de
sus mejores hombres y mujeres por contrarrevolucionarios, que empezaran a
inmiscuirla en negociados de fabricación de casas, compra-venta de comida, de
electrodomésticos, en campañas políticas en otros países y misiones comunistas,
para que la industria, se viniera abajo estrepitosamente, hasta dejarla
quebrada.
Hoy vuelve la selva a crecer en los patios de
lo que fueron productivos campos petroleros, el monte se está comiendo los
pozos y oleoductos, el país se llena de chatarra inservible y de ruinas de un
pasado reciente donde las cosas funcionaban, la civilización retrocede, el
chavismo de nuevo nos empuja hacia la intemperie y las necesidades básicas,
pareciera que su fin es volvernos a subir en los árboles, con los monos.
Pero el asunto es mucho más grave pues ya no
se trata de ciudades donde la gente vive en medio de huecos, tráfico infernal,
falta de agua, luz y con el hampa desatada, ya no es sólo el problema de una
infraestructura que no ha recibido mantenimiento ni de nuevas obras necesarias
para acoplarse con el crecimiento del país, no, el problema de la civilización
en Venezuela es uno de que ya el estado y la sociedad no son garantías para una
vida civilizada.
El aspecto fundamental de nuestra perdida de
civilización, es la disminución de nuestra libertad, tal y como la entendía
John Stuart Mill, la libertad civil, o sea, la garantía que existen límites
para el poder del Estado sobre el individuo, se trata de una conquista
histórica que pone barreras constitucionales a lo que un estado puede hacer y
no hacer con la gente, que permite una separación de poderes para que la
presidencia rinda cuentas de sus actos a una asamblea legislativa y que unos
tribunales de justicia puedan brindarle equidad a los ciudadanos al momento de
resolver sus conflictos; un estado de derecho existe para que la violencia sea
erradicada de las calles y el pueblo pueda trabajar en paz, producir, estudiar,
investigar, construir sin temor a ser agredido ni expropiado ni encarcelado sin
justo proceso.
La mayoría de las constituciones en el mundo
se hicieron para que un gobierno abusador no acabe con los más débiles de la
sociedad, que somos los ciudadanos, para que las empresas puedan trabajar sin
el temor de que puedan ser cerradas porque a algún funcionario le dio la gana,
para que la gente se pueda expresar en libertad sin que venga alguien, la
secuestre y aparezca a los días, descuartizada en una bolsa de basura.
Pero aquí en Venezuela la constitución se
hizo para proteger al estado, para darle un poder absoluto sobre la vida de sus
ciudadanos, para que fuera el único dueño de las riquezas del país, para
hacerlos sospechosos de cualquier paranoia que se le ocurra al gobernante de
turno, para cerrar medios de comunicación, para apalear a estudiantes
protestando pacíficamente en las calles, para gastar el dinero público en lo
que el presidente quiera sin rendirle cuentas a nadie, para que sea el mismo
Tribunal Supremo de Justicia quien promueva el autoritarismo eliminando la
separación de poderes.
El respeto por las normas constitucionales es
lo que nos diferencia de las tribus primitivas que arreglaban sus diferencias a
palos y cuchillo, cuando imperaba el despojo y la ley del más fuerte.
El actual gobierno comunista quiere hacernos
creer que con la revolución ya no hay reglas democráticas, que no habrá
alternancia en el gobierno, que “ellos” llegaron al poder para quedarse para
siempre, que el crimen, el asesinato y el narcotráfico son maneras normales de
proceder de los funcionarios públicos.
Ya no sólo vivimos como si estuviéramos en la
selva sino que el mundo nos mira y nos trata como si fuéramos unos animales, el
gobierno ya no paga sus deudas ni honra sus compromisos, se la pasa diciendo
mentiras y entregando informes falsos sobre nuestro desarrollo, estamos
aislándonos del mundo, ya nadie nos da crédito (excepto para comprar armas),
nuestros principales funcionarios son unos maleantes que aparecen en las listas
de los criminales más buscados, nuestro presidente amenaza con el uso de la
fuerza a nuestros vecinos para proteger sus vínculos con el crimen organizado.
En pleno siglo XXI nuestro país se encuentra
figurando entre los más atrasados del orbe, no sólo con mayor miseria sino como
los más violentos, corruptos y peligrosos del mundo, esto, a pesar de que
contamos con las mayores reservas de petróleo y que todavía recibimos, por
concepto de la venta de petróleo, más dinero que la media de los países.
Para lograr esta increíble perdida de
civilización, el socialismo se imponen a la fuerza, con trampas, con amenazas,
haciendo leyes absurdas a espaldas del país, explotando a su propio pueblo para
sostener regímenes oscuros, terrorismo y subversión en medio planeta.
Los venezolanos decentes no salimos de
nuestro asombro ante tanta ineptitud y maldad, nadie quiere volver a los
árboles ni a protegerse de la lluvia con hojas de cambur, pero intentamos una y
otra vez liberarnos de esta maldición y siempre nos salta la liebre de donde
menos lo esperábamos.
El socialismo chavista ha fracasado una y
otra vez durante estos quince años y siempre hemos sido nosotros los ciudadanos
de a pié los que hemos pagados los platos rotos, en medio de una severa crisis
económica ya el gobierno anuncia que sus errores debemos costearlos nosotros,
con nuevos impuestos, con nuevas alzas de precios, con una vida cada vez más
restringida y muy parecida a la de unos esclavos, sin poder protestar, y lo
peor, sin querer defendernos de toda esta agresión en nuestra contra.
Maduro intenta destruir lo que nos queda de
civilización, de imponernos un retroceso histórico, de vuelta al trueque, a
ocupaciones laborales primarias y sin especializaciones, al conuco, a la
guerrilla, a los baños con totuma y a los palenques, permitírselo, es dejar que
nos lleve de nuevo a la selva.
¿Es eso lo que queremos los venezolanos?
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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