La
presidenta Michelle Bachelet quiere aumentar el impuesto a las empresas de 20%
a 35%
Eduardo
Aninat, ex ministro de Hacienda de Chile, tiene una buena pregunta para los
arquitectos del aumento de los impuestos a las empresas que circula en el
Congreso del país: "¿Qué hierba están fumando?"
Aninat
no es un fanático de las políticas económicas de la oferta. Su curriculum vitae
incluye cinco años en el gobierno de centroizquierda del presidente demócrata
cristiano Eduardo Frei (1994-2000) y luego un período como subdirector gerente
del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el ex funcionario está
preocupado de que el plan del gobierno de la recién asumida Michelle Bachelet
para elevar drásticamente los impuestos sobre el capital perjudique el
crecimiento y el desarrollo de Chile.
Aninat
dice que Bachelet debería instruir a su equipo para que tenga una
"discusión a fondo" sobre el asunto. No obstante, el gobierno y su
coalición Nueva Mayoría, que controla las dos cámaras del Congreso, dicen que
de ninguna manera. Ellos ganaron las elecciones. Ellos dictarán la ley.
Tres
décadas de crecimiento acelerado —liderados por políticas económicas liberales—
han hecho de Chile el país más próspero de América Latina. Su ingreso per
cápita anual de más de US$19.000 representa un alza significativa frente al de
US$5.000 de 1990. El porcentaje de chilenos que viven en la pobreza se ubica en
14,4%, frente a 45% en 1985.
El
país también se destaca políticamente en la región por su adhesión a un estado
de derecho que protege los derechos de la minoría y evita el populismo típico
de las repúblicas bananeras.
Ahora,
Bachelet y sus compinches en el Congreso están enviando señales de un cambio en
las reglas de juego que sugiere un regreso a la polarización política de
comienzos de los años 70. Cuesta evitar la conclusión de que ven sus mayorías
legislativas como la oportunidad de finalmente embutir el sueño utópico del
presidente Salvador Allende en la garganta colectiva de Chile.
El
senador Jaime Quintana, vocero de la Nueva Mayoría en la cámara alta, dijo
prácticamente eso en marzo, cuando la oposición se quejó de que la coalición
gobernante estaba pasando la "aplanadora" en el Congreso.
"Nosotros no vamos a pasar una aplanadora", dijo Quintana.
"Vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los
cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura".
Bachelet
ganó la segunda vuelta electoral con más de 60% de los votos y sus aliados de
la izquierda creen que tiene un mandato para desmantelar la economía de
mercado. Sin embargo, incluso con un mayoría de 67 a 49 escaños en la cámara
baja y de 19 a 16 en el Senado, no será fácil. La mandataria no alcanza a tener
las mayorías absolutas en el Congreso que necesita para reformar la
Constitución y poner al Estado en el centro de la economía.
Aun
así, podría sacudir el mercado. La reforma tributaria que ha enviado al
Congreso eleva la tasa impositiva de las empresas de 20% a 35%. Tal vez aún más
perjudicial, elimina el Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), que permite a
las empresas retrasar el pago de impuestos sobre las ganancias si éstas son
reinvertidas en lugar de retiradas. El FUT ha suministrado buena parte del
capital que alimentó el rápido crecimiento de Chile en las últimas tres
décadas.
Un
comercial animado del gobierno en televisión, y que Barack Obama podría
admirar, empezó a emitirse la semana pasada. "No es justo que las grandes
empresas y los más ricos de Chile no paguen los impuestos que
corresponden", dice el locutor, mientras la ilustración de un hombre con
traje y corbata y un maletín lleno de dinero se para al lado de una balanza
cargada con lingotes de oro e inclinada a su favor.
Ministros
de Hacienda de dos gobiernos anteriores de centroizquierda han expresado dudas
sobre el plan. Aninat cuestionó la eliminación del FUT en momentos en que
"Latinoamérica se muestra algo más recesiva, cuando los commodities no van
a estar de moda". La propuesta está alimentando la
"incertidumbre" en tiempos ya inciertos, dijo. El ex ministro desafió
al gobierno a que muestre la forma en la que concluyó que la inversión no se
verá afectada. "En la academia y el Banco Central dicen que sí sería
afectada", declaró.
Andrés
Velasco, ministro de Hacienda durante el primer gobierno socialista de Bachelet
(2006-2010), dijo la semana pasada que el FUT es una fuente clave de capital
para las pequeñas empresas. En una presentación de la semana pasada ante
empresarios chilenos, Juan Andrés Fontaine, ministro de Economía durante el
gobierno de centroderecha de Sebastián Piñera, conectó los puntos entre la
reducción de la desigualdad de los ingresos y el desempleo en Chile desde 1990
y las políticas tributarias que fomentan el crecimiento. También señaló que,
aunque las grandes empresas han casi cerrado la brecha de productividad frente
a sus contrapartes estadounidenses, las compañías "medianas y semi
grandes" aún están muy rezagadas. "Son ellas las que más pierden con
abolición del FUT", advirtió.
La
reacción en el campo de Bachelet ha sido predeciblemente despiadada. La semana
pasada, el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, amenazó con considerar una
eliminación retroactiva del FUT si los opositores en el Congreso seguían
insistiendo en un debate. Guido Girardi, aliado de Bachelet en el Senado,
advirtió que si las promesas de campaña de más populismo de la presidenta no se
cumplen, el país debería esperar agitación social en las calles. Es evidente
que para este grupo las cosas no han cambiado mucho desde comienzos de los 70.
Predican la tolerancia cuando no están en el poder y practican la envidia y la
intransigencia cuando tienen la oportunidad de gobernar.
Mary
Anastasia O'Grady
O'Grady@wsj.com
@MaryAnastasiaOG
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