Poner fin a la hegemonía zarista y los ideales de igualdad inspiró a la revolución bolchevique. Hitler enamoró a las multitudes con un discurso nacionalista y sueños de grandeza. Fidel Castro ofreció una salida a la dictadura de Batista y emprendió una lucha heroica que entusiasmo a la juventud latinoamericana. Y en Venezuela, vimos como Chávez prometió acabar con las cúpulas podridas y promover la justicia social. En cada caso, sabemos el resultado. El remedio fue peor que la enfermedad.
Como
la historia sirve para intuir el destino, hay que advertir que todas las revoluciones han derivado en
represión y muerte. En 1918, apenas a un año del triunfo bolchevique, Lenin
exigía que los "elementos inseguros" fueran confinados a campos de
concentración, iniciando así la oscura historia del GULAG, siglas -como SEBIN-
de un organismo político cuya traducción era "Dirección General de los
Campos". Un sistema inhumano de represión y esclavitud que Stalin llevó a
su máxima expresión, a donde incluso fueron a parar figuras disidentes del
"proceso".
Nadie
estaba a salvo y esto quizás hoy nos suene familiar. Aniquilar a la disidencia se convierte en un
fin para todo régimen totalitario. Los Nazis, el Fascismo y el Comunismo, se
vieron en la necesidad de crear la figura del "enemigo del pueblo"
como excusa ideológica, como justificación histórica de sus fracasos y como
parte de su estrategia de dominación.
Para
los nazis eran los judíos y para los fascistas, la pequeña burguesía. La
"revolución bolivariana" ha sido más amplia: todos podemos ser
"enemigos del pueblo".
No
exageramos al comparar aquellos regímenes con la tragedia venezolana.
¿Existe
diferencia entre las estulticias que Maduro ha copiado de la retórica cubana y
los agravios en las arengas de Stalin o Hitler? ¡Son tan parecidas! Y todas
expresan discriminación y exclusión, la obsesión de poder y la prepotencia
propia del totalitarismo.
Los
trabajos sobre el Gulag de la prestigiosa periodista y escritora Anne Applebaum
(Pulitzer 2004) revelan nuestra proximidad a aquella realidad. En el caso
venezolano, el militarismo es un agregado y la supuesta condición de izquierda
es una impostura para justificar su visión totalitaria.
Desde
esa visión, Fidel Castro dijo que el "Socialismo del siglo XXI no es otra
cosa que comunismo”. Más aún ¿existe diferencia entre el asesinato de Franklin Brito y alguno de los millones de
muertos de esa tenebrosa historia nazi o fascista?
Leer
el testimonio de las víctimas en Alemania o Rusia, es tan desgarrador como
saber de Iván Simonovis: un punzante ejemplo de tortura que expresa hasta donde
puede llegar la crueldad, indolencia y perversión del poder.
¿Cuanta
gente murió el 4F y el 27N? ¿Cuantos han muerto víctimas de la represión en
estos 15 años de "revolución"? ¿Cuantos han caído en los últimos
meses? Son tantos que el país ha perdido la cuenta. Y eso, sin mencionar las
víctimas del hampa. No exageramos: este gobierno es una tragedia, Venezuela se
desangra! Ojalá la historia sea también
la fuerza inspiradora del cambio.
Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
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