Las
redes sociales ha logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha
impuesto el régimen de Nicolás Maduro
“No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo…. Pues sepa quien lo niega y quien lo duda, que es lengua la verdad de Dios severo y la lengua de Dios nunca fue muda.” Don Francisco de Quevedo y Villegas.
La
muerte de Gabriel García Márquez ha provocado no solo un aumento en las ventas
de sus libros sino también el interés por rescatar y volver a poner en
circulación muchas de sus crónicas periodísticas, siempre deliciosas y llenas
de ese humor que hizo de él un escritor capaz de encantar a todo público. Una
de esas crónicas fue sobre el viaje que hizo en 1957 a varios países de la
Europa comunista, con una visa que lo acreditaba como delegado al Congreso
Mundial de la Juventud a celebrarse en Moscú. La tituló “90 días en la Cortina
de Hierro” y fue publicada por la revista Cromos, de Bogotá.
De
ese relato voy a citar algunos pasajes: la característica primaria y esencial
de todo gobierno totalitario o con tendencia a serlo que es coartar y, de ser
posible, suprimir la libertad de expresión. En su visita a la ciudad de
Leipzig, García Márquez que aún no era el célebre Gabo, y sus acompañantes, se
reúnen en un bar con un “expropiado”, Herr Wolf, a quien el gobierno de
Alemania oriental había indemnizado miserablemente por arrebatarle su empresa.
Entonces Herr Wolf se gastaba el dinero en copas en un bar que por supuesto era
del gobierno, ya que el sistema había suprimido la figura jurídica de la
herencia. Las otras presentes en el encuentro eran dos jóvenes estudiantes
universitarias.
Escribe
GGM: “No era incomprensible que Herr Wolf detestara el régimen. Lo alarmante
era que las dos muchachas que no conocían otra cosa, que eran educadas por el
estado con un sueldo y la promesa de un porvenir seguro, fueran tan
intransigentes como Herr Wolf. Se sentían avergonzadas por la calidad de sus
trajes, deseaban saber algo de París, donde se leen novelas de todo el mundo y
el nylon es un producto popular. Franco (un italiano acompañante de García
Márquez) les dijo que era cierto, pero les recordó que los estudiantes no
tienen sueldo en los países capitalistas. Eso no les importaba. La respuesta de
ellas, de la mayoría de los estudiantes que conocimos e inclusive de los
estudiantes de marxismo de la Universidad Marx-Lenin, fue aproximadamente la
misma: que no nos paguen nada pero que nos dejen decir lo que nos da la gana”.
Al llegar al destino final de su viaje, Moscú, Gabo escribe: “Había cosas más esenciales que impresionaron a los visitantes occidentales y que sin embargo no fueron disimuladas. Entre ellas los receptores de radio con un solo botón: Radio Moscú. Los receptores son muy baratos en la Unión Soviética, pero la libertad del auditor está limitada a escuchar radio Moscú o a no utilizar el receptor”. La radio con un solo botón en Moscú, la existencia de un solo periódico Pravda (La Verdad) órgano oficial del gobierno y del partido comunista fundidos en un mismo cuerpo para decir una sola verdad, la oficialista, fue la marca de fábrica de todos los gobiernos de Europa sometidos al régimen soviético y se extendió a la Cuba de Fidel Castro.
Pero
no se crea que solo los gobiernos francamente autoritarios son los que suprimen
la libertad de las personas para decir lo que piensan, la tentación es general.
Muchos que se precian de ser democráticos procuran ponerle freno a los medios
de comunicación para que no desnuden sus errores y vicios.
En América del Sur los gobiernos de Evo Morales, en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador y de Cristina Kirchner, en Argentina, han emprendido acciones abiertamente represoras de la libertad de prensa. Pero ninguno ha llegado a los extremos del régimen bolivariano o socialista del siglo XXI, primero con Hugo Chávez y luego con su heredero Nicolás Maduro. Venezuela es hoy el país de un solo botón para la televisión y la radio. El empeño en acallar cualquier opinión crítica o disidente, se extiende a la prensa escrita a la que se niegan las divisas para adquirir el papel y los insumos que se necesitan para imprimir un periódico.
Los
métodos para alcanzar la meta del botón único han variado desde el cierre
abusivo de un canal de televisión -Radio Caracas TV- y la confiscación de sus
equipos, hasta la compra de otros canales y la presión sobre los dos que aún
permanecen en manos privadas, para que practiquen la autocensura. Distinto fue
el caso de Globovisión, que hasta hace un año era el único medio televisivo que
abría sus puertas a la oposición, cubría sus actividades, informaba sobre el
curso real de los procesos electorales y mostraba la catadura del régimen, sus
corruptelas y abusos. El método en este caso fue presionar a sus propietarios,
mediante juicios amañados y multas impagables, para que vendieran el canal a un
grupo vinculado al gobierno. Globovisión simula hoy mantener alguna
independencia con dos o tres programas en los que según el refrán criollo, dan
un tirito al gobierno y otro a la oposición. Pero se niega a informar hasta las
agresiones físicas de los paramilitares del oficialismo a sus propios
periodistas y el robo o destrucción de sus equipos. Y, mientras hay protestas
multitudinarias reprimidas brutalmente por la Guardia Nacional, la Policía y
los delincuentes organizados en los llamados Colectivos, el canal transmite las
incidencias de la desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines o los
resultados del fútbol europeo.
La
familia Capriles, propietaria por décadas del periódico con mayor circulación
nacional y el preferido de los sectores populares -Últimas Noticias- fue
extorsionada al comienzo del gobierno de Chávez para colocar en la dirección
del diario a un ex combativo gremialista del periodismo contestatario en la
Cuarta república, transmutado en instrumento dócil del régimen chavista. El
método en este caso fue reabrir un juicio por la herencia del fundador del
periódico, que ya tenia sentencia firme de la extinta Corte Suprema de
Justicia. Aún con ese neochavista en la dirección, de vez en cuando se colaba
una que otra información crítica del oficialismo. Era más de lo que el gobierno
de Nicolás Maduro podía soportar. Apareció entonces un grupo de testaferros que
compró el periódico por un precio astronómico y el director que esporádicamente
dejaba colar alguna opinión o información no plegada al gobierno, ha permitido
ahora la presencia de censores designados por el oficialismo y se ha erigido el
mismo en censor.
El
botón único ha ido avanzando también en la programación radial. Son muy pocas
las emisoras que conservan uno que otro programa que da cabida a opositores y a
opiniones adversas al gobierno. Pero las radios llamadas comunitarias, las
adquiridas por el régimen y aquellas que aún están en manos privadas pero se
autocensuran para sobrevivir, copan el espectro radial del país.
El Twitter ha
logrado abrir un agujero al bloqueo informativo que ha impuesto el régimen ya
francamente totalitario de Nicolás Maduro. Lamentablemente es un medio que no
llega a los sectores populares sin acceso a las redes sociales. Los twitteros
practicamos el libre ejercicio del periodismo, por consiguiente logramos lo que
aspiraban las chicas universitarias del Leipzig comunista visitado por García
Márquez: decir lo que nos da la gana.
Y en ese decir lo que a uno se le antoja,
aparece la oposición de la oposición: la que descuartiza a Henrique Capriles y
a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por no ser suficientemente combativos
ni estar en la palestra pública como debieran.
Claro, como debieran si
pudieran, porque el acceso de la MUD a la televisión está severamente
restringido y Capriles está vetado del todo y no se permite su presencia física
ni referencial en ningún canal. Sin embargo, todos los esfuerzos del espurio
Nicolás Maduro por mantener la fachada democrática de su gobierno, han
fracasado estrepitosamente.
No hay un rincón del mundo donde se ignoren las maneras salvajes que éste ha utilizado para reprimir las protestas ciudadanas y a la par, no hay lugar en el que la gente no sepa como fue que el manirrotismo, la corrupción y la ineptitud de la revolución chavista, arruinaron al país más rico de la América del Sur.
Paulina
Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@Paugamus
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