Escribo
con en mente uno de los más importantes historiadores y escritores de profundos
análisis y reflexiones sobre el modo de ser, de nosotros, los venezolanos, Don
Mario Briceño Iragorry, quien fuera conocedor a fondo de nuestro ser y de sus
causas originales. Es así que, en multitud de sus libros y escritos
desprendidos de su hermosa pluma, siempre y de manera incansablemente productiva, aflora,
con la elegante pureza del estilo de su prosa,
el tema muchas veces interrogante, otras más explícito, y con la sabiduría de quien profundizara con el
largo alcance de su saber, abundantes explicaciones del por qué somos como
somos.
Estoy
escribiendo estas líneas, teniendo en
mente el recuerdo de ese gigante humilde y sencillo per-se, a quien apenas niño
de diez años tuve el privilegio de conocer en aquellas, para mí inolvidables,
tertulias semanales en la casa de mi padrino y vecino inmediato, Rafael Paredes
Urdaneta, a las que concurría lo más granado de nuestra intelectualidad de
aquellos tiempos, que, hoy, siento lejanos e irrepetibles, quizá no porque haya
desaparecido ese saber pero sí porque noto que es más escaso. Allí estaba casi
siempre aquel otro gigante inolvidable, escritor también y miembro de aquel
grupo, Don Mariano Picón Salas con sus hombros enjutos, así como varios otros,
entre ellos el Padre Heredia, el Presbítero Carlos Sánchez Espejo y varios
otros más que a esta mente octogenaria no le es fácil recordar.
Volviendo
a Don Mario, releyéndole, acabo de encontrar unos párrafos de su obra “El
Caballo de Ledesma” que responden a muchas de las inquietudes que los
venezolanos, siempre amantes de nuestra Patria, tenemos en estos momentos
aciagos de nuestra historia:
“La
democracia no es el asalto. La democracia no es lo que hasta ahora entendieron
(y entienden aún, digo) muchos capataces políticos: la posibilidad abierta para
el “vivo”. Nuestro orden social fue en mucho mirado como carrera de hombres
audaces y afortunados. No se vio el significado de las categorías formadas por
el natural proceso de la cultura. Se buscó al hombre en función orgánica. En
función de guapo, de simpático o de rico. No en función de lo que pudiera
servir a la propia sociedad. En nuestra selección política se invirtió la
sistemática de valorar las bestias. Estas tienen tanto más valor cuanto menores
sean sus mañas. Los políticos se han apreciado en función contraria. Y no es
mero juego de palabras. No ha dado
muchas vueltas la tierra desde que lo oí para explicar la posición elevada de
un político: “Tiene muchas mañas.” Váyase al Diablo la capacidad, ríase usted
de las condiciones que ameritan a un individuo. Eso no pesa en el orden de la
selección. Pesa la maña, la audacia, la simpatía, el golpe de suerte.”
Luego
añade: “Contra esa falsa técnica de selección, va la jerarquía de los
individuos en cuanto valen por sí mismos… ¿Considera usted la tragedia que
implica un desacomodo en el que el inferior jerárquico se ríe de la
incapacidad del dirigente?”... ¡Póngale
nombre apreciado lector! “En Venezuela
no hay jerarquías ni cohesión de masas. El individualismo disolvente ha
corroído toda fuerza de superación y de defensa. Todo está a la buena de Dios.
Todo se rige por la ley del asalto y del postizo mérito.”…
“La juventud hecha a
oír dentro de los muros universitarios prédicas en que se prometen
realizaciones fundamentadas en el esfuerzo y la cultura y que, vueltos los ojos
al campo de la vida práctica, encuentra un orden en que existe una escala de
valores que quebranta el mérito del esfuerzo personal, tiene, por fuerza, que
sufrir un trauma en la conciencia. La alegría se trunca en desconfianza y
disimulo. La honradez se le vuele mala fe. Y, conforme a una técnica natural de
vida, se va a la línea del menor esfuerzo. Pasa, así, a la categoría de los
irresponsables.” “Y si usted quisiera ejemplos con que convencer… yo le sugiero
el de Páez lavando los pies a Manuelote.
Manuelote no ha muerto. Manuelote, en nuestro desacomodo venezolano, sigue
humillando a quienes guardan el propio poder de mejorar el orden social. A quienes como Páez, pueden
hacer repúblicas. Manuelote es la audacia confundida con lo democrático, que se
ha creído capaz de dirigir la sociedad. Manuelote, aún vestido a lo moderno, es
la cabal expresión de la carencia de jerarquía. En un orden más lógico, él
debiera lavar los pies a Páez, mientras
llega la hora en que cada quien lave los suyos propios…La jerarquía es para
fijar, por medio de una disciplina de valores, quien sea el primero en usar el
lavatorio. Para lo que sí está permitido romper la mecánica del orden, es para
ir de puntero al sacrificio por la sociedad. Lo heroico en este caso es la
excepción.”
Lo heroico, en esta terrible y aciaga hora de Venezuela, lo representa una juventud de héroes, como siempre lo ha sido desde la inmortal gesta y sacrificio de La Victoria. Ha sido siempre, contra las más ignominiosas tiranías que desde 1848, gobernado por el cínico José Tadeo Monagas, el país entró en el pavoroso imperio de las tiranías opresivas y deshonestas.
Hoy,
casi ya hace tres meses, de nuevo esa juventud ha sido el motor fundamental
para poner en marcha una rebelión, que no retrocederá hasta que los comunistas
cubanos no hayan retirado de nuestra tierra esa planta insolente del extranjero
que, con todos sus atropellos y vicios, supo Cipriano Castro, no permitir su
presencia en nuestro sagrado suelo.
En
el presente, para ira y vergüenza de todos los venezolanos que sienten vibrar
en sus corazones el quejido de la Patria, por vez primera en nuestra historia y
por obra de un enajenado primero, y de un farsante colombiano después, son
cubanos militares y no, quienes no sólo pisan nuestro suelo, sino como ayer en
el Táchira, cual demonios desatados por el diablo, atacaron armados a toda la
digna población tachirense. Pero, estoy seguro, hoy mismo, tal vez en estos
momentos, erguida la sangre y el orgullo, el noble pueblo tachirense reacciona
para sin cesar mantenerse en la lucha.
Es
menester reflexionar en profundidad sobre el pensamiento y las
observaciones que nos ha legado ese gran
venezolano Mario Briceño Iragorry.
Buen
día y resistencia.
Pedro
Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello
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