sábado, 17 de mayo de 2014

LUIS MANUEL CUEVAS QUINTERO, CRISIS, ¿CUÁL CRISIS?

El paisaje material y espiritual del país luce desolado, pero hay esperanza, ¿esperanza sin acción política? TENEMOS ANÁLISIS ECONÓMICOS que muestran la vertiginosa caída de nuestro sistema productivo, pero falta para completar la explicación del por qué hemos llegado a donde hemos llegado, EL ANÁLISIS CULTURAL Y SOCIAL DE TODO ESTO.

Si estamos en una crisis verdadera que ya dejó de ser coyuntural, y por el contrario, desestabiliza nuestras formas culturales y nuestras prácticas sociales, nuestros imaginarios colectivos, las preguntas serían; ¿qué base social y qué imaginario sostiene al poder despótico? ¿Cual es nuestra cultura política? y ¿qué respuestas damos a ésta crisis?
Deberíamos pensar en crear espacios para discutir con seriedad sobre esto, que si es materia de interés nacional. Es lo que podemos y debemos hacer, lo que se nos exige en medio de un campo controlado por politiqueros de oficio, por sabelotodos que se creen con licencia para orientar y opinar hasta de teoría de las cuerdas, por una actitud del sálvese quién pueda, por un socialconformismo según aprecia Marcos Roitman Rosenman, uno de los más agudos pensadores de la realidad actual latinoamericana. Este contexto intrincado que dificulta el consenso, viene potenciado por una prensa que en su mayoría crea opinión pública distorsionada, que modela una actitud social que ya empieza a ver en las colas interminables y en la escasez, una situación normal cuyo chivo expiatorio es según su lógica, un complot imperial y cuyos agentes son los que protestan y levantan su voz, hoy criminalizados por decreto.
En este contexto anómico, se hecha de menos el debate por la verdad, debilitada por la ausencia de principios que guíen el diálogo, entre ellos el reconocimiento del gobierno de turno a las libertades formales, únicas garantes de un ritmo de vida cotidiana sin los sobresaltos de la amenazadora prisión mental del totalitarismo, a esto se suma la incapacidad de los politiqueros de oficio de hacer valer estos principios de autonomía.
Si nos detenemos a pensar en esto, cabe también preguntarse si estamos en presencia de un teatro para el simulacro del cambio, una reedición tropicalizada de El Gatopardo de Giovanni de Lampedusa, un estado político de inercia con políticos devenidos en prestidigitadores de ilusiones como aquellos que describió en su momento Ramón Díaz Sánchez en sus tipologías de políticos retratadas en Casandra, dispuestos a vender hasta su sombra con tal de tener un espacio para engordar el ego mientras la crisis aumenta de tamaño y espesor. Mientras tanto, unos juegan a ser expectadores, otros a negar la realidad mientras hacen cola para comprar un litro de leche, otros apelan a tener una fe contemplativa, otros resaltan aunque no quieran por su indiferencia que cada vez convierte su espacio en una "casa tomada", al lado de estos, los oportunistas, esos que de socialistas devinieron en "sociolistos", reptan mimetizados de rojo haciendo negocios con el consentimiento y la omisión de unos poderes moral, legislativo y judicial que sacrificaron la ética a una ideología.
Luis Manuel Cuevas Quintero
luimanc@yahoo.com

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