La presidente chilena, Michelle Bachelet , quiere reducir la desigualdad . Me sospecho que se
refiere a la desigualdad de resultados, que es la que mide el coeficiente Gini.
Pero es posible que en su afán nivelador acabe desplumando a la gallina de los
huevos de oro.
Corrado Gini
fue un brillante estadístico italiano de principios del siglo XX,
fascista en su juventud, quien, fiel a sus orígenes ideológicos, propenso
a estabular a las personas en estamentos
, dividió a la sociedad en quintiles y midió los niveles de ingresos que
percibía cada 20%.
En su fórmula matemática, 0 correspondía a una
sociedad en la que todos recibían la misma renta, y 100 a aquella en la que una
persona acaparaba la totalidad de los ingresos. De su índice se colegía que las
sociedades más justas eran las que se acercaban a 0, y las más
injustas las que se aproximaban a 100.
Como suelen decir los brasileros, Gini tenía razón, pero poca , y la poca que
tenía no servía de nada. Chile, de acuerdo con el Banco Mundial, tiene 52,1 de
desigualdad (mejor que Brasil, Colombia y Panamá, por cierto), mientras
Etiopía, la India y Mali andan por el 33. Es difícil creer que estos tres
países son más justos que Chile.
Es verdad que
los países escandinavos, los mejor organizados y ricos del planeta , se
mueven en una franja entre 20 y 30, pero Kenia exhibe un honroso
29 que sólo demuestra que la poca riqueza que produce está menos mal
repartida que la que muestra Sudáfrica con 63,1, uno de los peores guarismos
del mundo.
Es una lástima que, pese a su experiencia
como jefe de Gobierno, la señora Bachelet no haya advertido que su país logró
ponerse a la cabeza de América Latina, y consiguió reducir la pobreza de un 45
a un 13%, no repartiendo sino creando
riqueza.
Cuando la señora Bachelet examina a las
sociedades escandinavas observa que hay en ellas un alto nivel de riqueza e
igualdad junto a una tasa impositiva cercana al 50% del PIB y supone,
equivocadamente, que los tres datos se encadenan. Incurre en un non sequitur .
Sencillamente, no es cierto. La riqueza escandinava, como la de cualquier
sociedad, se debe a la laboriosidad y la creatividad de todos los trabajadores
dentro de las empresas, desde el presidente hasta el señor de la limpieza,
pasando por los ejecutivos.
Supongo que ella entiende que sólo se crea
riqueza en actividades que generan
beneficio , ahorran, innovan e invierten. Es decir, en las empresas, de
cualquier tamaño que sean.
¿Y por qué está mejor repartida la riqueza en
Escandinavia que en Chile?
Los socialistas suelen pensar que es el
resultado de la alta tasa impositiva ,
pero no es verdad. La falacia lógica parte de creer que la consecuencia se
deriva de la premisa, cuando no es así. Sucede a la inversa: el alto gasto
público es posible (aunque no sea conveniente) porque la sociedad segrega una
gran cantidad de excedente.
Lo que genera la equidad en las sociedades
prósperas y abiertas es la calidad de su
aparato productivo . Si una sociedad fabrica maquinarias apreciadas,
objetos con alto contenido tecnológico, medicinas valiosas y originales, o
suministra servicios sofisticados por medio de su tejido empresarial, será
recompensada por el mercado y podrá y tendrá que pagar a los trabajadores un
salario sustancial, de acuerdo con sus calificaciones, para poder reclutarlos y
competir.
Si Bachelet desea reducir la pobreza chilena
y construir una sociedad más equitativa
, no debe generar una atmósfera de lucha de clases y obstaculizar la labor de
las empresas, sino todo lo contrario: debe facilitarla.
¿Cómo? Propiciando las inversiones nacionales
y extranjeras con un clima económico y legal hospitalario; agilizando y
simplificando los trámites burocráticos, incluida la solución de los
inevitables conflictos; facilitando la entrada al mercado de los emprendedores;
estimulando la investigación; creando infraestructuras (puertos marítimos y aéreos,
carreteras, telefonía, electrificación, internet) que aceleren las
transacciones; multiplicando el capital humano y cultivando la estabilidad institucional , la transparencia
y la honradez administrativa .
Es verdad que ese tipo de gobierno no gana
titulares de periódicos ni el aplauso de
la devastadora izquierda revolucionaria , pero logra multiplicar la
riqueza, disminuye la pobreza y aumenta el porcentaje de la renta que recibe la
clase trabajadora.
Lo dicho:
¿para qué imitar a Venezuela cuando se puede emular a Suiza? Casi nadie sabe quién es el presidente de
Suiza, pero hacia ese país se abalanza el dinero cada vez que hay una crisis.
Por algo será.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
elblogdemontaner.com
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