La
paz la “Eirene” divina de los griegos.
EIRENE (PAZ GRIEGA) |
En
Mileto la ciudad de los fundadores de la abstracción filosófica en la más
antigua ciudad de Jonia, junto a los tejedores nació en el año 611 antes de
Cristo, Anaximandro, de oficio pensador;
allí protegido por los leones que guardan la entrada marítima de la ciudad,
murió también en el 546, a. C. Sus
escritos formaron el primer libro en prosa que antes que él la lengua estaba en
manos de los poetas. Así pues este griego de Mileto es el primer escritor del
tiempo histórico, es quien inaugura en uno de sus libros la palabra justicia
para desvelo de los gobernantes, fueron aquellos que la historia conoce con los modesto nombres de Aristóteles,
Sócrates, Platón, Seneca, Santo Tomás de Aquino, Leibniz, Kant, Heidegger,
Jaspers, y un gobernante que por escribir sobre la justicia perdió el gobierno.
Se llamaba Alfonso ese hombre excepcional que quiso arrancar la justicia de la
poesía y la filosofía y ponerla al servicio del poder, y que no tuviera otro
propósito distinto al claro, directo, y eficaz obrar de la justicia.
ALFONSO X EL SABIO |
Escribió
Alfonso en los años 1.256 y 1.263, para que permaneciera en el Libro de las
Leyes, para el uso del buen gobierno. Puso especial cuidado en la tercera
partida, escritura sencilla, con vibración de poeta, con la metafísica del
filosofo, con el prudencia del buen gobernante, “que fabla de la justicia”, y
redacto en la ley II: Pro muy grande es el que nace de la justicia: ca el que
la ha en si, faz el benir cuerdamente e si e sin mala estancia, e sin yerro, e
con mesura e una faze pro a los otros”.
Aquella
Constitución denominada las siete partidas fue redactada para perdurar, una de
las ultimas provincias que se debió y no se gobernó con su letra, fue la región
en el nuevo mundo llamada Venezuela a la que no vislumbro ni por asomo el Rey
Alfonso, que también tenia una ciudad con frente marítimo llamada Coro, y una
de Tejedores, otra el Tocuyo, y una ciudad de pensadores Carora.
Años
después una mañana escribió:
“Don
Pedro Montero en su Repertorio para uso Privado, después de conocerse el
establecimiento del nuevo gobierno llamado federal, que imponía otra
Constitución a punta de bayoneta. El sabio Don Alfonso en su 7ma. partida dice
“que los que administran justicia aunque obren bien, preciso es que enemigos
tengan”.
Según
Paúl Valery, la paz es el “estado de cosas en el que la hostilidad natural de
los hombres entre si debe manifestarse por medio de creaciones, en lugar de
traducirse por destrucciones como ocurre en la guerra”.
Señala
Fernando Savater: “creo que la imagen de la paz, como estado beatifico del amor
universal, en el que toda rencilla y toda tensión haya acabado, es indigerible:
si algún día los hombre dejasen totalmente de odiarse, dejarían de amarse
también. Los enfrentamientos de intereses, las rivalidades, la pugna cruel y
tierna de todos contra todos, no son forzosamente aspectos de la realidad
humana incompatible con la paz. Pero la paz entendida de modo dinámico no
congelada en dulzarrona vacuidad”.
(Ya
en 1.986 en una edición especial de homenaje a la paz, Ben Ami Fihman), nos
narro: el dolor envicia como la droga. La adicción al sufrimiento es comparable
a la que provocan el opio, la heroína o su propio antídoto: la morfina. Ese es
por lo menos explicable, se produce en notorios casos aislados. Es lo que en
homenaje al novelista austriaco que lo definió, relacionándolo con el sexo:
Sacher Masoch, lo que se ha dado en llamar masoquismo. El padecimiento
placentero puede traspasar las fronteras del momento y del individuo y
convertirse en costumbre colectiva, tradicional y hereditaria. El prisionero
que luego de una larga condena es liberado de cadenas y grillos, sufre
intentando caminar con las piernas sueltas y desacostumbradas. Los pueblos que
el hábito opresor ha convertido en victimas por muchos siglos, una vez
adquirida la independencia se descarrían en el desorden inodoro de la
democracia.
Los
polacos, sin los rusos para someterlos a la ritual plegaria del castigo,
solicitarían la intervención de los alemanes, su otro verdugo tradicional. Los
mismos judíos habrian sufrido del problema de identidad si el regreso a la
tierra prometida se hubiera llevado a cabo sin más riegos que los de la
navegación y sin otra conclusión que la paz universal. Su estabilidad emocional
la garantizan, los sirios, persas, árabes, palestinos, con ejércitos regulares
o bandas de Kamikases”.
¿Estará
marcando el reloj del tiempo la hora en que la paz instale su reinado y huyan
despavoridas las sombras, las injusticias,
y esa oscura abundancia de calamidades
que afligen la mirada del hombre? El horizonte esta incubado de densos
nubarrones que auguran sino nos
advertimos tiempos difíciles que han convertido nuestro coexistir diario en
angustioso desvelo.
Cuando
escuchamos desde los pulpitos, altozanos, los paraninfos, los editoriales, en
fin desde el entramado mediático, el nuevo poder simbólico imperante, a los
falsos profetas, a los lideres religiosos, académicos, estudiantiles,
tecnológicos, corporativos, financieros, y divos del espectáculo, pareciera
advertirse que los jinetes del Apocalipsis están prestos para cabalgar sobre
nuestro malogrado país y convertirlo en un espacio de desolación, muerte y
llanto.
Hay
que hacer un sincero llamado a la prudencia, al optimismo al residuo de
sensatez de quienes nos gobiernan y quienes aspiran a sucederles.
Rescatemos
y celebremos la alegría de vivir que no es otra cosa que es al más alto grado
de amor así mismo y hacia los demás: por cuanto uno no puede dar lo que no
posee o no le pertenece.
Citemos
un verso del canto a mi mismo de Walt
Whitman: “Me celebro y me canto a mi mismo y todo lo que atribuyo deseo que os
atribuyáis, os invito a vagar sobre la hierba”. Es decir, el amor es la tierra,
renacido en el otro, aun después de la muerte”.
La
expresión paz, “hija dilecta de la justicia”, debe ser rescatada, limpiada de
sectarismos tóxicos, de la reiterada demagogia de los centros de poder y
esencialmente quienes desempeñan el ejercicio del liderazgo político.
El
término paz debe ser pronunciada cual invocación intima. Es un Mantra. Que
resplandece en nuestra mente si la suplicamos en forma de oración, repartiendo
su abundancia espiritual entre los pueblos y quienes nos gobiernan, y que estos
y aquellos aunque sea por poco tiempo, establecer un orden con justicia.
En
estos instantes en el país de crueles perspectivas de fragmentación social
creciente, de desconocidos fanatismos con tufo fascistoide, de confrontaciones
larvadas, se impone un llamado intimista por la paz como respiración en la
angustia que nos sofoca, que nos amenaza. Pero del orar hay que maniobrar el obrar,
y este obrar debe tener rostro, metas, una alianza superior alrededor de los
temas más acuciantes que nos afectan a todos. Para su concreción se impone un
accionar de cada uno de nosotros desde adentro, desde las honduras del alma y
de los pliegues de la mente, allí donde también imperan fuerzas instintivas y
satánicas de intereses individuales,
grupales, económicos, seculares, que nada tienen que ver con la ambicionada paz
de la República.
“El grito que sale de las gargantas
conturbadas de todos los venezolanos pide paz”
Pedro R. García
pgpgarcia5@gmail.com
@pgpgarcia5
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