lunes, 17 de marzo de 2014

SIMON GARCIA. GANAR SIN BARRICADAS. EL LUGAR COMÚN

             Los estudiantes, que en toda sociedad son un factor rebelde y sensible a las causas justas, han librado una lucha admirable. Apelando a gritos y piedras tomaron las calles porque sienten que lo que les queda por vivir está impregnado de un aurea  tenebrosa. Esta terrible certidumbre de ausencia de futuro generacional sólo puede enfrentarse luchando por recuperarlo.
           
A estos jóvenes hay que apoyarlos por respeto. Por la lección ética que nos dan hoy y por la influencia decisiva que han comenzado a tener en el país que vamos a tener en los próximos decenios. No forman parte de un pleito pequeño y menos aún de fantasiosos cuentos sobre golpes de Estado, sólo explicables porque el lenguaje del poder suele ser indecente.
            El movimiento comenzó en Táchira pidiendo seguridad en los recintos universitarios. Un problema que el año pasado afectó a más de 25.000 familias. La reacción represiva, producto de una mentalidad de bota, puso en evidencia que el gobierno ya no es capaz de dar soluciones políticas a las demandas sociales.
           Después de un mes de calle se ha puesto de manifiesto la simpatía que la gente tiene hacia la causa de los estudiantes, incluso el pueblo chavista que ha desatendido los llamados al enfrentamiento fratricida  constantemente formulado por la élite en el  poder. Esa neutralidad, aún con reservas y críticas, es uno de los indicadores de los niveles de inconformidad, rechazo  y desesperación que está produciendo el desabastecimiento, los precios por las nubes, el colapso de la salud y la espiral de la corrupción.    
            Pero el sentido de la realidad no debería hacernos ignorar que aún somos una población partida en dos. Y que la lucha debe cuidarse de afirmar la paz sobre la violencia y la unión frente al enfrentamiento. Mantener esas banderas es indispensable para lograr una mayoría estable en la sociedad. Sólo ayudando a conformar esa mayoría dotaríamos de viabilidad las iniciativas propuestas sobre un cambio democrático y pacífico del sistema de poder que nos están acuñando al margen de la Constitución Nacional. 
            Para multiplicar los logros que ya ha obtenido el movimiento de protestas y para atraer a quienes no están convencidos aún de involucrarse no sólo hay que luchar sino saber luchar para ganar. Por eso es importante debatir aspectos que hay que resolver sin astillar la unidad en las vanguardias alternativas. Entre ellos hay al menos dos, el de los objetivos del movimiento y el no mantenimiento de las barricadas.
              El objetivo principal del movimiento ha sido establecido por manifiestos de los estudiantes de Mérida, Valencia y Caracas. Dado el alto grado de espontaneidad y la inexistencia de un centro único de dirección es natural y productivo que haya sectores que añadan sus objetivos particulares como ha sido el caso ejemplar de los médicos.
            Pero hay otras orientaciones, como las difundidas por el profeta Reinaldo, que crean irresponsablemente la expectativa de que se trata de tumbar al gobierno y el espejismo de que la salida de Maduro esta escrita para el final del día. Esa posición conduce a un callejón sin salida y desvirtúa el sentido de la protesta.
            El otro punto que no debería dividirnos es el de las barricadas, curiosamente levantadas por primera vez en Paris de 1555 por los jefes policiales de la ciudad. Esa antiquísima forma de protección ha sido nuevamente usada durante el mes de las protestas con la intención de evitar las razias en ciertas urbanizaciones.
            Los hechos indican que no sólo no han impedido esas incursiones, sino que operan como un mapa que señaliza a las fuerzas represivas donde concentrar sus efectivos. 
Pero además, las barricadas ocasionan malestar en los vecinos, confunden respecto a los responsables de la violencia y  son usadas para justificar el vandalismo  policial.
              Por su parte el gobierno podría contribuir a que ellas no sigan: desmantelando las bandas parapoliciales, letales barricadas motorizadas,  que actúan contra civiles desarmados. Así demostraría que quiere ganar la paz a dos manos.
Simon Garcia
@garciasim    

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