martes, 17 de junio de 2014

RICHARD CASANOVA, DE LA HISTORIA Y EL CAMBIO

Grandes atrocidades en la historia de la humanidad se han ocultado tras el idealismo. 

Poner fin a la hegemonía zarista y los ideales de igualdad inspiró a la revolución bolchevique. Hitler enamoró a las multitudes con un discurso nacionalista y sueños de grandeza. Fidel Castro ofreció una salida a la dictadura de Batista‎ y emprendió una lucha heroica que entusiasmo a la juventud latinoamericana.  Y en Venezuela, vimos como Chávez prometió acabar con las cúpulas podridas y promover la justicia social. En cada caso, sabemos el resultado. El remedio fue peor que la enfermedad.

Como la historia sirve para intuir el destino, hay que advertir que  todas las revoluciones han derivado en represión y muerte. En 1918, apenas a un año del triunfo bolchevique, ‎Lenin exigía que los "elementos inseguros" fueran confinados a campos de concentración, iniciando así la oscura historia del GULAG, siglas -como SEBIN- de un organismo político cuya traducción era "Dirección General de los Campos". Un sistema inhumano de represión y esclavitud que Stalin llevó a su máxima expresión, a donde incluso fueron a parar figuras disidentes del "proceso".

Nadie estaba a salvo y esto quizás hoy nos suene familiar.  Aniquilar a la disidencia se convierte en un fin para todo régimen totalitario. Los Nazis, el Fascismo y el Comunismo, se vieron en la necesidad de ‎crear la figura del "enemigo del pueblo" como excusa ideológica, como justificación histórica de sus fracasos y como parte de su estrategia de dominación.

Para los nazis eran los judíos y para los fascistas, la pequeña burguesía. La "revolución bolivariana" ha sido más amplia: todos podemos ser "enemigos del pueblo".

No exageramos al comparar aquellos regímenes con la tragedia venezolana.

¿Existe diferencia entre las estulticias que Maduro ha copiado de la retórica cubana y los agravios en las arengas de Stalin o Hitler? ¡Son tan parecidas! Y todas expresan discriminación y exclusión, la obsesión de poder y la prepotencia propia del totalitarismo. 

Los trabajos sobre el Gulag de la prestigiosa periodista y escritora Anne Applebaum (Pulitzer 2004) revelan nuestra proximidad a aquella realidad. En el caso venezolano, el militarismo es un agregado y la supuesta condición de izquierda es una impostura para justificar su visión totalitaria.

Desde esa visión, Fidel Castro dijo que el "Socialismo del siglo XXI no es otra cosa que comunismo”. Más aún ¿existe diferencia entre el asesinato de  Franklin Brito y alguno de los millones de muertos ‎de esa tenebrosa historia nazi o fascista?

Leer el testimonio de las víctimas en Alemania o Rusia, es tan desgarrador como saber de Iván Simonovis: un punzante ejemplo de tortura que expresa hasta donde puede llegar la crueldad, indolencia y perversión del poder. 

¿Cuanta gente murió el 4F y el 27N? ¿Cuantos han muerto víctimas de la represión en estos 15 años de "revolución"? ¿Cuantos han caído en los últimos meses? Son tantos que el país ha perdido la cuenta. Y eso, sin mencionar las víctimas del hampa. No exageramos: este gobierno es una tragedia, Venezuela se desangra!  Ojalá la historia sea también la fuerza inspiradora del cambio.

Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova

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