miércoles, 30 de julio de 2014

PEDRO R GARCÍA M., LA OLVIDADA PUERTA DE CARACAS. PUNTO DE QUIEBRE


“LA Biblia habla largamente de la ciudad. En la primera página, es verdad, está ausente; el paraíso es un parque situado en un campo, podríamos casi decir, un vergel. Pero la última página de la Biblia es la visión de la ciudad nueva, universal y eterna. Se encuentra en ella el paraíso, pero en esta ocasión, situado en la ciudad. Del campo a la ciudad, de un parque del campo a un parque de la ciudad, como si la Biblia nos describiese un largo viaje de la humanidad; este viaje se parece muchísimo al movimiento que nos descubre las historia de la humanidad de los últimos milenios”. (José Combin, Teología de la Ciudad, Colección Reserva, Nun. 009/ Julio 2009).
Acotación necesaria…
Puerta Caracas (La Pastora 1930)
Hablar de la ciudad implica, también, hablar de la Puerta de Caracas, como la Puerta de Alcalá. Solo que de la Puerta de Caracas apenas nos quedan vestigios de lo que fue en el próximo pasado, su conexión con el Guaraira Repano, puede ser reconstruido por la imaginación, pero acotada en su conurbación urbana y rescatar sus raíces históricas, hay que referirse al hoyo de la puerta, a la puerta de la carretera vieja,  a la puerta que es la autopista que nos articula al frente marítimo caribeño, a la puerta que nos conecta con los altos mirandinos y la puerta amplia que nos enlaza con el Miranda profundo de sus pobladores originarios que nos permite recordar el gesto solitario, auténtico, pleno de honor de Alonso Andrea de Ledesma, viejo hidalgo, Quijote caraqueño, símbolo y espíritu de la resistencia mito enterrado en el hondón de nuestra patria que nos novelara Mario Briceño Iragorri.
Es así en otras latitudes otras puertas, como el río Rubicón, límite entre Roma y la Galia Cisalpina, que fue franqueada por César, dejando para la historia una frase, tomada del comediógrafo Menandro, su autor favorito, que textualmente expresada Alea jacta est., "la suerte está echada". Una puerta detenida es como un carruaje sin ruedas. Pero si está entreabierta, es misteriosamente invitadora.
En una entrega generosa de su espacio ha intentando una y otra vez llamar nuestra atención. El hijo mestizo de español e india cacica, o del blanco español y negra africana. Hasta ahora no le hemos resuelto sus carencias. Aunque hijos del mestizaje o del blanco español, la tierra es la América Morena; la que parió una camada de todo un mantuanaje comprometido y lúcido que logró instaurar la libertad allende de montañas y ríos. Caracas fue el norte que libertó al sur sin, apropiárselo, como la historia nos ha evidenciado que todo norte esclaviza al sur. Caso insólito, pero aleccionador. Y hoy intima al nuevo mantua naje del saber y del poder, del hombre llano que se le salve, pero de verdad, como agradecida recuerda el hermoso gesto de un  ayer, de uno de tantos, de aquel anciano presto a defenderla de piratas y corsarios que le asolaban. Pide que se le lave para liberarse del olor nauseabundo. Que el aroma de sus flores en Galipán se esparzan en sus confines. Porque ella no es cordillera y ríos solamente. Ella es serranía, ríos, y laderas. Quién intente separar la ciudad de su Ávila, su condición de sultana, la está empalando para conducirla a la muerte. Los que la conocen tal cual es, sabe que ella es su Ávila su concreto y sus quebradas, como las extremidades superiores e inferiores forman un solo cuerpo integral.

Poema homenaje a la ciudad de Caracas.
Nubarrones en mi ciudad
Amenazadores e inmensos nubarrones se acercan,
Y en nuestras pupilas hay relámpagos de espantos.
Abre tu balcón abre tu puerta, mira como nos cercan
Como empatadas en la lluvia de tu llanto

Observa como pasa en caravana sombría
Como señales de un tiempo ya marchito,
Que parecen las sombras que disipan la alegría,
Y sus tragedias avanzan, con un rumbo expedito.

Abramos nuestras puertas y ventanas, no quiero sentirme
Encerrado,
No es hora de llanto, no es hora de ruego;
Necesitamos atravesar el espeso nublado,
Con paso seguro y alejados del miedo

Para los falsos profetas, hay que preparar la hoguera,
Donde han suplir, por engañar a los débiles con sus perturbados
Embelesos,
Y los que fortaleza hemos observado en esta corta primavera
Nos permita, darles una mano a todos, no solo a esos.

¿Qué hay en mi desollada ciudad? Sueños, esperanzas,
Dolores,
Nexos, amistad, pasiones, y pensamientos escritos;
Versos de los poetas de la capital y sus pasados amores,
Y los todavía hermosos tonos de sus colores benditos.

Abramos nuestras ventanas y puertas dejemos que circule
El viento;
En un nuevo lapso
Ya veremos como se calma;
Los que no sacian su avidez, solo dejaran sufrimiento;
No podrán colmar su codicia, todo el dinero no es un alma;

Allá van nuestros pensamientos, nuestras vidas entreabiertas;
Atrás quedó el guaire y su cauces colmado, lejos van sueños y lazos;
Distantes marchan viejos goces, como tierras yertas;
Aquí mi ciudad desollada y fragmentada en mil pedazos.

¡Qué extravío! Pero obstante nuestro corazón aún vibra
Como llama inflamada de quienes no aceptamos el precio
A los que con soberbia trataron de arrancarnos fibra por fibra,
Mi sangre arde y no quiero que sea mi último verso.

El dolor pronto pasa y en el alma no hay vacío,
Para que todo se consuma; no hace falta un holocausto
El moho y la lluvia rasguean el cielo sombrío,
Solo las suaves sonrisas de Rafael y Nicole mitigan mi sobresalto.

Como expresiones extrañas de mi angustia y de mis iras,
Añoro de mi ciudad los vientos avileños, que acariciaban mis oídos,
Y fraseaba juramento,  y verdades y mentiras,
Remedo tiernos besos y engañadores gemidos.

Quiero partir hacia el mar, quiero estar con él a solas,
Aspiro hablarle de mis gozos, mis afectos y mis penas,
Mientras perciba el ruido de sus encrespadas olas,
Que me recuerdan inquietantes caraqueñas, de profusas melenas.

El ruido de mi ciudad es el salmo de mis esperanzas rotas
Juntar los rompientes con mis ideas; quiero ser uno y el mismo
Mis lastimadas ilusiones son: como esas blancas gaviotas
Que hacen su nido en lo más alto de las rocas… y se los traga… el abismo… Autor: Pedro R García Molina

A todos los dirigentes de la metrópolis, especialmente a los detentan mandatos producto de los votos del noble pueblo caraqueño, y a los pretendientes a tales les toca tomar en sus manos el reto de hoy. Si lo hacen sus nombres estarán labrados en el monumento de sus bienhechores. Si ello no ocurre, seguirá en la esperanza hasta que alguien con lucidez y sensibilidad marche en su encuentro.

En el Bicentenario, nada que celebrar. Todos saben de la complejización de los problemas y de los pésimos servicios públicos en todos lo niveles. Y quizá, como Clinton con la economía de su país en su tiempo, se apresten a resolverlo. Ese es nuestr reafirmación y deseos en su 447 aniversario, y poder decirle en un futuro cercano a sus habitantes, a los preteridos de siempre que batallan por sobrevivir el laderas y alcantarillas, y al mundo que por fin despejamos la incógnita del Libertador manifestada a su tío Esteban Palacios en 1828: cuando observándola ruinosa le interpeló ¿tío donde está Caracas? y así poder responder no solamente al Libertador si no a todos nuestros hijos en un futuro cercano.

 ¡Aquí está Caracas!

Pedro R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5

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