La reciente abdicación del
Rey Juan Carlos I, ha abierto nuevamente la polémica sobre la monarquía, un
asunto que tiene dividida a la opinión pública española.
ROSA DIEZ |
Aunque la vigente
Constitución de España regula el tema de la sucesión y que en caso de renuncia, muerte o abdicación,
la continuidad real está garantizada, hay quienes han visto en esta dimisión de
Juan Carlos I la coyuntura ideal para poner en el tapete la necesidad de un
referéndum que permita a los españoles escoger entre monarquía o república.
Lo cierto del caso es que
la coyuntura se presta, pues la imagen de la monarquía se ha visto
afectada debido a una serie de
escándalos protagonizados por los
miembros de la familia real;
especialmente el caso de corrupción en el que está involucrado el yerno
del Rey y que salpica a su hija la infanta Cristina. También le hicieron daño a
la institución, las fotografías del ´propio Juan Carlos I en una cacería de
elefantes en Botsuana en el 2012. No
obstante, la monarquía era hasta no hace
mucho, según las encuestas publicadas por el oficial Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), la institución mejor valorada por los españoles.
Las críticas a la monarquía son tan rancias como la
institución misma, y los argumentos de los españoles de hoy, así como de los
dirigentes políticos que la rechazan, básicamente la denominada izquierda
plural y los partidos nacionalistas, son
los mismos de hace un siglo; oponiendo siempre a la Monarquía, una forma
hereditaria de gobierno, la República, como la mejor expresión de la democracia,
Pero en la España actual, con unas instituciones
políticas en crisis, un gobierno debilitado y una oposición política
encabezada por un PSOE
comprometido y desgastado, en plena reconstrucción de su dirigencia, no debemos esperar un debate entre monárquicos
y republicanos, al menos no en los términos de antaño, sino más bien una
rebatiña entre los otros partidos de
izquierda, incluidos los nacionalistas catalanes y vascos, por tomar
iniciativas, aprovechando la coyuntura
del momento, para crecer en
popularidad y llevarse el liderazgo del republicanismo en las encuestas.
El término monarquía no puede ser entendido hoy en
día como el gobierno de reyes absolutistas
y personalistas, ungidos por la gracia de Dios, tal cual sucedía en el pasado. En los últimos siete siglos
algunas cosas ocurrieron, y mientras que en la Francia del XVII alcanzaba su
expresión más absoluta en aquella célebre frase
de Luis XIV “el Estado soy yo”, del otro lado del Canal, los ingleses le
encontraban un sitio perfecto al monarca como Jefe de Estado. “El Rey reina
pero no gobierna”, principio político
que define al parlamentarismo británico, en el que, no obstante, la figura de
la Reina cumple un papel fundamental en
el mantenimiento de la unidad del Reino Unido. En la vieja Europa, las monarquías han dejado de serlo hace
tiempo, para convertirse en símbolos e instituciones decorativas que representan la tradición.
Y fue eso lo que trató de dejar en claro con su
intervención en el Congreso de los Diputados,
la líder del partido Unión Progreso y Democracia, cuando se votó la Ley
de Abdicación hace unos días, al tachar el referendo propuesto por algunas
toldas políticas de ilegal y calificarlo
de fraude, pues no se puede elegir entre República como epíteto de la democracia
y Monarquía como sinónimo de lo contrario, cuando la verdad es que una
república, por el simple hecho de serlo, no es más democrática que una
monarquía parlamentaria como la española o la inglesa.
La parlamentaria lanzo al aire la pregunta de si a aquellos que defienden dicha consulta “les parecen sistemas democráticos y justos los de “la República de Corea del Norte, o la República de Irán, o Cuba, o la Bolivariana de Venezuela”; para después comparar “Les parece que esos sistemas son más progresistas y más justos que las monarquías que funcionan en Suecia, Noruega, Dinamarca o el Reino Unido”.
La intervención de la diputada Diez fue criticada
por varios parlamentarios de izquierda, quienes la tildaron de ignorante por
haber calificado de “republicas” a Corea del Norte e Irán, cuando en realidad
son sistemas políticos con un partido
único y gobiernos dictatoriales, que por la forma de transmitirse el poder,
varias generaciones de padre a hijo en el caso de Corea, y yo añadiría que
también entre hermanos en el de Cuba, son monarquías de facto. No obstante la
crítica, la comparación de las monarquías parlamentarias europeas con Cuba y
Venezuela fue más que acertada y nadie, hasta ahora, ha intentado desmentirla.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
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